Me hice una cuenta en Pinterest y su algoritmo consideró que los temas de la foto que acompaña a este escrito eran los que me podían interesar. Era el paso 2 de 3, en el primero preguntaban mi sexo y se me ocurrió poner “mujer”, eso determinó que temas se suponía que podrían ser de mi interés.
Sí, ya sé: “no tiene importancia”, “eso sale porque hay muchas mujeres a las que le interesa” o “puedes elegir, seguro que había muchas más cosas”. Sí, claro que sí, pero no.
Cuando hablamos de “socialización diferenciada” normalmente nos quedamos en la infancia y la adolescencia porque son los periodos más críticos en los que las personas nos construimos referenciándonos en nuestro entorno social.
La socialización diferenciada empieza incluso antes de respirar oxígeno fuera del útero, empieza con una inocente pregunta “¿queréis saber el sexo del bebe?” nos dicen mientras hacen la ecografía, y justo ahí toman forma muchos futuribles por parte de quienes nos rodearán e influirán en nuestra vida. Desde el minuto cero se nos trata de manera diferente según si se nos lee como niñas o como niños, dentro de esta cultura binaria. Y la cosa no mejora mientras crecemos, estamos construyendo nuestra identidad y hay todo un entramado destinado a que nos definamos (superhéroes o ratitas presumidas).
Pero esto no acaba ahí, sino que empeora, especialmente si te identificas como mujer. Tal como afirma bell hooks:
“Todas las mujeres, independientemente de su edad, son socializadas, ya sea consciente o inconscientemente, para sentir ansiedad por sus cuerpos”.
Es un bombardeo que se inicia en la adolescencia y nunca termina. Querer nuestros cuerpos se convierte en una lucha cotidiana contra un entorno social que nos bombardea con directrices imposibles. Podemos estar contentas con nosotras mismas y sentir que realmente nos da igual, pero es un ejercicio de autoafirmación diario, incluso cuando vas a hacer algo tan absurdo como abrirte una cuenta de Pinterest.
La socialización diferenciada es un hecho y se da a través de opciones dicotómicas, cerradas y diferenciadas por estereotipos de género binarios. No podremos hablar de igualdad si los caminos que se nos presentan como transitables nos conducen a lugares diferentes y están llenos de estereotipos sexistas. Es necesario transitar los mismos caminos y estos pueden ser lo suficientemente grandes e inclusivos como para encontrar la vereda en la que sentirnos cómodes.