En este confinamiento han sido muchas las conversaciones con amigas en torno a la regla. Comentarios como “menudo reglazo tengo”, “estoy ovulando”, “otra vez la regla en la cuarentena”. Risas y confesiones compartidas a través de la pantalla del ordenador.
Al estar confinadas y en un punto muerto, con la escucha más hacia dentro, el lenguaje del cuerpo era más legible.
En este estado de alarma y con la situación de cada casa, pensaba en las niñas que estos días hayan menstruado por primera vez . En la importancia de ese momento, de esa vivencia y de ese acompañamiento.
Si menstrúas y me lees imagino que te acordarás perfectamente de ese día cuando de repente te miras las bragas y “plaf, la mancha” acompañada con algún comentario del tipo “ya eres mujer” o la reacción de tu madre llorando o gritando diciéndole a tu padre “la niña es una mujer” o nervios, o “a partir de ahora cuidado con los nenicos” y múltiples de reacciones, cada una la suya y cada una tatuada en nuestro imaginario de por vida.
¿Te acuerdas de cómo lo viviste tú?
Hay quien sintió miedo, vergüenza, o se sintió sola, o asustada porque no sabía si se había meado, cagado o qué leches le había pasado. Hay quien lo vivió con alegría, quien sólo recuerda un dolor horrible, o quien lo recuerda como quien recuerda cuando le cortaron el pelo.
Muchas niñas no saben lo que es la menstruación.
Otras sí porque lo ven en casa, pero hay otras que no saben nada, nadie les ha contado que en algún momento de su vida, ella, también tendrá el periodo.
Las niñas tienen que saberlo, es un rito de transición, un hito que marca el inicio de la pubertad, y es conveniente que antes de los 8 o de 9 años sepan qué es la menstruación. Saberlo hace que sepan lo que les va a pasar, y saberlo hace que se viva con más tranquilidad y sobre todo con naturalidad.
Se lo debemos, no podemos permitir que se sigan repitiendo los patrones de desconocimiento hacia nosotras mismas, hacia nuestros cuerpos y a nuestros cambios, con todas las consecuencias que ello conlleva.
Y en nuestras manos está el transformar nuestra relación y por tanto poder influir en las siguientes generaciones para que no vivan cinco días al mes como si fueran una carga dolorosa.
Debemos desterrar el asco, el desprecio, la vergüenza o la ignorancia que sentimos por la menstruación, algo que sale de nuestro cuerpo de forma natural, que es un indicador de salud y autoconocimiento, se merece nuestro respeto.
Nos hemos acostumbrado a ver sangre en heridas, provocada de forma accidental o por la más tremenda violencia, y esta nuestra sangre que nos limpia, que es un signo de salud y no es fruto de la violencia, resulta que es la que más rechazo causa.
Qué buen trabajo ha hecho el patriarcado en esta labor suya de toma de control de las mujeres , de degradar el ciclo menstrual con la consecuencia no sólo de desconectarnos de nuestros cuerpos, sino de sentir un profundo asco por nuestro propio proceso fisiológico, aprendiendo a odiar y silenciar lo que somos.
Educamos con lo que decimos y con lo que hacemos y no decimos.
En algunas casas se sabe que hay cajones que “no se pueden abrir” donde se guardan esos productos higiénicos. Aún hoy en día, hay quien esconde bien la compresa bien enrollada, cubierta por mucho papel higiénico y escondida en el fondo del cubo de la basura para que ciertos familiares no se percaten, ni se incomoden ante tal acontecimiento. O disimular en el carro de la compra bajo otros productos la cajita de compresas o la de los tampones. O cuando te pasan la compresa bajo manga como si de un porro se tratara.
Esa es una realidad en nuestra cultura y a veces, sin darnos cuenta lo vamos reproduciendo de generación a generación, lo vamos transmitiendo, las niñas lo incorporan en lo cotidiano y lo van imitando sin cuestionar y vuelta a empezar.
¿Cómo te hablas cuando menstrúas?
¿Cómo crees que ese lenguaje interno influye en tu relación contigo?
¿Te has fijado cuál es tu expresión de cara cuándo te cambias la copa o la compresa?
Cómo te hablas importa y autocuidarnos incluye cuidar ese nuestro lenguaje interno, ese que solo nosotras conocemos y ese que podemos transformar.
Acompañando la sexualidad en la adolescencia
El miércoles preparé charla taller virtual denominada “acompañando la sexualidad en la adolescencia”.
Participaron 14 personas y reflexionamos sobre las falsas creencias que existen en torno a la sexualidad, sobre qué es eso de la primera vez o mejor dicho, las primeras veces.
Les conté cuáles eran las dudas e intereses que nos hacen llegar los y las adolescentes cuando estamos en las aulas, dudas muy vinculadas al género como lo de “si con el primero tiene que ser especial”, y otras muy relacionadas con el desconocimiento del cuerpo como “¿por dónde sale la regla? o ¿cuántos orificios tenemos?”.
También hablamos del desconocimiento que sigue existiendo aún hoy en día hacia el propio cuerpo y por supuesto hacia la menstruación.
Comentaba que cuando voy a las aulas y les enseño la copa menstrual las reacciones son de lo más diverso. Desde muchas chavalas y chavales que ya la conocen, pasando por la sorpresa con caras desencajadas, hasta el asco y el rechazo más absoluto.
Observar eso es como tener una muestra representativa de nuestra sociedad. Al fin y al cabo cada una (y cada uno y une), en su casa, en su entorno, habrá mamado reacciones, comentarios, silencios y aprendizajes vinculados con la menstruación. Nombrarla o no, hacerlo en positivo, o en negativo, hacerlo con eufemismo del tipo “esos días”, “mi prima la roja”, “estar mala” o “Andrés”… va conformando una realidad y una predisposición en cada una de esas criaturas que ese día tuvieron delante una copa menstrual y conocieron cuáles eran sus maravillosas ventajas.
Cada etapa tiene su momento, conocernos a los 20 años no es lo mismo que conocernos a los 39, nada que ver. Pues cuando estamos con jóvenes nuestro acompañamiento no es el mismo cuando lo hacemos con el de 14 años que con la de 21.
Tenemos la responsabilidad de hablar de la menstruación, nombrarla, eso es hacer educación sexual feminista o pedagogía menstrual como lo llama Erika Irusta.
¡Somos cíclicas y YA!
Hemos aprendido, sin saberlo, a ir en contra de nuestra naturaleza cíclica.
Conocer nuestro ciclo nos da información, nos vamos renovando y limpiando, desechando lo que ya no queremos, lo que sobra. Cada ciclo es como una guía de autoconocimiento que nos hace vivir más conectadas con las necesidades de nuestro cuerpo y por tanto llevarnos mejor con nosotras mismas.
La regla es una parte más del ciclo menstrual y forma parte de cada una de las personas que somos menstruantes en una sociedad que no está hecha para ello, que no nos escucha y no se nos tiene en cuenta.
Reconectarnos y conocernos cíclicas es un acto revelador que nos empodera y nos hace tomar las riendas de nuestra sexualidad.
Normalizar lo cíclico y aceptar nuestros ciclos menstruales.
Esta semana se ha celebrado el día por la salud menstrual, o higiene menstrual , orgullo menstrual , conciencia menstrual, o como leí en Feluna Menstrual el día de la #felicidadmenstrual.
El acceso a los productos de higiene menstrual no es igual para todo el mundo.
Contar con unas condiciones dignas para menstruar, conocer y poder acceder a alternativas menstruales que respeten el medio ambiente y que sean sanas para cada una de nosotrxs, es un derecho.
Cada vez somos más las que estamos unidas por la causa aportando nuestro granito de arena en esto de desmitificar y tratar nuestros cuerpos menstruantes de la forma más natural posible, propiciando alternativas y creando conocimiento menstrual.
La menstruación no es una enfermedad, sangrar no es algo sucio.
Hemos de aprender a normalizarla, vivirla de forma consciente, sin incomodidades, identificando y desmitificando las falsas creencias que nos limitan y nos subordinan por el hecho de ser personas menstruantes.
Como dice Xuxa Sanz: “tu salud menstrual es un reflejo de tu salud global y tu salud global es un reflejo de saludo menstrual”.
Crecemos totalmente ajenas, extrañas en nuestro propio cuerpo, desconectadas de nosotras mismas y de nuestro poder y sabiduría interna. Cambiar esto es un proceso.
Un proceso de autocuidado, de toma de conciencia, de aprendizaje, de escucha, de aceptación, de cambio (y de entender esos cambios) y de reconciliación con nuestro cuerpo menstruante.
Un proceso en el que aprender a recuperar sabiduría de cada una de las distintas fases de nuestro ciclo menstrual, aceptando y conectando con la escucha del cuerpo y de nuestra sexualidad.
Tenemos esta asignatura pendiente, este pulso que ganar a los dictados patriarcales con educación sexual feminista. Tenemos el poder del cambio, por y para todas nosotrxs, por nuestras madres, abuelas, ancestras y sobre todos por todas nuestras criaturas, por las qué están y por las qué vendrán.
[…] Infancia, educación menstrual y empoderamiento […]