Fukumaru nació en un cobertizo y fue adoptado por Misao, una anciana japonesa que ahora cuenta con casi 90 años. El nombre del minino significa «círculo de la buena fortuna».
Fukumaru es sordo y tiene heterocromía ocular por lo que uno de sus ojos es azul y el otro marrón.
La nieta de Misao, Miyoko, es fotógrafa y estaba empeñada desde hacía tiempo, en contar la historia de su abuela en imágenes. La llegada del gato ha sido casi providencial, pues la relación entre ambos es absolutamente increíble, tal y como lo demuestran las instantáneas que ha tomado MIiyoko y con las cuales ha editado un libro en 2011.
La nieta opina que como ambos son duros de oído, se entienden con la mirada y al parecer así es, ya que el gato acompaña a su dueña a todos lados.
Maravilla pensar que se puede conseguir una relación entre un felino y un humano, en la cual prime la compenetración y el placer de estar juntos y no hagan falta las palabras.
Usted qué opina ¿esto TAMBIÉN es cultura?