A propósito de: José Ignacio Torreblanca, Asaltar los cielos. Podemos o la política después de la crisis. Barcelona, Debate, 2015, 218 p.
Es un tópico ya manido decir que lo que ha hecho Podemos, tanto a nivel de estrategia política como comunicativa, se estudiará en las facultades de Ciencias Políticas de todo el mundo. Es verdad que pronto veremos en los estantes de las librerías y las bibliotecas volúmenes probablemente dedicados a la recepción española de Laclau, de Mouffe o de Gramsci, a la construcción de un movimiento nacional-popular o a las posibilidades de una política postneoliberal en los países del sur de Europa, etc. Pero a la espera de que el mundo académico produzca en consonancia con la velocidad de los cambios sociales y políticos contemporáneos, se observa que es ya considerable el número de trabajos que con un carácter divulgativo se dedican a analizar la llamada hipótesis Podemos. Aquí encontramos entre otros el trabajo de proximidad realizado por Ana Domínguez y Luis Giménez (Claro que Podemos, Libros del Lince, 2014), el volumen colectivo crítico con Podemos coordinado por John Müller (#Podemos. Decostruyendo a Pablo Iglesias, Deusto, 2014), el presentado en formato ebook por el colectivo Politikon de carácter más politológico (Podemos: la cuadratura del círculo, Debate, 2015) y más recientemente el recorrido trazado por Jacobo Rivero en su Podemos. Objetivo: Asaltar los cielos (2015) editado por el grupo Planeta.
Gracias al revival de Gramsci, sabemos que el poder no puede ser pensado solo en su aspecto coercitivo y localizado, sino que requiere de la fabricación de consensos que establecen una orientación subjetiva y que producen una trama simbólica que unifica y naturaliza las ideas dominantes sin necesidad de imposición. En este sentido, la accesibilidad de estas obras para el gran público, las convierten en una herramienta idónea para entender esta nueva etapa de la historia política española cargada de citas electorales cruciales pero también, y por ello, para la producción ideológica de argumentos explícitos para un uso popular. Este sería el caso, a mi parecer, de la obra del profesor de Ciencias Políticas y colaborador habitual de El País, José Ignacio Torreblanca, que bajo el título de Asaltar los cielos. Podemos o la política después de la crisis (2015), nos presenta un análisis sesgado del contexto, de los líderes y del futuro de Podemos.
Nacido en las cercanías de ese intelectual orgánico acertadamente descrito por Gregorio Morán en su último libro, como es el diario del grupo Prisa, el volumen que tenemos en nuestras manos sería un ejemplo claro de disputa por el sentido común ante lo que el fenómeno Podemos puede significar. Para la Ciencias Políticas el ensayo aporta poco, para el Régimen de la Transición me temo que mucho. En cierta manera, el volumen de Torreblanca tendría el objetivo de avalar científicamente la normalidad del consenso en torno a aquel bloque hegemónico construido sobre la base de los dos grandes partidos. A su modo de ver, Podemos es una fuente de riesgo que vendría a poner en tela de juicio no sólo el Régimen del 78, sino la propia democracia y con ella la sociedad española misma. Aunque encontramos aquí un cierto tono social-liberal a veces equidistante, no estamos lejos de las declaraciones de estos días de Esperanza Aguirre que tras el resultado de Ahora Madrid ha calificado de “peligro para Occidente” a Manuela Carmena.
Para nuestro autor, que aquí muestra cierta ‘latinoamericanofobia’, la hipótesis Podemos “no tendrá éxito” en la medida en que se trata de «un proyecto político de corte nacional-popular que hunde sus raíces en las experiencias vividas por unas sociedades fracturadas como las latinoamericanas”. Quizá habría que recordar también que los máximos líderes de Podemos son demasiado expertos en sistemas políticos como para llevar a cabo una copia superficial de aquellos países. Es más, sin entrar en determinaciones históricas, Torreblanca baja un peldaño civilizatorio a estas sociedades: no combinan la libertad, prosperidad, igualdad de oportunidades y cohesión social del entorno europeo, menos si cabe lo podrá hacer un partido basado en la figura de un líder carismático a pesar de que sea sometido a procesos democráticos constantes. El miedo entra una vez más en el discurso y la construcción ideológica en torno a Podemos vuelve a cargarse de radicalidad. Donoso Cortés nos sueña cercano: “Podemos sólo sobrevivirá si se adapta a esa sociedad, y fracasará si intenta convertir la sociedad en algo que no es” (19). Torreblanca se ha dado cuenta que audazmente Podemos viene a poner en crisis el juego de poder del bloque dominante emergido del 78 y ofensivamente cambia el marco para situar fuera de juego al adversario: Podemos viene a romper el sistema. Este sería su marco ganador, que adornando de las numerosas veces que se citan los nombres de Chávez y Lenin en el libro puede tener relativo éxito pero poca credibilidad
Precisamente para encubrir esta tensión, es necesario conformar una visión ideológica que la encumbra. Sin embargo lo que revela la crisis en verdad es la falta de ideología para conformar posibles visiones de consenso. Ahora el emperador ha quedado desnudo. Los partidos políticos y demás instituciones se muestran incapaces para la traducción ideológica de lo privada en público y despliegan toda su imposibilidad de hacer pasar sus intereses individuales como un régimen de interés general. Así lo han puesto en evidencia las últimas elecciones autonómicas. Por esto también nos resulta burdo el capítulo títulado “Los buenos bolcheviques” del libro de Torreblanca, en donde se analizan las carreras profesionales de Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Iñigo Errejón, que si bien describen la trayectoria formativa de estos tres miembros de Podemos, limitan su experiencia política y vital que desencadena la creación del partido, a la dicotomización del espacio político aprendida en América Latina.
En los capítulos siguientes, con acierto Torreblanca pone en evidencia el uso estratégico de la televisión realizado por Podemos como factor fundamental en el terreno de la producción de ideología. Al modo de Berlusconi, hablaríamos aquí de un “pueblo de la televisión” tal y como lo ha descrito recientemente el propio Pablo Iglesias. Este sería el intervalo que iría desde la creación de La Tuerka hasta el desembarco en las tertulias de las grandes cadenas. “El chico de la coleta” fue una suerte de significante vacío en torno al cual se agruparon una serie de demandas que en un contexto de alta desafección constituyeron un “nosotros”, un “pueblo”, frente a “la casta”. A continuación, el profesor de Ciencias Políticas de la UNED relata el proceso de formación de Podemos a raíz de la interpretación del 15M como un momento nacional-popular en el que se abría una ventana de oportunidad, el rechazo de dicho relato por parte de la cúpula de Izquierda Unida, las desavenencias en la creación con Izquierda Anticapitalista (“las dos almas de Podemos”), el proceso de constitución de la fuerza política en Vistalegre escenificado con el célebre grito: “El cielo no se toma por consenso, sino por asalto”, que avalaba la habilidad e inteligencia estratégica del grupo promotor y su desarrollo institucional hasta la actualidad.
En conclusión, la audacia de Podemos consistiría en haber insertado en la grieta abierta por la crisis un proyecto de corte nacional-popular adaptado al contexto específico español. Ante dicha estrategia, Torreblanca también expone su visión en la que Podemos, víctima de sus contradicciones internas e incapaz de imponer un proyecto nacional-popular, fracasaría a la hora de lograr el poder (aunque permaneciera como fuerza política relevante). Esto reflejaría, a su modo de ver, la fortaleza del régimen pero también la incapacidad del mismo para renovarse. En verdad, Torreblanca lo que nos está planteando es que, sobre la evocación del R78, en lugar “de la polarización” que, en su opinión, ha producido Podemos, las transformaciones políticas necesarias debería venir de la mano de los pactos y los consensos: “la vuelta al pacto y la transacción, tan habituales en nuestro entorno”.
Sin embargo, llegados a este punto habría que recordar que ha sido la oligarquía dominante la que ha hecho de la normalidad radicalidad, que ha sido ella la que ha roto el acuerdo de cohesión social del 78 y que al hacerlo, ha sido ella la que ha inaugurado la política salvaje en la que vivimos. Esto no se puede asumir de otra manera. El R78 no ha sido puesto en peligro por una fuerza llegada desde fuera sino que ha implosionado desde dentro. En este espacio, Podemos ha sido el actor que ha recogido una demanda social extensa, dotada de una conciencia política intensa y democrática nacida el 15M, que lejos de tener un signo radical, lo tiene conservador, en el sentido de reivindicar unas mínimas condiciones de vida y unas reglas que sean las que sean garanticen que una casta de señores y señoras no actúen impunemente.