La obsesión productivista hasta de los momentos de ocio, ha hecho que niñas y niños, ancianos y ancianas, o personas con discapacidad, sean un incordio para una sociedad totalmente rendida a la filosofía neoliberal.
Hacía tiempo que tenía una deuda con este tema pero la actualidad política de este año me ha impedido tratarlo. Me preocupa. Seguro que cualquiera ha resoplado al iniciar las vacaciones con los críos, lo que cuesta “arrancar”… Pero ¿y aceptar la evaluación, e incluso el rechazo que te vas a encontrar al viajar con niños? La culpa, el “adultocentrismo”.
El adultocentrismo es esa enfermedad de la sociedad que la lleva a considerar a los adultos superiores. Todo gira entorno al mundo adulto y sus normas. Los niños y los adolescentes son esos proyectos de adulto con patas aún por socializar.
Nuestra forma de vida y comportamiento -siempre productivista- nos obliga a sacar el máximo rendimiento de nuestro tiempo libre. Los niños interfieren en ese plan, y al final, también las personas mayores o las que tienen una discapacidad.
Las niñas y niños, las y los adolescentes, tradicionalmente han sido denominados como el “futuro”. Pero son el presente, un presente excluido junto a ancianos y personas con diversidad funcional por un adultocentrismo, derivado del patriarcado, y secuestrado por un sistema neoliberal que se basa en la maximización hasta de las vacaciones.
Los niños no son “proyectos de adultos”. Hoy son personas respetables en proceso de socialización, es cierto, pero ¿quién no está en ese proceso? ¿Quién no ha recibido lecciones de un niño alguna vez? En el progreso de su autonomía y socialización les acompañamos. Pero es ahí, sin embargo, donde los adultos insistimos en imponer nuestros derechos sobre ellos.
¿Hijos no? preguntan a los recien casados ¿Para cuándo el segundo? a los recien “paridos”. Y así es como te aprietan para que “eches” crios al mundo, luego ya veremos lo que hacemos con ellos. No te los lleves a un restaurante, ni los subas a un tren o a un avión. Y si molestan, no los aturdas con la «tablet», «mal padre».
Al final hablamos del neoliberalismo del tiempo que tiene que optimizar productivamente hasta el tiempo de vacaciones. Y claro, que los 30 minutos programados para leer, sean interrumpidos por un niño, y más si es de otro, es inaceptable.
Es el culmen del individualismo y la muerte de la tribu, de lo gregario de lo humano. Somos individualidades que viven juntas. También es verdad que existe una sobreprotección de los pequeños y no permitimos que nadie les tosa, pero amigas y amigos..
Los niños hacen ruido, y los mayores y la gente con ciertas discapacidades retrasan las colas. Aparquemos nuestras obsesiones productivistas en vacaciones, sonriamos más y echemos una mano. Seamos tribu y aprovechemos nuestro tiempo libre para ser más humanos.
Creo que ahora hay adultocentrismo en respuesta al infantocentrismo que impera desde hace años en todas partes. Cuando yo era pequeña, soy la 6ª de 8 hermanos, íbamos con mi madre a misa, a tomar el aperitivo, a comer a un restaurante, a la playa, de vacaciones… No los 8 puesto que había hasta 20 años de diferencia del primero al último, pero si tres o cuatro. No correteábamos por la iglesia, no nos levantábamos de la mesa y mucho menos corretear por el restaurante, no gritábamos… En fin, no dábamos el coñazo al resto. Nos enseñaron desde pequeños a comportarnos, a mi madre le bastaba levantar una ceja para que volviésemos al orden. Mis tres hijos aprendieron lo mismo y hemos podido viajar y disfrutar por ahí sin gritos ni broncas.
Ahora los niños son el centro de atención en todas partes, campan a sus anchas, dan la lata a todo el mundo, lo toquitean todo en tiendas y supermercados… Sus padres pasan de todo mientras no les importunen a ellos y todos los demás tenemos que aguantarlos. Si acaso, les dicen: “Ten cuidado que esa señora te va a reñir.”
Así que yo también ahora, mientras no tenga nietos, abogo por adultocentrismo y si puedo voy donde no haya niños, no por ellos, si no por sus padres.