“Ay no sé el tiempo que hace que no tengo un orgasmo de verdad…”
“Con la penetración siempre tengo que fingirlos, él se pone ahí, en todo lo suyo y cuanto más grito, antes acaba y podemos pasar a otra cosa”.
“La verdad es que por las noches no me apetece nada, acabo cansada, la cría durmiendo, pero claro, ¿Quién le dice que no a este?”
“Fingir orgasmos es un acto de respeto a la otra persona, así de claro”.
“Pero vamos a ver una cosa, si tu marido tiene ganas de fiesta, tú se las das y punto”
“Si no quieres que tenga tentaciones por ahí con otras, más nos vale apechugar y estar disponibles”.
“Ay qué ver cómo sois las feministas estas, toda la vida ha sido así, ahora queréis que las cosas cambien, apañadas vais”.
“Yo la verdad es que tampoco veo nada grave en todo esto, igual que te comes un plato de comida sin hambre porque sabes que hay que comer, pues con esto pasa lo mismo, no sé qué manía tenéis de buscar los tres pies al gato”
“Qué modernas sois, con razón no os echáis novio”
“Lo que yo no entiendo es porqué cuando yo me toco sí que llego a tener un orgasmo pero cuando follamos no tengo ninguno”
“Cada vez estoy más cansada del siempre lo mismo, siempre de la misma manera… Y encima no espera a que yo esté lubricada, me la mete en seguida, se pone con el mete saca y me duele un montón”.
“Habrase visto! Y qué más os da a vosotras si gritamos más o gritamos menos? Si fingimos o si los sentimos? Con las cosas importantes que hay, con todo lo que está pasando y os preocupa que finjamos los orgasmos? “.
“Me encanta que me la meta, me encanta que me embista, en plan macho cabrío, pero luego acaba en seguida y yo me quedo con ganas de más”
“A mí es que decirle que no llego al orgasmo con él me da una pena… ¿Qué trabajo me cuesta a mí lo de pegar tres gritos y así todos contentos?”.
Cuando tomamos conciencia de nuestro cuerpo y nuestra responsabilidad con nuestro placer los anteriores testimonios pasan a ser cosas anecdóticas y del pasado.
Sobra decir que estos testimonios son los reflejos de la cultura patriarcal, cisheteronormativa y coitocentrista que nos educa y nos trata de forma diferenciada por cuestiones de género y sexo, influyendo en nuestros valores, en nuestros cuerpos, en nuestras vivencias y experiencias sexuales. Se generan unas expectativas desiguales en las que unos, los hombres, pasan a ser los activos y otras, las mujeres, pasan a ser pasivas, las objeto de deseo.
Los mensajes culturales se plasman en el cuerpo, y lo sabemos porque nuestra vivencia con nuestra sexualidad no es la misma ahora que la de hace ochenta años, ni tampoco es la misma la de nuestra cultura que en otra.
Es importante ponernos en antecedentes porque de esos barros esos lodos, y porque aunque estemos en 2019, si no se hace una educación sexual consciente, respetuosa y feminista seguiremos repitiendo patrón de los ´60 en dimensión 4.0.
Aunque en este artículo me estoy centrando en la sexualidad de mujeres en encuentros heterosexuales, también existen hombres que fingen orgasmos en sus encuentros eróticos.
Las razones son diferentes. En estas líneas seguiré centrándome en situaciones vividas y contadas por mujeres. Casos como:
CASO 1:
Mujeres a las que les da pena, “cosa” el decepcionar a sus parejas. Asocian fingir orgasmos con el hecho de ser una buena señal para mantener la relación, para que la llama de la pasión no se apague y con que su compañero no se sienta herido, decepcionado o frustrado.
CASO 2:
También están las que no tienen ganas pero su “rol de sumisión femenino” las impulsa a que “tengan que cumplir” y a no negarse a decir no. Hasta hace unos años existía el “débito conyugal” y aunque hoy en día sea una práctica sin valor alguno, culturalmente perdura en la conciencia colectiva de muchas personas, donde la obligación y el deber están por encima del querer, el placer y el consentimiento.
CASO3:
Hay quien con el coito, siente molestias o dolores, y la forma que tienen de evitar esos dolores es acelerar el encuentro, fingiendo un orgasmo para que el encuentro sexual acabe cuanto antes.
Una relación sexual es completa cuando hay coito con orgasmo.
Esta es una falsa creencia, nos transmite el mensaje de que las prácticas penetrativas son las prácticas sexuales por excelencia, en las que si no hay orgasmo algo va mal. Esta creencia empobrece nuestro imaginario y nuestro repertorio puesto que para que la relación sexual sea plena y satisfactoria sí o sí se ha de conseguir el orgasmo.
Dar este mensaje como verdadero y único nos limita, nos condiciona, nos provoca malestares, nos hace caer en la frustración cuando no se consigue el tan preciado orgasmo, nos hace infravalorar otras prácticas y experiencias sexuales.
El orgasmo no es un indicador de calidad, no da puntos, no nos hace mejores amantes, ni marca el final del partido.
Expresar un orgasmo sin sentirlo, hacerlo por pena, por aburrimiento, por complacer al otro o por automatismos es una forma de desconexión y (auto) engaño. Elegir expresarlo sin sentirlo, porque te erotiza escucharte, eso es otra cosa.
El orgasmo no tiene por qué ser siempre el protagonista de todos los encuentros sexuales y eróticos, puede ocurrir o no, y eso no significa que no haya placer o que la experiencia vivida no sea satisfactoria. Es una parte importante pero no lo es todo.
Placeres hay antes, durante y después del orgasmo, hay placeres cundo no hay orgasmos y cada cual con su ritmo y sus intensidades.
Un encuentro sexual no es una maratón donde hay una meta a conseguir, hay un camino a recorrer y tenemos el placer de disfrutarlo, centrando nuestra atención en las sensaciones que experimentamos.
Tener un encuentro sexual es una elección, mi decisión.
Decir no a un encuentro sexual o erótico con alguien, cuando no te apetece, es tu decisión y es un acto de respeto hacia ti misma, hacia la persona y hacia la relación, ya sea ocasional o estable.
Fingir los orgasmos de forma reiterada, estar siempre disponible, no oponerse, hacer algo que no se desea o no comunicarse conlleva que la otra persona se haga una falsa composición de lugar. Es como la pescadilla que se muerde la cola. Por ejemplo: en el caso 3, donde el motivo son las molestias en la penetración, si la respuesta de ella es de placer fingido, la otra persona interpreta que esa práctica con penetración, es satisfactoria por lo que en sucesivas ocasiones repetirá esquema generándose una espiral de dolor y orgasmo fingido casi normalizado para ella y de refuerzo positivo y satisfacción para él.
En el centro de mis necesidades estoy yo.
Tú eres tu prioridad, tenerte en cuenta es un acto de buentrato hacia ti. No puedes pasar a un segundo nivel priorizando los deseos de otra persona en contra de los tuyos propios. Ese esquema no es sano para ti, puedes transformarlo y construir otro acorde con tus deseos, tus gustos y tus necesidades.
Aprender a conectar con nuestra sexualidad es una tarea. Tomar decisiones según nuestras apetencias es nuestro derecho. Si no tengo ganas de algo, no tengo por qué hacerlo.
Tú decides expresar desde tu libertad
Por tener pareja no tenemos por qué estar disponibles siempre que él tenga ganas. Tienes libertad de decir no y no por eso lo quieres más o lo quieres menos. Te quieres más a ti, te escuchas, te respetas y actúas en consecuencias.
Darnos permiso al placer, a sentir, a estar presentes.
Las mujeres somos cíclicas, somos cambiantes. Cuando aprendemos a escucharnos, a explorarnos, tomar conciencia de nuestro cuerpo, de nuestro placer, de nuestro disfrute podemos observar cómo se producen cambios a otros niveles (emocionales, relacionales, de salud…). Nos hacemos dueñas de nuestro placer.
Tenerse en cuenta, apartarnos de la culpa e incorporar la comunicación en nuestras prácticas sexuales es nuestra tarea.
Buentratarnos para buentratar la relación, la pareja.
Disfrutamos mejor si aprendemos a comunicar(nos).
Desaprender para aprender lo que te gusta, para construir tu propio modelo de sexualidad, para tener relaciones eróticas satisfactorias libres de expectativas patriarcales donde poder expresar tus deseos de forma libre y respetuosa.
No siempre apetece lo mismo, ni se disfruta de la misma manera. Por eso es importante poner palabras al deseo silenciado y saber qué quiero, qué quiere y qué no quiero y qué no quiere.
Comunicar es no dar nunca nada por hecho. No pueden saber cuáles son nuestros deseos si están silenciados, hay que hablar, dialogar, negociar, preguntar, proponer, susurrar, escuchar, sugerir y expresar.
Expresa lo que te gusta, haz lo que te gusta.
Dar y recibir. Recibir y dar.