Para todxs aquellxs que amamos los libros sabemos que leer no es un acto prosaico. Si los libros forman parte de tu historia sabrás hasta qué punto están presentes no solo en el espacio en el que vives o trabajas, sino también, en tu desarrollo intelectual. Roberto Casati es consciente del valor intrínseco del libro como artefacto transformador y por ende vinculado necesariamente a la epistemología de nuestra especie. El autor desarrolla en su ensayo Elogio del papel. Contra el colonialismo digital una argumentación pausada sobre uno de los temas candentes, y no por ellos más debatidos, de nuestra historia cultural reciente.
Si bien la tecnología en todas sus variantes ha inundado nuestra vida, según Casati ha supuesto una erosión en el tiempo que le dedicamos a la lectura. La lectura está en peligro, porque para el profesor italiano, «nos la roban». Nos hemos convertido en informávoros, precisamos información de forma constante, urgente e inmediata, por ello no realizamos una lectura pausada, y mucho menos profunda o crítica. Pasamos de puntillas sobre textos escritos como mercancía que solo buscan un like, una visita, aumentar el tráfico de una web y alimentar algoritmos.
Todo vale cuando la lectura también se ha transformado en una transacción económica. El colonialismo digital nos obliga, sin reflexión previa, a migrar todo lo migrable. Y es aquí donde el autor presenta diferentes posturas: las de los colonos digitales y la de los luditas. Entre ambos, Casati apuesta por «invocar un principio de precaución». Y en este sentido afirma «no basta con mostrar que un libro electrónico funciona para imponer el libro electrónico como soporte universal de la lectura y del estudio en la escuela». Para más adelante preguntarse cómo pueden afectarnos los comportamientos digitales a la esfera privada.
Sin embargo, en mitad de todo este revuelo, la supervivencia del libro en papel emerge como símbolo de la complejidad del asunto. El libro en papel posee unas ventajas ergonómicas, funcionales y materiales que nunca podrán ser superadas por el libro electrónico. El libro es en palabras del autor «un excelente objeto de intercambio social», no es un fichero cualquiera, el papel confiere al libro de algo que lo hace único y esa unicidad tiene mucho que ver con cómo funciona nuestra mente y nuestra capacidad de procesar información. Esta particularidad surge de la acción misma de la escritura la cual «no solo sirve para dejar constancia de nuestros pensamientos, sino para organizarlos visualmente para someterlos a verificaciones sucesivas que nos permitan descubrir lo que realmente queremos decir». El libro tiene en palabras del autor «un formato cognitivo perfecto». Para el profesor italiano lo que está en juego es nuestra atención, por ello «¿cómo poder leer en dispositivos plagados de aplicaciones y entretenimiento? ¿Cómo leer concentradxs si tenemos un mundo aplicaciones en un solo clic? ¿Cómo posibilitar una lectura profunda en dispositivos que han sido diseñados para entretener?» Con respecto a este tema, el pensador establece la analogía entre la persona que lee y la acción de zappear. El autor es de la opinión de que no podemos leer modo zapping ya que no es la lectura profunda lo que hay detrás de las iniciativas. Las cuales lo que que tienen como objetivo solamente aumentar el número de visitantes y/o lectorxs, relegadxs a su rol de consumidores de texto.
El libro no crea necesidades materiales, no obedece a la urgencia, favorece ventajas cognitivas y permite que la persona que lee establezca una aproximación a otra realidad. En este sentido el autor insiste en la importancia no solo de los textos de ficción sino del ensayo, como texto complejo que precisa de atención para comprender el planteamiento que otra persona escribe ¿Favorece la lectura digital este tipo de aproximación cognitiva?
Además el profesor italiano insiste en otra de las claves del artefacto libro, ser capaz de difundir de ideas complejas a través de un sencillo medio ¿Consigue el libro digital cumplir con esta función? Igualmente destaca las propiedades materiales del libro, el significado de las bibliotecas, el espacio dedicado a la lectura pausada y a la difusión de la cultura.
Otro de los aciertos del análisis de Casati es centrar parte de este debate en la escuela, espacio donde se juega otra parte fundamental de esta batalla. La lectura es algo que comienza necesariamente en la escuela, sin embargo también aquí la lectura está amenazada. Muchas son las ventajas tecnológicas incorporadas en las aulas, sin embargo el autor insiste en que no es su mera utilización lo que implica ventajas. Debería haber una reflexión previa sobre cuáles son los beneficios de utilizar unas tecnologías u otras, y sobre todo preguntarnos la finalidad de las mismas ¿Nos preguntamos lxs docentes el porqué de las tecnologías que utilizamos? Casati consigue presentar un cuestionamiento nada baladí en nuestras prácticas docentes, asumiendo la complejidad del asunto y entendiendo las diferentes responsabilidades de los actores sociales, desde la industria del libro, pasando por las grandes empresas, las instituciones, el personal docente, las familias, el alumnado… Para finalmente afirmar con rotundidad:
«la escuela podría, e incluso debería, proporcionar tiempo exclusivo para leer» e invita al profesorado a tomar parte activade esta situación «hagamos con los alumnos lo que la sociedad no hace. Protejamos el espacio de la lectura: al interrumpir el curso y el programa académico, se indica claramente cuáles son las auténticas prioridades. Utilizar el tiempo escolar para leer es señalar inequívocamente la importancia de la lectura».
Otra de las partes fundamentales de la tesis de Casati es la de desmontar el mito del nativo digital. El filósofo aclara que no hay estudios que corroboren que existe una vinculación entre la presencia de dispositivos electrónicos y la mejora en el rendimiento escolar. En todo caso la competencia digital más que una competencia práctica es según el autor un hábito. Que nuestrxs niñxs estén acostumbradxs a ver dispositivos tecnológicos a su alrededor no les convierte automáticamente en nativos digitales. Y mucho más, cuando dicho hábito tiene más que ver con el estatus socioeconómico de los padres que con la utilización de tecnología en sí.
Pero además de desmontar este mito, también se ocupa de otro de los conceptos de nuestro tiempo: la generación multitasking. Aspecto que deviene como la última manifestación del zapping escolar y laboral. Y es que ¿quién no es multitasking en la actualidad? Ante esta situación el autor insiste en la necesidad de pactar tiempos de atención, gestionar tiempo de calidad, lo que implica no solamente que el cuerpo esté presente sino que la atención también lo esté ¿Cuántas veces hemos asistido a espacios y hemos estado gestionando una conversación por WhatsApp a la vez? ¿Cómo protegemos a la escuela de esto? ¿Cómo conseguimos que no sea el mercado el que le diga a la escuela qué tecnología debe utilizar?
Pero Casati no sólo nos habla del libro en este maravilloso ensayo, también reflexiona sobre muchas actividades que aprendimos a hacer y hemos dejado de hacer para pasar a hacerlas online. Desde comprar un libro, hasta votar, pasando por educar on-line y editar en Wikipedia. El profesor italiano es consiente de la rapidez de la innovación tecnológica y de la escasez de comprensión de esa misma innovación. Pero lo hace ofreciendo alternativas, replanteando el modelo e insistiendo en no asumir los beneficios de la tecnología porque sí. Sino porque haya un planteamiento pedagógico, social y ético que haga que utilizar esas herramientas reporte en un beneficio.
La tesitura es compleja requiere de eso que tanto nos falta: tiempo, escucha y debate. ¿De dónde extraemos tiempo para hablar de los libros cuándo estamos bombardeadxs de videos de gatitos? ¿A quién interesa que esto ocurra?
Tal vez una de las grandes virtudes de este libro radique precisamente ahí, en haber lanzado una invitación necesaria a la reflexión a todxs aquellxs que estamos convencidxs del valor social del papel y de que la tecnología tanto en la escuela como en nuestras vidas, será siempre un medio pero jamás un fin en sí misma.
Título: Elogio del papel. Contra el colonialismo digital |
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