Se cumplían ayer 70 años del Desembarco de Normandía, uno de los episodios más decisivos de la historia del siglo XX, cuando las tropas estadounidenses irrumpieron definitivamente en la II Guerra Mundial para terminar con el órdago alemán y la expansión nazi.
Buceando en la web esta tarde calurosa me topo con un artículo en la revista abierta Yamelosé, firmado por Maxi, en el que se cuenta cuál fue la contraseña cifrada para el día D. A las 21.45h el servicio de inteligencia alemán escucha en abierto el mensaje de la BBC inglesa:
Les sanglots longs
des violons
de l’automne
blessent mon coeur
d’une langueur
monotone.Los largos sollozos
de los violines
del otoño
hieren mi corazón
con monótona
languidez.
Unos versos de Paul Verlaine, de losPoemas saturnales, «Canción de otoño» fue la clave cifrada lanzada po los aliados. Quién iba a decirle al joven Verlaine de 22 años, recién llegado a París, ávido de Parnasianismo, ebrio de absenta y Decadentismo, que acabaría convirtiéndose en el poeta nacional francés, él, uno de los poetas malditos, que tan solo tenía 22 años cuando escribió estos versos. Parece que nunca se supo quién emitió el mensaje, ni por qué en un canal abierto de la BBC, pero seguro que la historia da para una novela maravillosa.
La historia acabó como suelen acabar las historias. Los malos muertos y los buenos escribiendo la historia mientras se vuelven malos. Hitler cayó, Stalin aplaudió y Estados Unidos ganó una guerra por Francia y por Inglaterra, y el resto de la historia, hasta hoy, ya la sabéis.
La anécdota de los versos de Verlaine durante el desembarco de Normandía me ha hecho recordar cómo la mitificación de ese día, de ese momento, con sus connotaciones políticas y sociales, ha convertido Normandía en un símbolo metafórico de quien espera ayuda, de quien espera un milagro, que le quieran, que se acabe el paro, que haya amor y menos dictaduras. En 1944 España vivía inmersa en los años más duros de un franquismo incomunicado que vivía en la autarquía absoluta y era preciso soñar también con un desembarco, con una ayuda internacional que nunca llegó, con una esperanza que se marchitó durante cuarenta años. Carlos Sahagún, uno de los niños de la guerra, perteneciente por edad y por poética a la Generación de los poetas de los años 50, nacido en Onil, por cierto, recordaba en un poema titulado «Desembarco» el desencanto de la espera. Nada en el horizonte de color Normandía.
Perdida la ocasión en las batallas,
años después, hombres y niños esperábamos
un desembarco salvador.Se poblaban las playas de miradas,
los sueños, de navíos.Pero nadie venía a destruir
la tiranía del silencio.Nada en el horizonte de color Normandía.
Sólo espuma en la orilla y tierra inhóspita
bajo los pies descalzos, anhelantes
y acobardados.
[…] CulturalStudies [6/6/2014] […]
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