«La idea de la justicia social es de resentidos, envidiosos, algo aberrante, porque implica un trato desigual ante la ley, porque implica violencia, porque para hacer una política redistributiva se lo tienen que robar a otro»
Javier Milei, Presidente de la República argentina.
Lo más alarmante de estas declaraciones efectuadas en olor de multitudes por el presidente argentino el pasado 19 de mayo en Madrid no es su significado en sí mismas –que también lo es-, sino que semejante tipo sea pontificado por numerosos partidos de la extrema derecha europea y aceptado, aunque sea a regañadientes, por algunos partidos de lo que se presupone derecha liberal en Europa como es el caso del Partido Popular en España.
Solo le faltó a Milei en la plaza de Vistalegre de Madrid, montar un espectáculo como este del Luna Park de Buenos Aires pocos días después, que a buen seguro hubiese provocado el delirio de los asistentes.
No en vano antes las más de 10.000 personas que asistieron al evento madrileño Milei fue la auténtica estrella de la jornada, a pesar de estar rodeado de otros actores de la extrema derecha como la mismísima Marine Le Pen, la directora de estrategia de comunicación durante la presidencia de Donald Trump, Mercedes Schappo, el chileno pinochetista José Antonio Kast o el propio Abascal entre otros. Mientras por videoconferencia comparecían otros ilustres como el húngaro Víktor Orbán o la italiana Georgia Meloni.
Cabría preguntarse en un mundo dominado por la versión más perversa del capitalismo, responsable de las crisis económicas de las últimas décadas, que ha provocado un cada vez más desigual reparto de la riqueza generada entre todos, causante de los mayores desastres medioambientales de la historia reciente y en el que se asume con resignación que los más jóvenes vivirán peor que sus mayores, cómo es posible que quienes promueven dichas políticas acumulen cada vez más poder en toda Europa y quienes añoran otra manera de entender el contexto social, oponiéndose a las mismas, caigan cada vez más en el sueño de los justos.
De hecho, después de la derrota en las elecciones portuguesas del Partido Socialista a manos de sus tradicionales rivales liberales y con el espectacular ascenso de Chega, el partido de extrema derecha luso de por medio, puede decirse que sólo España cuenta con un gobierno de carácter progresista en toda la Unión Europea.
Como quiera que los otros países con un partido presuntamente socialdemócrata en el gobierno, como es el caso de Alemania o Dinamarca sería difícil distinguir los mismos de cualquier otro gobierno liberal conservador del continente.
Los errores de la izquierda
Es cierto que los tradicionales partidos liberales y socialdemócratas, ebrios de la ortodoxia capitalista, no han sabido o no han querido dar respuesta a los problemas de la ciudadanía a pesar de los sacrificios exigidos desde las crisis económicas que arrancaran en 2008 e incluso han mancillado a aquellos otros que han propuesto fórmulas actualizadas de probada eficacia en tiempos no tan remotos y que dieron luz al modelo de bienestar y paz social en occidente.
Tanto es así que Sumar, el partido que representa la parte minoritaria del gobierno de Pedro Sánchez y que es quien empuja al PSOE verdaderamente al carácter socialdemócrata del mismo, es considerado en España un exotismo, en el mejor de los casos, cuando no un engendro de la izquierda radical heredero de los soviet de otros tiempos.
No hace mucho una buena amiga me presentaba de forma simpática ante un joven compañero de trabajo como un arraigado comunista. A lo que para más impostura añadí los términos de rojo y satánico. Ante la sorpresa del chico le explique de manera muy sencilla que con los mismos postulados socialdemócratas y laboristas de hace 50 años, cuando empezó a interesarme la política, por aquellos entonces era considerado un socialista moderado.
Pero que durante estas últimas décadas lo que ni más ni menos ha ocurrido es que el tablero político se ha desplazado tanto a la derecha que un servidor, sin haberse movido del sitio, se ha quedado al borde del mismo.
Nadie pone hoy en duda que toda aquella estirpe de liberales, demócratas cristianos, socialdemócratas, socialistas y comunistas que dieron pábulo al desarrollo del estado del bienestar en el occidente europeo y a la propia Unión Europea tras la II Guerra Mundial, hoy serían en buena parte pasto de la insidia o, en el mejor de los casos, considerados reliquias de otros tiempos.
En España, la cruda realidad actual nos muestra que tanto Sumar como Podemos –además de por los clásicos y suicidas enfrentamientos dentro de una izquierda ensimismada por su continua crítica a la totalidad y sus principios inquebrantables-, resultan opacados por los poderosos recursos del PSOE y una endiablada industria mediática encaminada a liquidar cualquier atisbo de progresismo en los tiempos que corren.
Por eso que al final esa capa de población que a priori debería inclinarse hacia las opciones de izquierda acabe en parte cayendo en brazos de los cantos de sirena de sus propios verdugos o renunciando a su derecho al voto.
El aumento de la desigualdad
Es verdad también que el mundo ha cambiado desde entonces pero ¿lo ha sido a mejor? O acaso no ha caído en saco roto esa idea que tuvieron dichos próceres en aras del bien común de cuantos pueblos forman el proyecto europeo.
La respuesta a esta pregunta resulta difícil hoy en día tras años de abordaje cultural y no puede evaluarse sólo desde la frialdad de los datos.
Si nos atuviéramos a ellos los índices de desigualdad han ido en aumento en todos los países de nuestro entorno y en casos como el de España, donde el desempleo y la precariedad laboral han sido una de sus señas de identidad, ni siquiera el acceso a un puesto de trabajo permite hoy escapar de la pobreza.
Sobre todo en ciudades que presumen de un alto nivel de concentración de la riqueza como Madrid, Barcelona o, en general, las localizadas en las principales zonas turísticas del país donde por contra incluso un derecho constitucional como el de la vivienda se han convertido en una entelequia.
Sin embargo valga como mejor ejemplo la respuesta del electorado cuando Isabel Díaz Ayuso arrasa en las elecciones en Madrid al grito de libertad y cañas mientras la educación o la vivienda se convierten en bienes cada vez más preciados para los madrileños consecuencia de sus propias políticas.
Conviene recordar que si España a pesar de todo ello ha avanzado en cuestiones sociales y laborales desde que el PSOE recuperara La Moncloa con la moción de censura de Pedro Sánchez en 2018, lo ha sido por la participación de manera directa o indirecta en labores de gobierno, primero de Unidas Podemos y en la actualidad del colectivo Sumar.
De hecho, en la línea habitual de los partidos socialdemócratas europeos de las últimas décadas y del propio PSOE en España, Pedro Sánchez firmo un primer acuerdo de gobierno con Ciudadanos, un partido ultra liberal en lo económico y marcadamente nacionalista español.
Como quiera que no pudo fraguarse el mismo en una coalición, tras unas nuevas elecciones el PSOE tuvo que ceder, en primer lugar por una mera cuestión de aritmética parlamentaria y de paso por el empuje de su militancia de base, a un acuerdo por su izquierda que le permitiese gobernar.
De no haber sido por ello, no cabe la menor duda que el PSOE con un socio como Ciudadanos, jamás hubiera llevado a cabo tan sensible aumento del SMI en estos últimos años o hubiera evitado la pérdida de poder adquisitivo de las pensiones entre otras muchas cuestiones encaminadas a mejorar la calidad de vida del conjunto de la población española.
El recurso emocional
Sin embargo tales propósitos, en cualquier caso y como estamos viendo en los diferentes procesos electorales, apenas si repercuten positivamente entre el electorado; a pesar incluso de que resulten las principales preocupaciones de los españoles según todas las encuestas al respecto.
Carles Castro, Doctor en Ciencias de la Información por la UAB, escribía en La Vanguardia el pasado 13 de abril:
«Política es psicología. Quizás en otro tiempo también pretendió ser pedagogía frente a los extremistas que habían convertido las ideologías en siniestras religiones laicas. Pero a día de hoy, la política es cada vez más una caldera de emociones y percepciones. Y de problemas reales, por supuesto. Sin embargo, un lúcido dirigente de la extinta UCD siempre advertía: “Lo que cuenta en política no es lo que pasa sino lo que la gente cree que pasa”. Y en el caso de los ciudadanos de rentas más bajas, algunas de sus percepciones políticas y de sus emociones sociales se asemejan cada vez más a las que expresan los votantes de Vox y recogen los discursos de este partido».
Por lo general en todos los países de la esfera occidental la reacción de una parte importante del electorado está siendo víctima de una carga emocional desmedida que le aleja cada vez más de sus necesidades reales.
Estamos pues en medio de sucesivos procesos electorales donde para una buena parte de electores influyen más las percepciones que los datos objetivamente contrastados por mucho que la empírica intente demostrarlo.
Donde las redes sociales hacen su agosto alentadas desde determinados púlpitos mediáticos y donde la reiterada proliferación de titulares a base de medias mentiras, medias verdades o directamente bulos y noticias falsas va calando lentamente en todos los estratos sociales.
En unos porque quieren liquidar cualquier tipo de política social en aras del estado del bienestar, el desarrollo cultural, la defensa de los derechos civiles y un proporcionado reparto de la riqueza y en otros víctimas de su desesperación tras años de suplicio.
Volviendo al ejemplo de España la demoscopia nos confirma de manera contundente tales premisas. En todas las encuestas cuando se pregunta a la ciudadanía por los principales problemas del país, el resultado es coincidente en todas ellas.
Para los españoles los principales escollos son el desempleo, la precariedad, el medio ambiente, la crisis climática o la economía y la vivienda e incluso el deterioro de la política mientras que la cuestión catalana apenas si se contempla y al terrorismo ni se le menciona.
Sin embargo la oposición se diría que de forma exitosa ha hecho de la presunta analogía Bildu/ETA, dicha cuestión catalana y presentar España como si se encontrara en medio de un apocalipsis económico los ejes de su confrontación con el gobierno.
Curiosamente además, en el caso de la economía, resulta como poco llamativo el resultado de las encuestas por cuanto a la pregunta ¿cómo califica usted el estado de la economía española? la mayoría de los encuestados la valoran como mala o muy mala. Sin embargo cuando a la misma persona se le pregunta por su situación personal los porcentajes de tal percepción cambian de manera casi drástica.
La carrera electoral
Acaba de arrancar una campaña electoral que desembocará el próximo 9 de junio en un proceso que puede representar un vuelco absoluto en la manera de entender nuestro modelo social.
No en vano Víktor Orbán, uno de los líderes más representativos de la extrema derecha europea y que tiene a la democracia en un brete en Hungría tras años de gobierno, que fue expulsado del Partido Popular Europeo y casi repudiado numerosas veces por la propia Comisión Europea, ha advertido que si su grupo logra el poder con sus afines en la Eurocámara liquidarán el modelo liberal progresista dado en occidente que propició en su día el Estado del Bienestar.
Por primera vez desde que se fundó la Unión Europea parece que esa tradicional alianza entre conservadores, liberales y socialistas que puso en pie la carta social europea puede irse al traste si los conservadores del PPE aúnan fuerzas con la extrema derecha, tal como vienen actuando ya de hecho en diferentes estados de la Unión como es el caso de España con PP y Vox, y está a su vez resuelve sus disputas internas ente los dos grupos principales que la componen donde su principal diferencia radica en su percepción de la guerra de Ucrania.
Este último extremo mediante una labor a la que parece haberse encomendado Santiago Abascal y el propio Orbán haciendo coincidir las diferentes facciones ultras en escenarios como el de Vistalegre en Madrid donde Milei se convirtió en su star-system.
Es imposible saber al día de hoy cuan de fácil será la tarea pero no es menos cierto que no serán sino esos mismos conservadores, liberales y socialistas los responsables de consumarse llegado el caso semejante desatino por haberle dado la espalda al pueblo durante las últimas décadas.
La Segunda Guerra Mundial vino a ser la réplica final a un modelo capitalista desbocado, una tragedia de proporciones hasta ese momento desconocidas. Hoy parecemos encaminados nuevamente al abismo; por aquel entonces quedo algo que salvar. Ahora, sin embargo, ni siquiera sabemos la profundidad del mismo.