El martes, Claudia se entera de que sus padres van a pasar el fin de semana al pueblo. Claudia está de exámenes y, como no puede irse, se va a quedar sola en casa. Su hermano pequeño también se va con ellos, a él le encanta irse al pueblo y reencontrarse con sus amigos de allí e irse a pegar patadas al balón o a subirse en el tejado de las casas abandonadas…. A Claudia no le gusta mucho ir, se siente rara, y con sus amigas de allí se aburre, tienen temas de conversación solo de chicos y siente que tiene que poner caras de interés, aun cuando se aburre como una ostra y desconecta pensando en sus cosas…
Lo de hablar de chicos es algo que también hacen sus amigas del instituto, pero ¿por qué hablar tanto de ellos? No entiende por qué hablar de ellos y ocupar el centro de sus conversaciones hablando de este y de aquel y luego cuando ellos están presentes la actitud es otra, aparentan como si no los vieran, o si los ven, hacen como que no me importas o no me interesas o como si tuvieran algo mejor que hacer.
Claudia siente que la cabeza le estalla, primero monopolizamos el tema con ellos, aguanta por estar con sus amigas, con las del pueblo y con las del instituto, y tener que escuchar cosas que no le causan interés y luego como si de otras personas se tratasen, se actúa aparentando lo que no se es. Claudia no entiende porque hay que fingir y qué hay de malo en demostrar lo que se siente de verdad. Cuando van al cine, exteriorizan las dudas y las ganas de ver las pelis que están en cartelera, y cuando tienen ganas de helado, van la heladería de la Menchu y se les nota en las caras como ensalivan imaginando la combinación infinita de sabores en el cucurucho bañado en almendras y caramelo.
Entonces, ¿por qué con ellos delante, demostrar lo que se siente es diferente?
¿Por qué esconder una emoción si luego se pasan horas hablando?
¿Por qué ocultar lo que se siente?
Cuando plantea la cuestión y se indigna, sus amigas se ríen y le dicen que es una rara, o que está empanada y no se entera. Ella se siente diferente, como bicho raro. A veces siente que no la toman en serio, que no la comprenden.
Sus amigas también hablan de hacerlo con los chicos y le preguntan a Claudia que cuando se va a estrenar, que todas lo han hecho ya menos ella y que a qué espera. Que el Josepe es muy guapo y que está muy cotizado porque hay muchas que van detrás de él, y que como tarde mucho se va a cansar de esperar.
Claudia no entiende, no sabe a cuento de qué hay tanta prisa en estrenarse, en hacerlo, en perder su virginidad.
Ella siempre ha pensado en hacerlo con alguien especial, pero no con Josepe. Se imagina que su primera vez será como en las películas, con ropa interior de cuero o no, mejor con encaje negro, de ese que parece que se va a romper sino te lo quitas con cuidado. En su fantasía, se imagina con un super cuerpazo, delgada y depilada. Se imagina y se imagina pero no se ve a ella, se imagina a la de las películas, o la del anuncio de colonia que siempre ponen en navidades, y siempre se fija en ellas, en como miran y en cómo se mueven, siente que tiene que ser como ellas.
Y ese fin de semana Claudia está sola en casa.
Ha quedado con sus amigas en donde siempre, están frenéticas de la emoción y se ponen a organizarle el fin de semana. Todas sentadas, inquietas, con caras sobrepasadas por la emoción con el bombón con hielo en mano se quitan palabras de la boca y le dicen lo que tiene que hacer, porque del grupo de las cinco, todas dicen que Claudia es la más pará y la que se está torrando porque aún no “ha hecho nada”.
Luci le dice que es su momento, que no puede dejar pasar la oportunidad, que estas cosas hay que aprovecharlas que si no luego te arrepientes.
Eli le recuerda que el año que viene pasaran a bachillerato, que ya tienen una edad y que no puede ser que la hermana de Eli y las amigas, que son más pequeñas, estén más avanzadas que ella, que se está quedando atrás…
Ana está inlove con Dani y le dice que no hay mejor experiencia que estar con tu chico, entregarte a él y hacerle saber que eres toda para él.
Y Celia se ríe, dice que nada es para tanto y que si está dejando pasar tanto la oportunidad con un tío como Josepe tendría que mirárselo, que a ver si va a ser tortillera o algo de eso… Que lo suyo no es del todo normal.
Claudia tiene un cacao de esos de no aclararte, no entiende en qué carrera de obstáculos se ha metido sin ella saberlo. Al escuchar a sus amigas siente la presencia de unos jueces inquisidores subidos en lo alto que con sus miradas y banderas de colores aprueban o desaprueban lo que hace, de esos que suben o bajan pulgar y que si no haces lo que tienes que hacer te tiran a los leones.
No sabe qué hacer, resulta que sus mejores amigas la hacen sentirse mal, como bicho raro y no siente ningún tipo de apoyo ni de empatía, parece que la carrera se ha puesto en funcionamiento y ya no puede salir de ahí.
Josepe se ha enterado de que Claudia se queda sola en casa. La espera a la salida del instituto y le pregunta que por qué no le ha dicho nada, que menudo bajón enterarse por sus colegas y no por ella. Le dice que parece que no me quieres, no me quieres de verdad, no me quieres como la Ana quiere al Chato, ni como la Luci al Iván.
Están cogidos de la mano, Claudia agacha la cabeza, siente los dedos sudar y quiere separarse de Josepe pero no quiere que él malinterprete el gesto y sigue agarrada a él y a su mano sudada. Respira y le dice que claro que lo quiere, que se lo pasa bien con él y que por favor no se enfade porque pensaba decírselo en el mismo momento que lo viera.
Él se arrima más a ella y mientras siguen caminando a pequeños pasos dirección a casa, le dice que si de verdad me quieres demuéstramelo, que sus amigos se meten con él y que necesita saber con hechos cuánto de verdad es lo que me quieres.
Claudia siente que la cabeza le revienta, siente que parece que su gente de repente ha empezado a hablar en otro idioma, porque no entiende nada de lo que está pasando, a cuento de qué tanta prisa, qué es lo que hay demostrar.
Josepe empieza pegarle golpecitos a las paredes mientras sigue caminando con Claudia. Con cada golpecito suelta susurro en forma de “qué putada” o “es que parezco tonto”.
Antes de llegar a casa, Claudia le dice que lo espera el viernes por la tarde en casa, que cuando salga de la academia a las seis se irá para casa y allí lo espera, que no se enfade y que el viernes podrán estar juntos solos los dos y en casa.
Josepe se pone contento, muy contento, su cara se ilumina y la abraza. A ella le gusta verlo así, contento, en realidad lo que no le gusta es verlo triste o serio y sentir que la culpable es ella de que él esté mal.
Viernes a las seis de la tarde y Josepe, con bolsa de chucherías en mano y unos litros de cervezas, toca el timbre puntual. Para Claudia es un momento raro porque sabe que a su madre no le gusta que vaya gente a casa cuando no están ellos.
Terminan de ver la peli y Josepe se pone a acariciar y a besar a Claudia. Ella está tensa, incómoda, se deja tocar, siente que es lo que tiene que hacer, es lo que han hecho sus amigas, es lo que tiene que hacer porque todas lo han hecho y es lo que toca hacer en ese momento crucial de su vida.
De repente Claudia se para, se quedan los dos quietos, se miran a los ojos y…..
¿Cómo crees que sigue la historia?
Te invito a parar y a reflexionar….
¿Qué sentías mientras leías? ¿Crees que es un suceso puntual, típico, exagerado o habitual?
¿Le has puesto cara a Claudia? ¿La has identificado como alguien cercano a tu entorno?
¿Cuántas Claudias pueden estar viviendo una historia así?
¿Y qué pasa con Josepe?
¿Le has puesto cara a Josepe? ¿Lo has identificado como alguien cercano a tu entorno?
¿Cuántos Josepes pueden estar viviendo una historia así?
¿En qué momento histórico crees que está ambientada esta historia? ¿1979, 1995, 2001 o 2021?
¿Crees que el siguiente capítulo cambia mucho si es de 1991 o si es actual? ¿Por qué?
En esta historia la desigualdad de género, su aprendizaje y sus efectos, se huelen de lejos.
La historia de Claudia y Josepe es la historia de muchas niñas, niños, jóvenes y personas adultas. Las consecuencias emocionales de ella no tienen nada que ver con las consecuencias emocionales de él. Ambas vivencias son el resultado de la mentalidad de la sociedad heteropatriarcal y androcéntrica en la que aún seguimos viviendo y ambas historias, en la mayoría de los casos, se mueven impuestas por las voluntades y expectativas de las terceras personas que, sin saberlo, con sus miradas, comentarios y comportamientos, proyectan sobre ti, sobre tus relaciones y tu vida, cuáles son los pasos que has de seguir y qué es lo que tienes que hacer porque es lo que te toca hacer, porque así es y así se ha hecho, y gira la rueda y vuelta a empezar.
Marionetas que reproducen el guión y lo están llevando a escena como pueden, a trompicones y sin conectar con sus deseos, apetencias y placeres.
Las expectativas que recaen en esta pareja, diferentes para ella y diferentes para él, son fruto del mensaje diferenciado por género, de un aprendizaje desigual de amar, que desde los distintos agentes socializadores vamos absorbiendo cual lluvia fina por los poros de nuestra piel desde que llegamos al mundo. Se absorben y no se cuestionan, sobre todo a edades tan tempranas como son los inicios de las relaciones sexo afectivas en la adolescencia, donde empezamos a dar los primeros pasos y a reproducir lo que de nosotras se espera en función de lo que somos.
Nadie nos enseña a hablar de afectos, de emociones, de vínculos y de sexualidad.
Si nadie te dice que además de esas opciones, existen otras, si en nuestro alrededor no tenemos referentes alternativos con formas de proceder variada, el resultado es simple y se repite, dando peso a la frecuencia, como si algo fuera legítimo o positivo porque pasara muchas veces.
A la falta de referentes le sumamos la presión grupo y la sanción social como consecuencia de no hacer lo que tus iguales esperan de ti, seguimos así perpetuando el mismo resultado.
Es un mensaje que llevamos arrastrando desde tiempo atrás y que todavía en 2021 resuena por los pasillos y los baños de los institutos. El mensaje de que hay que cruzar la meta, descorchar la botella o el de hacer el amor como una super muestra de amor (adivinad cual es el mensaje que se escucha en el baño de chicos y cual en el de chicas).
Romper los hilos preprogramados
Por supuesto que la historia puede tener infinitos continuarás. Continuarás sanos, placenteros y donde el consentimiento es el denominador común, pero lo que está claro es que si han llegado hasta ahí, convencidos de que hay que hacer lo que tienen que hacer porque es lo que hay que hacer y todo el mundo lo ha hecho, y aunque den un giro a la historia, incumplan con el camino trazado o busquen una ruta alternativa, en muchos casos, las sensaciones de malestar, de vacío interno, se harán presentes, no sabrán cómo rellenar ese hueco emocional y no entenderán qué es lo que les pasa.
Porque la actuación no va acompañada de razones y reflexiones previas que desangustien y desculpabilicen. Escuchan su interior, pero la voz exterior sigue teniendo mucho más eco y tendrán la sensación de que les están fallando al sistema y no sabrán que eso de tenerse en cuenta y hacer lo que realmente sienten, sin las imposiciones, es un acto revolucionario de auto amor.
Con mis gafas violetas facilito, desde la sexología feminista teniendo en cuenta y partiendo de la sociedad hetropatriarcal en la que vivimos, espacios de reflexión, de escucha, de intercambio de opiniones, de (auto) conocimientos y aprendizajes.
Si queremos que la historia continúe con ingredientes sanos, conscientes y responsables, algo como personas adultas debemos hacer. Si no les ofrecemos modelos alternativos no podemos esperar que por ellos y ellas mismas, como por arte de magia, sepan cambiar el final del cuento.
Que sepan que cuentan con un espacio personal suyo propio y que pueden elegir cómo relacionarse desde el respeto con otras personas, que pueden decir sí o decir no en función de sus apetencias y necesidades. Y que aprendan a aceptar los síes y los noes aunque no coincidan con sus apetencias y necesidades.
Los feminismos no sólo han de ser un eje transversal en la educación reglada, deberían de serlo también en nuestros hogares y en nuestros planos personales. Cuanto más incorporemos el feminismo a nuestra forma de ser, de vincularnos, desde la más tierna a infancia, mejor estaremos construyendo las relaciones, porque serán más justas, más igualitarias, menos machistas, menos violentas y más respetuosas con las diversidades de las personas.
Tenemos un compromiso con las futuras generaciones y no podemos permitir que la historia se repita, no podemos retroceder.
Se lo debemos
Ahora más que nunca, tenemos una misión, la de facilitar aprendizajes igualitarios y acompañar desde la infancia con una educación sexual consciente de calidad y sin censura. Incorporar la mirada violeta en nuestro día, desafiar los mandatos desiguales del amor en el que se nos socializa, tomar fuerza al mirar atrás y ver los avances, porque es nuestra parte de responsabilidad que Claudias, Josepes, Celias, Elis, Ivanes, Luisas, etc..sepan que son los protagonistas de su propia vida.