El siglo XIX, un periodo marcado por la ruptura del colonialismo en América y por las nuevas concepciones políticas de división de poderes, libertades y formación de nuevos procesos basados en una constitución que tenía como cimientos seguir los pasos de naciones con experiencias revolucionarias como lo era Estados Unidos, quien en 1776 se había independizado de Inglaterra o la Revolución Francesa que abolía a la monarquía y establecía un nuevo régimen impulsado por las ideas ilustradas de libertad, ciudadanía y división de poderes.
Así, todas estas ideas llegaban a la América española, a romper con el pensamiento tradicional e ideológico de la religiosidad, donde los religiosos jesuitas impregnaban un nuevo pensamiento en los criollos americanos y sembraban la semilla de la independencia. Una semilla que de fondo traía consigo la explotación sufrida desde los tiempos de las conquistas española y portuguesa, así como la esclavitud hecha hacia los pueblos nativos bajo el justificante de salvación divina y de civilización que traían los europeos.
Durante trescientos años de colonización, las naciones europeas saqueaban y explotaban los recursos naturales y materias primas del continente, el oro, la plata y otros productos mineros eran enviados par abastecer a la corona española y portuguesa; México y Perú, fueron desde su inicio, las dos regiones de mayor importancia en explotación de recursos y donde el domino español se impregnó y arraigó en la mentalidad de los nativos, mestizos y criollos.
Esta colonización que se fue impulsando a partir de un crecimiento capitalista acontecido desde el siglo XVIII con las reformas borbónicas españolas y con el aumento industrial de Europa, propició un mayor saqueo de materia prima que solo en América se daba gracias a la ubicación continental, la abundante presencia de bosques, selvas, lagos y ríos que abundan en gran parte del territorio continental, aunado a ello, el control de grandes extensiones de tierra que estaba en manos hacendados, aristócratas y pequeños empresarios comerciantes europeos que habían hecho una gran riqueza y fortuna en tierras americanas debido a la posesión ilegal de tierras de comunidad que pertenecieron en algún momento a nativos indígenas y que ahora se encontraban a merced del control de los europeos.
Este aumento de la economía se fortaleció por las reformas borbónicas y se consolidó gracias a la geografía y riqueza natural que presente el continente americano. La introducción de esclavos africanos también modificó el panorama social de la región, zonas como las islas caribeñas sufrieron los estragos del trabajo forzado en las comunidades indígenas y esto por consiguiente hizo disminuir a la población nativa o en su caso más cruel, la desapareció; por tal motivo zonas como Haití, Trinidad y Tobago o cualquier otra isla del caribe americano cuentan con una presencia amplia de afrodescendientes, debido al trafico de esclavos africanos del siglo XVII y XVIII.
A finales del siglo XVIII la América española comenzaba a sufrir los estragos de la presencia de piratas y el contrabando de mercancía se hacía presente, los robos a los barcos españoles en ultramar y el bloqueo económico que los ingleses aplicaron a los españoles en mar abierto, generó una gran dislocación en las estructuras monopolistas de las colonias americanas. Aunado a lo anterior, los elevados impuestos que la corona española cobraba a las mercancías americanas y el cobreo de alcabalas para el financiamiento de guerras de la monarquía española contra los ingleses, generó el mayor descontento entre los criollos.
Este descontento a su vez fue aprovechado por los criollos que se encontraban en su mayoría en cargos importantes del ayuntamiento de las diferentes colonias españolas o virreinatos y algunos personajes de gran influencia social y política, esta ruptura con el régimen colonial comenzaba a destapar ideas emancipadoras y volteaba a ver las grandes historias de las culturas precolombinas y esas historias de grandeza que cobraron fuerza durante fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX; con esto, se comenzaba un proceso de cimentación de los movimientos de independencia que comenzarían desde 1809 – 1810 para alguno pueblos de América, ejemplo de ello, Perú, México, Colombia, posteriormente muchas otras naciones se agregarían a dichos movimientos independentistas como fuera Venezuela, Argentina, entre otros.
Así pues, el siglo XIX, fue el periodo de mayor convulsión social, política, problemas económicos para muchas naciones que lucharon por su independencia, logrando la separación de la metrópoli española, otros como el caso de Haití, independizándose de Francia, pero que, a raíz de convertirse en naciones independientes, comenzarían los problemas acarreados de ese colonialismo europeo, aspecto muy marcado en la mentalidad de los americanos con pasado común del control colonial, donde imperó la esclavitud, los abusos, el saqueo, la corrupción de las instituciones y funcionarios europeos sobre las propiedades de los pueblos nativos.