Aquí van tres fotos, dos de ellas muy famosas. La de Kevin Carter al niño sudanés, la de Nick Ut de la niña vietnamita y una recogida de Internet de un guepardo cazando.
Kevin Carter se quitó la vida al poco tiempo de ganar el Pulitzer en 1994. Lo hizo por oscuras y personales razones, no exactamente por haber sacado la instantánea por la que se lo premió, según consignó en su carta de suicidio. La realidad es que niño de la foto estaba defecando a 20 metros de su aldea y el buitre no tenía ninguna posibilidad de atacarlo (mas allá de que estos pájaros no suelen cazar, sino que comen carroña) Pero en su momento se generó una enorme polémica y Carter fue acusado de estar interesado únicamente en la captura de la imagen y de haberse mantenido al margen de una situación que quienes así lo sostuvieron, suponían hubiera podido cambiar. ¡La prensa y el público por poco se lo comen a él!
Nick Ut sacó la foto de la niña que corría junto a otros habitantes de la aldea de Trang Bang, después de un ataque con napalm, una de las genialidades norteamericanas de la guerra de Vietnam. El líquido ardiente quemó la ropa de la chiquilla y la dejó desnuda. El joven Ut una vez hechas las fotografías, guardó la cámara, recogió a la pequeña y la llevó a un hospital asegurándose que fuese atendida de sus numerosas quemaduras. Luego reveló su rollo y pensó que nadie le haría caso a su foto por contener una imagen que a priori se consideró poco ortodoxa.
En la foto podemos apreciar a un guepardo inmortalizado en pleno acto de cazar una gacela Thompson, algo así como un Bambi con cuernos, un animalito que nos despierta ternura y conmiseración. Seguramente la enorme mayoría de las personas que vean esta imagen saben muy bien que el felino debe comer y que hay una cadena alimenticia o trófica que no puede romperse. Por más de que algunos opten por evitar este tipo de escenas porque “atentan contra su sensibilidad”, a nadie en su sano juicio se le ocurriría meterse en medio de esta trifulca, salvar a la gacela y pensar: ¡al guepardo que le den morcilla!
Ahora bien, en nuestra vida cotidiana pasan cosas a nuestro alrededor en las que podríamos involucrarnos, otras en las que deberíamos hacerlo y algunas en las que la lógica indica mantenerse al margen. ¿Nos paramos a usar el sentido común antes de decidir involucrarnos o no? ¿Echamos la foto y nos lavamos las manos como se acusó a Carter, sacamos tajada, pero también ayudamos o permanecemos como simples espectadores y dejamos actuar a la Naturaleza? ¿Somos capaces de discernir cuándo tenemos que meter baza y cuándo no y qué ganamos o perdemos al hacerlo? ¿Qué parámetros usamos para medir nuestro derecho a opinar, actuar o intervenir en lo que creemos que nos incumbe directa o indirectamente? ¿Somos capaces de luchar por una causa que entendemos justa o solamente la apoyamos “desde la comodidad del salón de nuestra casa frente al televisor o en las redes sociales”? ¿Si pasa una manifestación por la esquina, salimos a ver que proponen o solo a verificar que no nos toquen el coche?
Usted qué opina… ¿esto TAMBIÉN es cultura?