En febrero de 2005, las sobrinas de Adolfo Domínguez, Uxía y María Domínguez fundaron Moet & Mos, la firma de moda que en 2013 crearía la marca Bimba y Lola. Hoy, con 286 tiendas, presencia en 35 países y una facturación anual de 225 millones de euros, está consolidada como una de las principales compañías de complementos de moda del sector.
También una de las más falsificadas y cuyas réplicas son fáciles de encontrar en mercadillos y puestos callejeros.
No hace mucho, en uno de esos mercadillos, me topé con un grupo de personas que se agolpaba alrededor de unos manteros que ofertaban falsificaciones de bolsos de Bimba y Lola, así como calzado deportivo con los logotipos de Nike, Adidas y otras conocidas marcas.
Lo llamativo del caso era observar como estas personas se arremolinaban con fervor entorno a los manteros y como adquirían, casi de forma compulsiva, bolsos y zapatillas por unos pocos euros.
Tan sorprendente como ver cada día personas luciendo sin ningún rubor un bolso de pésima calidad con el título Bimba y Lola de manera aparatosa y unas pomposas zapatillas con el logo alado de Nike.
Todo ello comprado en un mercadillo cualquiera y a un precio ridículo pero que, de alguna manera, constituye para quien lo porta una seña de identidad en aras de su presunto ascenso social.
En este otro artículo tratábamos ese concepto del «ascenso social» y la percepción subjetiva de clase; lo que llega a convertirse en toda una obsesión para aquellas personas que pretenden sentirse realizadas acaparando multitud de productos de cualquier tipo.
Una derivada más de un modelo económico perverso que ha traído de paso una degradación del medio ambiente -consecuencia del exceso de producción para satisfacer una sed consumista desmesurada-, que puede resultar altamente perjudicial para la salud del planeta y por ende para la propia raza humana.
El fast fashion
Casi el 75 % de la producción mundial de ropa, bien una vez usada o por exceso de producción, acaba en vertederos cada año. Especialmente en el desierto de Atacama en Chile, el mayor vertedero textil del mundo, junto a los de Kenia y Ghana en el continente africano.
Lo que provoca un extraordinario problema medio ambiental ya que muchos de los materiales con que se fabrican no son biodegradables y otros difícilmente reciclables que terminan contaminando el suelo y el agua.
Todo ello provocado por el llamado «fast fashion» o moda rápida, un modelo de producción de prendas a bajo coste, fabricadas en muchas ocasiones en condiciones deplorables, auspiciada por las grandes empresas del sector a nivel mundial para dar rienda suelta al modelo consumista actual.
Para garantizar la enorme rotación de tan ingentes cantidades de producto, estas firmas promueven 6 o 7 temporadas al año, por contra a las dos únicas que tenían lugar hasta hace algún tiempo. Lo que desata una poderosa reacción en buena parte de consumidores ávidos de mantenerse a la moda en pos del mencionado estatus social.
El medioambiente
El problema lejos de solucionarse va en aumento con la proliferación de nuevas plataformas en Internet que arrastran a millones de consumidores con precios incluso más bajos que con una mayor merma en la calidad de las prendas acaban desechándose aún más rápidamente.
De paso millares de puesto de trabajo que se pierden en establecimientos especializados, cualificados y mejor retribuidos, para dar paso a la precariedad y la temporalidad en las grandes cadenas del fast fashion en centros comerciales, en plataformas logísticas cada vez más robotizadas y a transportistas exhaustos.
Es el éxito de un modelo de capitalismo depravado, corrupto y embaucador cuyas consecuencias vemos día sí y otro también en cada una de las facetas de la vida y causante de las sucesivas crisis que vienen sacudiendo a la humanidad desde que el arranque del segundo milenio consolidara definitivamente el mismo.
Cambiar semejante esquema se ha convertido en una tarea hercúlea para cualquier administración que se lo proponga dados los ingentes recursos de las grandes compañías multinacionales y de los idólatras del dios mercado.
Así como una labor de concienciación sobre una masa ensimismada por dicha acumulación de pertenencias que resulta sumamente difícil frente a tan extraordinario aparato de propaganda.
Ni siquiera una crisis tan trágica como la pandemia ha conseguido poner freno de manera sensible tan diabólico modelo. Las repercusiones medioambientales del mismo resultan ya irrefutables pero corresponde solo a la propia raza humana poner remedio a ello.