El vigente sistema económico-social siempre habla de competición y dinero, hasta tal punto que ha convertido todo en mercancía, incluso los bienes comunes de la humanidad. Son bienes comunes de la humanidad el aire limpio, los bosques, el suelo fértil, el agua que bebemos, el paisaje, los mares y los océanos, las semillas,… y el conocimiento. El conocimiento se ha convertido en mercancía a través del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad relacionados con el Comercio (ADPIC), una de las competencias de la Organización Mundial de Comercio (OMC). La OMC empezó a funcionar el 1 de enero de 1995. Y surgieron las patentes, mediante las cuales las empresas farmacéuticas vendían los conocimientos relacionados con la salud.
Como indiqué en mi colaboración anterior, la Organización Mundial de la Salud, un gran número de expertos y organizaciones de todo el mundo, han indicado que, dada las características de la actual pandemia, si no se modifica la forma que se está llevando a cabo la distribución de las vacunas, éstas no llegarán a los países con pocos recursos y “o vacunamos a todos o nadie estará a salvo». Las patentes son un obstáculo para vacunar a todos. Por ello, La Organización Mundial de la Salud se ha declarado a favor de suspender las patentes en el caso de las vacunas contra el covid-19.
La supervivencia de la especie
En una ocasión, preguntaron a Eudald Carbonell, uno de los arqueólogos de más prestigio y proyección internacional y, entre otras cosas, presidente de la Fundación Atapuerca: «¿De qué depende nuestra supervivencia?» «De que tengamos conciencia de especie», fue su contestación. Tener conciencia de especie es ser consciente de las características que diferencian a la especie humana de otras especies animales, y potenciar esas características.
Los seres humanos son los únicos seres vivos en los que en su evolución se distinguen dos procesos: homonización y humanización. El primero, homonización, se refiere al conjunto de cambios que tuvieron lugar al pasar de una fisionomía parecida a la de los simios hasta la que tenemos los seres humanos. La humanización es otro largo proceso, en este caso no biológico, por el cual tendemos a ser cada vez más «humanos». Mientras que el ser humano crece orgánicamente hasta cierto punto tras el cual deja de crecer, en humanización puede estar creciendo, sin restricciones, hasta su muerte. Se dice que «el proceso de humanización permite la transformación del hombre en Ser Humano».
Tener conciencia de especie es lo único que puede acelerar el proceso de humanización; algo, en estos momentos, que en verdad es urgente. Urgente, porque el vigente sistema económico social no tiene en cuenta las características del ser humano: interpretando de forma un tanto sui generis la doctrina de Adam Smith, supone que el comportamiento humano responde a un previo cálculo de costes/beneficios, en otras palabras, supone que el ser humano se comporta como «una máquina de calcular».
En la introducción del libro, La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis (Paidós, 2019) Jeremy Rifkin, uno de los pensadores sociales más célebres de nuestra época señala que «descubrimientos recientes en el estudio del cerebro y del desarrollo infantil nos obligan a replantear la antigua creencia de que el ser humano es agresivo, materialista, utilitarista e interesado, por naturaleza». Y añade: «La conciencia creciente de que somos una especie esencialmente empática tiene consecuencias trascendentales para la sociedad».
En otro de sus libros, La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse de capitalismo (Paidós, 2014), Jeremy Rifkin relata la aparición, en la escena mundial, de un sistema económico nuevo, el procomún (conjunto de bienes comunes de la humanidad) colaborativo. Según Rifkin, el procomún colaborativo es el primer paradigma económico que ha arraigado desde la aparición del capitalismo y el socialismo a principios del siglo XIX. . En este sistema la sostenibilidad desbanca al consumismo y la cooperación sustituye a la competencia. Todas esas cosas relacionadas con las características del ser humano, incluido el proceso de humanización.
Eduald Carbonell ha señalado que «el covid-19 es el último aviso y, si no se toman adecuadas decisiones, tendremos el colapso de la especie». Otra forma de decir que «nadie estará a salvo».
Todos los problemas que están surgiendo con las patentes de las vacunas contra el covid-19 se deben a que todavía no ha tenido lugar el eclipse del capitalismo, anunciado por Rifkin: la cooperación no ha sustituido a la competición en busca de las máximas ganancias económicas
Ahora, como ya he indicado en otra ocasión, India y Sudáfrica pidieron que, temporalmente, mientras durase la pandemia, las vacunas fueran liberadas de patentes. Los países ricos se negaron. No es la primera vez que nuestro sistema económico pone de manifiesto que, para él, la salud no es un derecho humano y, por tanto, solo podrán gozar de ella quienes tengan dinero para comprar los medicamentos bajo patente.
He leído que en 1998, cuando África fue azotada por la epidemia del VIH, varios gobiernos del continente pidieron retirar las patentes de las empresas farmacéuticas para poder obtener las medicinas que necesitaban para evitar muertes. Los países ricos donde se producían esos fármacos, de acuerdo con la OMC, se negaron. ¿Es humano?
El factor del enriquecimiento
Joe Biden, actual presidente de Estados Unidos, ha dicho recientemente, que su gobierno respaldará las negociaciones para suspender temporalmente los derechos de propiedad intelectual sobre las vacunas contra el covid-19. Ahora las discusiones deben seguir en la OMC, donde, se ha demostrado, juegan un importante papel las grandes empresas- No sé qué sucederá, pero parece que hay países europeos que ya han dicho que se opondrán a esa suspensión, aunque sea temporal. En cuanto al Gobierno español, el leído que en el caso de votación en el Congreso, es probable que salga ganando el no. A pesar de que, consecuencia de la empatía y solidaridad del ser humano, multitud de ciudadanos están apoyando a las organizaciones de la sociedad civil, es decir, no gubernamentales, en su solicitud al Gobierno de que apoye la supresión, voluntaria, de las patentes contra el covid-19. Problemas de la democracia representativa.
Según www.diariomedico.com del 9 de marzo último, «Se entienden bien los argumentos que esgrimen partidarios y detractores de esa medida que, hay que insistir, se plantea como excepcional, al igual que lo es la pandemia. Pero para poder juzgar la cuestión hace falta transparencia: qué coste real ha tenido el desarrollo de esas vacunas; qué han invertido en ellas las empresas propietarias de las patentes y el sector público, incluyendo los ensayos clínicos en sus diversas fases, y qué riesgo (real) han asumido esas empresas al colocar las vacunas en el mercado. También estaría bien saber qué beneficio económico llevan ya acumulado tras su venta en países occidentales -¿es razonable o es un enriquecimiento desproporcionado aprovechando una emergencia sanitaria de proporciones mundiales?- ».