Francisco Gijón, escritor residente en Alicante, realizó estudios de Historia en la UNED y se especializó en Arte Prehistórico e Historia de Roma. Cuenta en su haber con novelas tanto de ficción histórica como de difícil clasificación, y numerosas publicaciones divulgativas. Mantiene varios blogs de Historia que han recibido más de medio millón de visitas. Su última novela, La felicidad vacante, adopta la forma de una entrevista a lord Alfred Douglas, el amante de Oscar Wilde, en la última etapa de su vida. La entrevistadora le conoce de hace tiempo y les une una gran amistad.
El secreto de Nicea nos plantea usted las memorias de un exiliado en el siglo I de nuestra era; en Los cuadernos de la memoria aborda el destierro de Napoleón en Santa Elena. Por las demás novelas ―Morituri, El monstruo y el testigo, El carbayón, La tejera de las Xanas…― desfilan personajes siempre al filo del abismo o directamente en él. ¿Le gustan a usted los perdedores?
Todos somos perdedores antes o después, incluso en más de una ocasión. Otra cosa es que sepamos apreciarlo. La figura del perdedor ofrece facetas apasionantes del ser humano. Sin embargo, creo que está poco estudiada en la actualidad.
La segunda pregunta es obvia. ¿Por qué eligió a Alfred Douglas?
No era mi intención. Yo quería novelar cómo fue la vida de Oscar Wilde desde que abandonó la prisión hasta que murió en París. Me parecía una etapa fundamental para comprender al personaje.
Entonces, ¿qué fue lo que le hizo cambiar de opinión?
Conforme fui documentándome encontré que no se podía entender a Wilde sin Douglas y, francamente, me resultó más interesante el segundo que el primero, quizá justo por eso, porque siempre ha sido el segundón.
Otro motivo fue que hay un cliché que nos hace asumir que Wilde fue víctima de la perversidad de Douglas. Pero cuando buceas en la realidad descubres que Oscar es un personaje oscuro, victimizado hasta extremos poco serios, incluso ridículos; en otras palabras: un mártir. Y yo me fío poco de los mártires.
¿Insinúa que la imagen que tenemos de Wilde no se ajusta a la verdad?
Lo afirmo. Basta con leer las actas de los juicios o los testimonios de sus allegados.
Si le parece que la imagen de Wilde está distorsionada y que este tenía un lado perverso, ¿considera que la condena a tres años de trabajos forzados fue justa?
Cualquier condena a trabajos forzados es un auténtico dislate. Dicho esto, la condena no fue por su orientación sexual, como habitualmente se cree, ya que la homosexualidad era tolerada de forma encubierta. Wilde fue condenado por conducta indecente, escándalo público y por falsa denuncia contra el marqués de Queensberry, padre de Alfred Douglas. Personalmente, me quedo con el detalle de que en la Inglaterra de 1890 la fama o pertenencia a una élite social no te eximía de acabar entre rejas. No sólo le sucedió a Wilde. De hecho, debido a la falsa denuncia de Oscar contra Queensberry, este permaneció varios días detenido junto a otros delincuentes comunes, a pesar de ser un aristócrata. Aunque no debemos analizar el siglo XIX desde la perspectiva del XXI en lo que a jurisprudencia se refiere, sí que es interesante hacerlo desde las leyes de enjuiciamiento criminal.
Douglas no es precisamente un personaje que resulte simpático.
Antipático sería poco: abominable para la mayoría y linchado por los que gestionan los prejuicios de la gente. A mí no me cuadró nunca esa teoría de que un jovencito de veinte años sin problemas económicos fuese el seductor de un burgués que le doblaba la edad y que tenía mucho que perder. Y la labor de documentación que realicé para la novela confirmó mis sospechas. Leamos a Nabokov: ¿quién tiene la culpa del drama? ¿Lolita o Humbert? Es de cajón.
En su novela, Vd. deja claro que no fue una relación entre dos, sino entre tres.
Robert Baldwin Ross fue el tercero en… concordia. Él tentó al Wilde triunfante y le enseñó dónde y cómo podía satisfacer sus pasiones. Él fue quien le presentó a Alfred. Oscar encontró en el joven al personaje que había imaginado un año antes cuando escribió El retrato de Dorian Gray.
Baldwin Ross no sale muy bien parado, que digamos.
Ni mal. Era un advenedizo con muy buenas amistades. Había tenido problemas con la justicia por pederastia, que esquivó a base de talonario e influencias; sacó públicamente del armario a todo el que pudo (incluso al Primer Ministro del Reino Unido, el marqués de Roseberry, que estaba casado con una Rotschild), y aprovechó la caída de Wilde para apropiarse de los derechos de sus obras…
…que luego cedió a los hijos de Oscar.
A uno de ellos. El otro murió en la Primera Guerra Mundial. Lo hizo así para que la familia de la esposa de Oscar no se los quedara porque, muerta ella, ahí estaban los cuñados como buitres acechando la carroña y el dinero.
Ross también costeó la famosa tumba de Wilde en el cementerio de Pére Lachaise, en París.
Oscar no fue enterrado en ese cementerio en primer lugar, sino varios años después. Ross encargó a un escultor llamado Epstein el mausoleo de la esfinge que conocemos, pero la tumba era para los dos. Pocos turistas saben que cuando depositan su beso sobre la tumba de Wilde, en realidad están besando las cenizas de Ross, que están en una urna justo detrás. Wilde se encuentra debajo.
Dicen que se documenta usted mucho, que roza con lo obsesivo. ¿Cómo fue el proceso de documentación de La felicidad vacante?
Tengo que estar muy seguro para poner algo en una novela en la que aparecen personajes reales. Hay detalles que pueden parecer tonterías, pero tampoco cuesta trabajo afinar un poquito. En el caso de La felicidad vacante, el proceso fue… una gozada agotadora. Las universidades de Oxford y Cambridge no me hicieron ni caso, obviamente. Me puse en contacto con Merlin Holland, nieto de Oscar, que ni me contestó. Al fin logré llegar a su hijo Lucian. Él me abrió las puertas que necesitaba, eso sí, con muchas condiciones.
¿A qué información tuvo acceso?
Pude leer alguna correspondencia inédita entre Oscar y Alfred. Son documentos al margen de los que los Holland están permitiendo a la universidad de Oxford publicar con cuentagotas. Las cartas de Oscar son un puro ejemplo de obsesión desmedida: farragosas, larguísimas, muy explícitas. Sin embargo, las postales de Alfred… ¡bueno! No tienen desperdicio: son la viva imagen del agobio en estado puro. Douglas se sintió acosado por Wilde: la situación le superaba, era muy joven.
¿Hay algún interés en preservar la memoria de Oscar Wilde por encima de la de Douglas?
Claro, es normal. Al fin y al cabo Merlin Holland vive de ser el nietísimo. Wilde da mucho dinero todavía.
¿Qué resaltaría de Alfred Douglas?
Fue todo un personaje. Un hombre cultísimo, refinado, elegante, encantador… El mejor compositor de sonetos desde Shakespeare según su amigo George Bernard Shaw. Tenía un apabullante sentido del humor y una capacidad de observación del mundo que le rodeaba que sobrecoge. Ambos, creo yo, son signos de inteligencia.
Cambiando de tema, Vd. es un autor independiente y sin embargo no publica en formato digital. ¿Alguna razón?
Sí. La principal es la piratería. Yo prefiero elegir a quién le regalo mi trabajo.
Amazon es la panacea de los autores independientes en España. ¿Se plantearía publicar en formato digital en ella?
Yo conozco autores independientes que no publican en esa plataforma que, por cierto, no es la única. Mire, no le voy a hacer publicidad a Amazon, que no la necesita y que no es una editorial, sino un portal de internet donde se venden incluso latas de fabada o lavavajillas. El problema de Amazon es que no tiene filtro de calidad (aquí hay quien me rebatiría diciendo que el filtro lo ponen los lectores, pero no estoy de acuerdo). Y su principal ventaja es que llega a un público muy determinado que de otro modo no consumiría libros. Es encomiable la magnífica simbiosis entre oferta y demanda que existe en Amazon. Pero yo no me siento cómodo con su enfoque y tampoco pasa nada: es mi opción. Dicho esto, mi libro se puede comprar en esa plataforma, pero en papel.
Hábleme de Ediciones ML.
Hay quien piensa que es un sello editorial que creé para autopublicarme. No es cierto. Primero porque Ediciones ML es canadiense. Yo no soy el propietario. Y si quedaba alguna duda, en 2016 saldrán tres autores y ninguno de ellos soy yo. Digamos que es un proyecto que tiene por objetivo llegar al mercado de otro modo. El tiempo desvelará los matices.
1.500 ejemplares de La felicidad vacante vendidos en menos de cuatro meses. ¿Es un bestseller?
Rotundamente no. En Norteamérica todo es a lo grande y al ser canadiense la editorial no resultó difícil distribuir esa cantidad por allí. En España no se han vendido más de 300 ejemplares. La cifra total de ventas ahora mismo supera los 2.000. Pero esa cantidad en determinadas latitudes es una minucia, créame.
¿Es cierto que la novela se va a traducir al inglés?
Lo es. El otoño próximo estará disponible.
Y para terminar, nos gustaría saber qué lee Francisco Gijón.
Literatura y ensayo, en formato papel preferiblemente.
¿Algún autor en particular?
Cualquiera que tenga estilo propio y domine el lenguaje. Leo para aprender, no sólo para deleitarme.
Mójese y mencione algún escritor español vivo al que admire.
Muñoz Molina, por supuesto. Pero eso no es mojarse, es de sentido común.
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