Si tuviéramos que asociar la palabra creatividad con destruir o crear, todos pensaríamos de primeras en la segunda opción. En lo que comentamos hoy, no es así. Resulta que la destrucción creativa en economía es un concepto ideado por el sociólogo alemán Werner Sombart y popularizado por el economista austriaco Joseph Schumpeter en su libro Capitalismo, socialismo y democracia (1942).
El concepto se refiere al proceso de innovación que tiene lugar en la economía de mercado, en el que los nuevos productos destruyen viejas empresas y modelos de negocio. Según consideraba Schumpeter, las innovaciones de los emprendedores son la fuerza que hay detrás de un crecimiento económico sostenido a largo plazo, pese a que puedan destruir en el camino el valor de compañías bien establecidas. Esto mismo ha sucedido en ciudades como Detroit, que no han sabido adaptarse a los cambios, a la destrucción creativa y han terminado entrando en bacarrota y degenerando, supuestamente, en una ciudad obsoleta (que no lo es, si no es que así se quiere que sea).
Pero, más allá de casos particulares, los países desarrollados del momento por capital y desarrollo, son los que aglutinan esos cambios innovadores a cargo de los emprendedores. Sin embargo, a la vez que contribuyen a esa destrucción creativa, se encargan de obstaculizar el crecimiento en los países subdesarrollados. Lo hacen mediante aranceles, subvenciones en sectores ineficientes, etc. que para lo único que sirven es para frenar y estancar países que a lo único pueden dedicarse es a la agricultura. Compiten contra quien no deben competir, pues lo que les interesa es mantener esa posición puntera en innovación, evolución tecnológica y adecuación a los trabajos nuevos nuevos que surgen.
Los estudios (.pdf) sugieren que la fuerza de trabajo seguirá teniendo una ventaja comparativa en términos de inteligencia social y creatividad. En consecuencia, las estrategias de desarrollo de los gobiernos deberían centrarse en mejorar estas habilidades de modo que complementen las tecnologías informáticas en lugar de competir con ellas.
A modo de conclusión, remarcar que para seguir avanzando y ser referencia, los gobernantes de los países deberían olvidarse de frenar el avance de los países subdesarrollados, siendo más eficientes en el gasto público y el lugar al que debería dirigirse ese esfuerzo debería ser a mejorar la educación y la adaptabilidad de la mano de obra a las nuevas tecnologías. Todo y todos podemos avanzar sin eliminarnos unos a otros por el camino.