Nunca habías pensado en poder disfrutar de la brisa de mar cada mañana y pasear junto a aquella naturaleza tan poderosa, simplemente brotó desde la necesidad como el chorro al presionar una fuente cuando te estás muriendo de sed.
Aquello te iba a salvar en el momento más angustioso de tu vida,
pero al principio no eras consciente.
Volver a un lugar muy conocido para ti, pero que de repente percibías de otro modo, lo sentías desde la piel, desde tus entrañas. Descubriste que te aportaba mucho más de lo que jamás habrías podido imaginar. En un momento de extrema confusión sentir que ese lugar te daba cobijo, fue como encontrar un barco de rescate cuando hacía unas horas que habías naufragado en alta mar y pensabas que no ibas a sobrevivir.
Volver a caminar cada día haciendo el mismo recorrido era como ir adentrándote en ti misma, permitiéndote espacio y tiempo para reflexionar qué te había hecho llegar hasta allí, por qué no habías sido capaz de poner límites, de dejar de estirarte como un chicle, de no perder tu identidad, de no venderte por unas migajas, de no mendigar amor. No te reconocías en algo en lo que estabas totalmente inmersa.
Viendo aquellos espectaculares amaneceres tu rostro se iluminaba y podías respirar llenando bien tus pulmones. Estar acompañada de tanta belleza te permitía encontrarte con tu soledad. Escuchar tus pasos caminar por aquella tierra, y cómo el sonido iba cambiando si atravesabas guijarros, o si pisabas la posidonia en la playa, te hacía sentirte muy viva. Te sentías segura rodeada de acantilados, a pesar de que acababas de sentir el vértigo del vuelo en caída libre, y habías quedado sellada por el trauma, el tatuaje del alma.
Salir de aquel pozo tan oscuro, no hubiera sido posible sin tu propia voluntad, la sororidad de 3 mujeres del alma, la terapia, la música, los libros y tus paseos junto al mar.
En cuestión de meses tu transformación fue haciéndose más evidente, más poderosa y es que la elección de todos esos elementos fue tu gran acierto. Confiar en que podrías, elegir a mujeres que te querían para acompañarte, contar con ayuda profesional, poner música en el miedo, adentrarte en relatos que te hacían imaginarte fuerte y valiente, y caminar contigo misma sintiendo en cada paso como ibas avanzando.
Y pasado un tiempo cuando ya parecía que tus vivencias más duras habían quedado muy atrás, te diste cuenta de que había un punto de encuentro entre todo lo que te había ayudado a salir adelante, todos eran espacios seguros, libres de machismos. Espacios elegidos escuchándote desde lo más profundo, y dejándote llevar por una intuición que habías ido recuperando desde tu propia sabiduría, en la que no podía faltar ni la naturaleza ni lo mejor del ser humano.