Eddie, 2022. Fotografía personal
Aprende a vivir como vive un gato.
Empieza jugando mucho. A todas horas.
Escala y trepa por donde puedas.
No tengas miedo de caerte.
Rompe cosas sin temor.
Son solo cosas.
Come con ganas.
Pruébalo todo.
Y duerme. Duerme mucho.
Crece fuerte.
Sano, activo.
Sal a explorar.
Trasnocha.
Piérdete por los tejados.
Maúllale a la luna.
Defiéndete de tus rivales.
Y conquista tu territorio.
Practica el desapego.
La independencia.
Pero aprende también a volver a casa.
A mantenerte a salvo.
Demuestra a los tuyos cuánto los quieres.
Y reserva varias horas de caricias al día.
Duerme acompañado.
En invierno, recuerda que nada calienta más que un abrazo.
Aunque también puedes arrimarte al fuego.
Rodearte de mantas y cojines mullidos.
De humanos que te quieran.
Pero que respeten tus límites.
Tu individualidad.
Así, te entregarás solo cuando lo merezcan.
Cuando de verdad lo sientas.
Y verás cómo el amor se expande.
Se multiplica.
Ahora, presta atención:
reserva tiempo para no hacer nada.
Contempla el cielo.
Una mariposa.
El vuelo de los pájaros.
Túmbate al sol un día despejado de invierno.
Y solo sé.
Disfruta del dolce far niente.
Una vez más, duerme.
Todas las horas que tu cuerpo necesite.
Quizás, a deshoras.
Una siesta del fraile.
Otra cuando toque.
Una cabezadita antes de cenar.
Así, seguirás cumpliendo años.
Fresco. En forma.
Pero sin perder la curiosidad.
No dejes nunca de explorar.
De aprender.
Y no te olvides de tus paseos.
Que ahora podrán ser matutinos.
Descubre el placer de levantarte mientras todos duermen.
Camina por las calles vacías al filo del alba.
Respira profundo el aire cortante.
Admira el amanecer.
Un nuevo día.
Y vamos ya por la séptima vida.
A quién le importa.
Solo hoy existe.
Tú sigue practicando lo aprendido.
A tu ritmo.
Puede que los paseos sean más cortos.
Que las siestas, más largas.
Puede que necesites más mimos ahora.
Y que comas menos; pero que sea mejor.
Seguramente adelgaces.
Y tengas menos fuerza.
Pero tus ojos seguirán siendo jóvenes.
Tu pelo seguirá brillando.
Y tu buen ánimo permanecerá intacto.
Por eso, seguramente engañarás a muchos.
No podrán creer la edad que tienes.
Les costará aceptar que tu corazón se marchite.
No podrán creer que un día te marches.
Pero tú habrás exprimido hasta el último de tus días.
Ese día en el que habrás despertado junto a quien más te quiere.
Y habrás dado un paseo bajo el sol de septiembre.
Y echado una siesta en tu sillón favorito.
Seguramente habrás tomado una escueta, pero deliciosa comida.
Y podrás marcharte tranquilo.
Arropado por tu familia.
Dormido.
Sin dolor.
Abriéndonos camino.
Siendo recordado y querido.
Por el resto de nuestros días.