Gina Rippon, británica y profesora de Neuroimagen Cognltiva en el Aston Brain Center de la Universidad de Aston ha realizado unas investigaciones que desmontan el mito de que hombres y mujeres tienen cerebros diferentes. Considero interesante analizar lo que ha afirmado en las múltiples entrevistas a las que fue sometida durante su reciente estancia en España.
Rippon ha provocado un terremoto en la comunidad científica con su libro El género y nuestros cerebros de la editorial Galaxia Gutenberg (año 2020). En él afirma que se lleva años malinterpretando datos científicos parciales para demostrar que hombres y mujeres son diferentes. No se trata de investigar si existe alguna diferencia entre los cerebros femenino y masculino, sino partir del supuesto de que son diferentes y buscar donde está la diferencia. Sin embargo, lo correcto, afirma Gina Rippon, es estudiar, sin prejuicios, toda la información recababa sobre miles de cerebros. Ese estudio, defiende, lleva a la conclusión de que la mayoría de datos de ambos géneros se solapan enormemente.
¿Se sigue investigando el cerebro a partir de un prejuicio? Rippon afirma: «Sigue existiendo ese prejuicio. Así comenzó todo. La diferencia siempre se dio por descontada: Nunca se cuestionó si realmente hombre y mujer tenían cerebros diferentes. Como tenían posiciones distintas dentro de la sociedad, los científicos que comenzaron a investigar el cerebro se dedicaron a demostrar de donde venía esa diferencia. El statu quo no se discutía. Las mujeres eran seres inferiores y se trataba de hallar el modo de demostrar que sus cerebros también eran inferiores».
Interesante es la «teoría de la complementariedad», surgida para «describir las maravillosas habilidades que tenían las mujeres, que les hacían ser esposas perfectas o madres perfectas». Según Rippon, «todavía encontramos rastros de ese pensamiento en la literatura científica actual. La idea de que las mujeres están preparadas para desarrollar ciertas tareas, en contraposición a los hombres, que tienen habilidades diferentes».
Rippon confiesa, que inicialmente, me «fascinaba todo lo que aportaban las nuevas técnicas de neuroimagen. Pero a la vez me perturbaba comprobar cómo muchos de los nuevos datos eran claramente mal interpretados o expuestos erróneamente. […] Dejas de preguntarte si existe un cerebro femenino y otro masculino, y te centras en averiguar qué tipo de impacto tiene la sociedad sobre un cerebro en desarrollo. Porque quizá sea finalmente la razón de todas las diferencias que asumimos».
Plasticidad del cerebro
Las experiencias externas influyen más en un cerebro que el sexo de su propietario.
Rippon explica: «Niños y niñas reciben juguetes diferentes, y eso se ha demostrado que tiene una gran influencia. La hemos podido rastrear en el tiempo. Los niños que juegan con construcciones como el Lego desarrollan habilidades espaciales que pueden conducirles a estudios de ciencia y hacia profesiones relacionadas con ella. Cuando descubres diferencias de sexo en las habilidades espaciales, lo que debes preguntarte es qué tipo de formación han tenido en ese campo las personas que estás observando. Si te centras en eso, descubres que las diferencias de sexo desaparecen. Nuestras experiencias tienen género. Creo, por ejemplo, que la industria de los juguetes en el siglo XXI está mucho más marcada por el género de lo que estaba antes».
«El cerebro es permeable y maleable. La actitud es muy importante, y construye cimientos muy poderosos. Si tratas a niños y niñas de manera distinta desde el principio, el resultado es obvio. […] Se preguntan a sí mismos qué se supone que deben hacer si son un niño o una niña. Y se esfuerzan por pertenecer al grupo en el que se les ha adscrito. Si las niñas deben ser ordenadas y prudentes, y los niños más brutos y valientes, harán lo posible por encajar en esa descripción».
En la misma senda, el respetado y ampliamente reconocido experto en neurociencia cognitiva, profesor de psicología en la Universidad de California en Santa Bárbara, Michael S. Gazzaniga, ha expresado claramente: «Nuestro cerebro se renueva a sí mismo durante toda la vida hasta un punto que hace poco se creía imposible». De hecho, un avance clave en el conocimiento de la estructura y la función del cerebro humano en las últimas décadas es precisamente el concepto de neuroplasticidad, esto es, la capacidad cerebral de cambio y adaptación.
Desde mi punto de vista, la plasticidad del cerebro del ser humano está relacionada con el proceso de humanización.
Objetivos de desarrollo sostenible (ODS). Agenda 2030
«Conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres y las niñas son tareas pendientes de nuestra época y constituyen el mayor desafío en materia de derechos humanos del mundo», afirma Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas. Sin embargo, no es la primera vez ni la última en la que la ONU menciona la necesidad de que la Humanidad considere iguales los dos sexos.
El 18 de diciembre de 1979, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, que entró en vigor como tratado internacional el 3 de septiembre de 1981 tras su ratificación por 20 países.
A pesar de los considerables avances en la promoción de la autonomía de la mujer, la discriminación por razones de género sigue estando arraigada en todas las regiones del mundo: millones de mujeres y niñas de todas partes del planeta siguen careciendo de cualquier tipo de poder y de voz, y no pueden disfrutar de sus derechos. Con frecuencia, las mujeres siguen siendo el objeto, el sexo que debe agradar, las que carecen de discurso propio, las que se muestran como compañeras del varón que triunfa.
Sin embargo, las consecuencias negativas de la desigualdad que sufre la mujer repercuten en toda la sociedad y es un impedimento para el desarrollo humano. Octavio Salazar Benítez, profesor titular de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba, en su libro Masculinidades y ciudadanía. Los hombres también tenemos género (Madrid, ed. DYKINSON, 2013:37) señala que «la crisis económica que estamos viviendo es consecuencia de un modelo basado en la idea fuerza del patriarcado: la competitividad, la violencia, la desigualdad. El proceso de globalización se ha apoyado en dinámicas depredadoras e imperialistas y, por ello, es necesario también cuestionar nuestro modelo productivo».
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, celebrada en Rio de Janeiro en 2012 se diseñaron 17 Objetivos Mundiales, más conocidos como Objetivos de Desarrollo Sostenible, que se pueden considerar como un llamamiento universal y urgente a poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad; en otras palabras, para construir un mundo pensando en las generaciones futuras.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 5 es «lograr la igualdad entre géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas». Puesto que los 17 Objetivos están relacionados entre sí, es decir, el éxito en el cumplimiento de un objetivo afecta a la consecución de otros, poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas es un importante camino hacia un mundo no solo sostenible sino a uno más humano .
La historia humana ha demostrado que los derechos, lejos de ser concedidos graciosamente, se conquistan con protestas y movilización, es decir, no son fruto de una regla interna de la evolución humana (humanización), sino el resultado de muchas luchas colectivas. Así, a lo largo de la historia, la especie humana, siempre debido a protestas protagonizadas por algunos de sus miembros más sensibles y atentos, se ha hecho cada vez más humana. Y, desde ese punto de vista, es muy valiosa la investigación de Gina Rippon: hombres y mujeres somos iguales.
Referencias
- Gina Rippon. “No tiene sentido preguntarse si un cerebro es femenino o masculino”. EL PAÍS, 23 de febrero de 2020.
- https://www.agenda2030.gob.es/objetivos/objetivo5.htm