El próximo día 25 de octubre comenzará la edición número 40 del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, FIT, teniendo por delante 8 jornadas donde el teatro más actual de habla hispana tendrá cabida en Cádiz.
El lunes 27 de octubre en la Sala Central Lechera tendrá lugar la actuación de Xavo Giménez con Yo soy 451, de la Compañía La Teta Calva, y que además cuenta con el propio Xavo a la dirección, producción y diseño gráfico. El propio artista nos habla de la obra, de la compañía y del teatro en esta entrevista.
La Cía. ‘La Teta Calva’ nace en 2014, ¿cómo nace?
Nace de los naufragios tanto de María como mío. Veníamos de una época de bastante trabajo en distintos ámbitos. María de trabajar en publicidad y fotografía, yo en teatro con otras compañías y alguna cosa en televisión. Por aquel entonces sufrimos una crisis demoledora que nos dejó a ambos sin trabajo y a un buen saco de compañeros del sector también. Esto, sumado al cáncer de María que llegó a nuestras vidas sobre el 2013, nos llevó a plantearnos qué queríamos a partir de ese momento de funambulismo e incertidumbre. La opción no fue otra que abrazar al teatro y todo aquello que siempre habíamos querido contar, pero por miedo, por inseguridad o por acomodo nunca nos habíamos decidido a sembrar. María, por aquel entonces, estaba escribiendo un blog donde volcaba su día a día con la enfermedad. Ese blog se llamaba “La Teta Calva”. Ya desde sus inicios, María trató esta oscura enfermedad con ironía, miedo, valor y brillo cegador. Teta por la que le quitaron y calva por cómo quedó después de una quimio. No podía tener un nombre mejor nuestra joven e imprudente compañía. Esa fue la semilla, empezar a vivir de nuestros sueños justo cuando todo apuntaba en la dirección contraria.
María Cárdenas / Xavo Giménez, creadores de esta, ¿qué os hace decantaros por uniros?, porque además cada uno veníais de estar en diferentes espacios del teatro, dramaturgia, escritura, interpretación…
Nos unió la mirada ante el abismo. La despreocupación ante las cosas vanales. El disfrute. Hacer de él una forma de vida. Pagar las facturas con lo que nos hace fuertes. Una especie de vértigo, de zozobra y de venganza al mismo tiempo, también. Nos unió tener una hija en común y un proyecto de vida donde nos resignamos a la rendición. Nos pusimos a escribir, a mostrar en pequeñas salas como Ultramar, en festivales como Cabañal Intim o Russafa Escénica, lugares combativos que se alimentan de los que estamos famélicos de historias. Yo ya lo hacía, pero María no. Y en sus primeros textos empezó a surgir la dramaturga que hoy muchos conocen. Una mirada tan poética como bizarra de este mundo. Nos retroalimentamos la una de la otra. Ella desde su armario de personajes en ruinas y yo desde el juego teatral y la comedia oscura.
Ambos tenéis un bagaje profesional a vuestras espaldas, que ha aportado a vuestra unión.
María viene del mundo de la publicidad y de la fotografía. Esto da a sus textos una precisión, un golpeo y una sacudida instantánea en la mirada del espectador. Y la belleza del arrinconado, del derrotado que lucha y pierde. Tienen cada uno de sus textos la certeza de lo simple, a mi modo de ver. Son estructuras sencillas cargadas de complejidad. En mi caso, creo que exploto más el teatro de actor. Me gusta escribir desde el personaje, dejarlo escribir a él, podría decirse. Por momentos busco más el ingenio y peco de ocurrencias, pero siempre se ha equilibrado con la mirada de ella, más profunda y psicoanalítica de los desencuentros.

Mucho tiempo en el sector, ¿qué cambios habéis visto y sufrido durante vuestra trayectoria profesional?
Personalmente, estoy en un momento en el que siento que voy desaprendiendo a pasos agigantados. Creo que el teatro te enseña a desmontar los armazones que eran sagrados. Mirar cada vez más adentro de uno mismo y tratar de no mirar lo que hacen los demás. Aprender de uno y que venga lo que venga. Intuición y esfuerzo. Y sobre todo contar con gente que rema en tu dirección. Armar un equipo de gente que sea tu gente. Hemos tenido éxitos y fracasos; al menos antes los llamábamos así. Ahora solo tenemos historias contadas e historias por contar.
Si os preguntara por el estado de salud del teatro en estos momentos, ¿cuál sería vuestra definición?
Hay teatro enfermo y teatro sano. No podría definir la salud de un teatro porque desconozco la inmensidad del mismo. El teatro independiente siempre será precario y revulsivo y, por ello, poderoso. El teatro institucional siempre olerá bien y estará pisando la alfombra roja. Yo me quedo con el primero; nunca salimos de esas trincheras tan inestables. Cuando he tenido la posibilidad de dirigir piezas de mayor envergadura, nunca me he encontrado con la libertad, los plazos ni el abrazo como me hubiera gustado. Y cuando hemos vuelto al local, a la mina, han vuelto los latidos. Puedo hablar de la salud de “nuestro teatro”. El nuestro está más sano que nunca porque sigue enfermo.
¿Qué quiere contar y transmitir la compañía con sus trabajos?
Hablamos de nosotros. De nuestra mirada ante el mundo. El mundo en pequeño, en el día a día. Contamos historias de las aceras, de los balcones, de los rincones. De gente normal que lleva a sus espaldas dramas épicos, como el de un caballo familiar que está por morir, el de una travesti que sueña con ser María Magdalena en Jesucristo Superstar, el de un rockero al que se le cae el pelo y usa ventolín, el de un tipo que busca un cromo para su hijo, el de un vaquero de pega que trabaja en una hamburguesería junto al Ikea o, en este caso que nos trae a Cádiz, el de un bombero que quema libros y un día lee al azar una frase de uno y se quema por dentro.
En estos momentos vais a estar en el FIT con YO SOY 451, ¿cómo nace esta obra y cómo la describiríais?
Releí la novela en un rodaje, en esas interminables esperas que tienen los rodajes. Bradbury es más poeta que novelista. Su prosa está cargada de imágenes. Sus personajes son fuego. Empecé a subrayar y a transcribir los diálogos del libro por puro placer. Por su desbordante actualidad. La obra, escrita en el año 53, es un espejo. Una fábrica de espejos de lo que no está pasando hoy con toda esa cultura al hedonismo, al placer por el placer, al movimiento perpetuo al que esta sociedad enfermiza nos agita. Hice una versión para varios actores en un principio. Un montaje ambicioso. Pero la situación en casa fue cada vez peor. La enfermedad de María, después de doce años de lucha, empezaba a empeorar y la compañía paró en seco. Algunos bolos residuales, pero poco más. Fue entonces cuando me vino la idea de contar la historia desde un solo personaje para poder convertirlo en obra y no tener que implicar a nadie más. Solo María y yo. Ella desde su frágil pero poderosa situación y yo alternando ensayos a solas en el local o en casa con ella. Luego contamos con Carles Chiner para un espacio sonoro y con Cotu Peral para unas luces. Poco más. Todo en familia. Por eso la obra es algo especial, al igual que Tributo, nuestra otra pieza que estrenamos a la par que YO SOY 451. Dos obras que hablan de nuestro final, pero que marcan el inicio de algo esperanzador que se alimenta del recuerdo, del amor y del dolor incurable.
¿Cómo surge el centrarse en ‘Fahrenheit 451’, de Ray Bradbury? Si uno lee la sinopsis de esta obra, puede pensar estar en el pasado, pero también en el presente. ¿Habéis realizado un ejercicio de mirada espejo de la relatividad del tiempo y de su avance o del retroceso?
Siempre hemos querido en nuestras obras meterle mano a esa política que acompaña a los personajes. Personajes que reflejan la insensatez del mundo. La corrupción de las almas más discretas. Lo oscuro y tragicómico del ser humano. Personajes que son capaces de traicionarse a sí mismos con tal de sobrevivir. La decepción y la rendición. Esta obra maestra de Ray Bradbury está cargada de héroes caídos, de villanos redimidos, de hombres y mujeres que huyen de algo y no saben de qué. Bradbury sacude al lector en una distopía que ya no lo es. Gobiernos intolerantes, revistas censuradas, obras de teatro, exposiciones, fake news, cabezas de turco, sobredosis tecnológica, pensamientos ocultos, culto a la nada, idiotez como salmos, mesías del entretenimiento… Cada página del libro es el relato de nuestros días. Hemos tratado de volcar parte de eso en esta propuesta bien desnuda. Cuando uno piensa la relación de la obra de Bradbury en el tiempo actual, se le hiela la sangre. Pero como dice el personaje Montag en el libro y en nuestra versión: “No importa, esperaremos. Pasaremos los libros a nuestros hijos y ellos a los suyos hasta que termine esta época oscura. No hay que obligar a la gente. Han de ser ellos los que vengan a nosotros a preguntarnos por qué el mundo nos explotó bajo los pies.”
A la hora de adaptar la novela, ¿qué ha sido lo más fácil y lo más complicado?
Lo más difícil en un proceso creativo es matar a gente. Cargarte personajes, ideas, quitar, quitar, quitar hasta que quede lo menos posible. Ese ha sido el trabajo más difícil. Deshojar la novela hasta darnos cuenta de que es la historia de un personaje. Un bombero infeliz que un día mira la luna y siente un escalofrío. De un bombero que llega a un bosque y se topa con una hoguera, con un fuego que no quema como él creía, sino que calienta. Todo nos llevó a darnos cuenta de que la obra tenía que ser contada desde un solo personaje. Y con el componente teatral. Un contador. Un contador de historias, porque al fin y al cabo eso es lo que somos los actores. Alguien que va a un sitio y cuenta algo. Ese componente teatral está en la novela, oculto, pero está. Al menos lo estaba para nosotros. Descubrirlo no fue fácil, pero fue el giro que necesitábamos para darnos cuenta de que es la historia de un tipo que nos cuenta eso, su historia. Y que no es otra que la novela que ha leído, Fahrenheit 451. Es un ejercicio de metateatralidad. Yo cuento mi historia, que es la historia que he leído de mí. Yo soy Fahrenheit. Yo soy 451. ¿Qué libro eres tú?
El FIT es un festival que este año cumple cuarenta años, y que en cierta forma es un escaparate, al menos es lo que pretende la organización, de cara al sector. ¿Qué significa para vosotros estar en el festival?
Nunca habíamos estado aquí. Para mí es un festival que siempre quedó en el terreno de lo inalcanzable por las propuestas que se suelen ver, al que es muy difícil acceder por el nivel que exige estar aquí. Para mí, estar rodeado de tanto talento, de tanto buen hacer, es un orgullo descomunal con algo tan pequeño y tan íntimo. Cuando hemos hecho la pieza en festivales o muestras, siento una gasolina especial porque creo que la obra es también un homenaje a todos los que nos dedicamos a la cultura, a la palabra, a la poesía y a la contemplación.
¿Próximos proyectos?
La compañía ha quedado náufraga desde que María ya no está a mi lado. De momento voy a seguir con estas obras que ella no pudo ver, pero sí crear junto a mí. La última pieza que María escribió, “Hekla”, la historia de una mujer enferma de cáncer que se va frente al volcán islandés a contemplar su inminente erupción mientras bebe vino de rosca y pan de lava, está en el escritorio mirándome, pero de momento no la quiero mirar yo. Hasta que se crucen nuestras miradas…
¿Un sueño por cumplir?
Y llevo varios. De momento no.

Dirección: María Cárdenas / Xavo Giménez
Dramaturgia: María Cárdenas (adaptación de ‘Farenheit 451’, de Ray Bradbury)
Premios AAPV 2025: Mejor interpretación masculina protagonista de teatro Premio Mejor Espectáculo Mostra de Teatre d’Alcoi 2024
Recomendado por la Red Nacional de Teatros y Auditorios
FICHA TÉCNICA
ELENCO: Xavo Giménez
DISEÑO TÉCNICO: Cotu Peral.
ESPACIO SONORO: Carles Chiner.
DISEÑO GRÁFICO: Xavo Giménez
FOTOGRAFÍA: María Cárdenas
DISTRIBUCIÓN: a+ Soluciones Culturales.
AUXILIAR DE PRODUCCIÓN: Mayte Barbazán