Christa sí me había visto. No, eso habría sido demasiado maravilloso. Christa no me había visto: había visto mi problema. Y lo utilizaba.
Y es que Blanche, una adolescente solitaria cuyo mayor placer en la vida es leer, lleva toda su vida esperando a que alguien la vea. Porque nos pasamos la vida viendo a personas pasar por nuestro lado, sí, pero no siempre reparamos realmente en ellas. Y menos cuando no hacen ruido y van de puntillas por la vida, tratando de no incomodar a nadie —y consiguiendo, así mismo, no destacar—.
Blanche no ha destacado nunca, y, aunque ha adoptado una máscara de indiferencia para poder sobrellevar mejor su soledad, eso le duele. Por eso, cuando en sus primeros días de estancia en la Universidad de Bruselas la sonriente Christa, ese objeto de deseo que se le había antojado inalcanzable, se interesa por ella… su mundo cambia radicalmente. Christa es luz, cuando ella es sombra. Christa es alegre, cuando ella es tristeza andante. Christa es popular, querida y admirada, cuando ella es invisible. Y que la haya visto por primera vez alguien tan increíble… parece eso, increíble.
Pero Blanche no es tonta, y enseguida se da cuenta de que los motivos de Christa para acercarse a ella no son desinteresados. Quiere poder dormir en casa de Blanche (ya que ella vive muy lejos de la Universidad), a los padres de Blanche —ante los que activa todas sus armas de seducción, porque la aprobación de los adultos es una de sus principales metas— y, sobre todo… a la propia Blanche. Porque hay personas que sólo se sienten completas cuando pueden arrancar pedazos de las demás. Y Blanche es fácilmente despedazable: odia su físico, no tiene amigos, es tímida y nunca ha besado a nadie. Al lado de semejante bazofia humana la buena de Christa puede brillar aún más… ¿no?
Lo que no sabe Christa es que Blanche no sólo se ha dado cuenta de sus intenciones… tiene pensado pararle los pies. Porque se ha dado cuenta de que, igual que ella misma adoptaba una máscara para no sufrir ante los demás, Christa también tiene una… aunque exactamente la contraria. Se pone una máscara que la hace ser Christa… porque en realidad es Antichrista.
Amelie Nothomb escribe esta novelita que puede leerse durante un viaje de tren con estilo entre desenfadado y profundo, entre liviano y denso, entre sencillo y sumamente estructurado. Dota a sus personajes de características que van desde lo arquetípico a lo personal, haciendo de ellos no sólo referentes literarios fácilmente reconocibles (la buena y la mala, la mosquita muerta y la arpía, la heroína y la villana) sino personajes de carne y hueso que pueden sorprendernos en un momento dado con actitudes muy diferentes a las que esperábamos.
Pero sobre todo, en esta novela, Nothomb nos muestra un camino de crecimiento para un personaje que se ha pasado toda la vida pensando que el aislamiento era la única vía. Hay que leer el libro para saber si cambiará de opinión —porque quizá sí… o quizá no—, pero el viaje de Blanche está hecho y a lo largo de él ha aprendido muchas cosas sobre sí misma. Para alguien que nunca ha besado, que nunca ha creído tener el más mínimo atractivo para los demás, un beso, sea en las condiciones que sea, provenga del amor, del deseo o de la simple inercia de una fiesta adolescente… puede hacer cambiar los cimientos de la vida.
Estoy segura de que ninguno de ellos ha conservado el más mínimo recuerdo de mí. Sin embargo, ¡si supieran lo que representaron para mí! Cada uno, con su comportamiento banal e insignificante, me había dejado creer, durante el tiempo que dura un beso, que yo era posible.
Un beso deja de tener importancia cuando nos hacemos adultos —¿o quizá siempre tiene la misma?—, pero Nothomb sabe cuánta capacidad transformadora tiene a los dieciséis años.
Si Amelie Nothomb no existiera habría que inventarla, porque es vivaracha, cercana, puñetera, ligera, y a la vez profunda, mítica e inalcanzable. Escribe de una manera tan sencilla y natural, tan directa, que está a años luz de todos nosotros. Viva donde viva (Japón, Bélgica, USA…), vive en sí misma, y nos ofrece sus pedazos —porque quizá también ella ha sido despedazable—, sus retazos, sus partículas de ingenio y sabiduría en forma de libros que no sólo vamos a devorar —acaben gustándonos o no, porque su bibliografía es variopinta y llena de claros y oscuros—, sino que van a permanecer en nuestro imaginario durante mucho tiempo, si no para toda la vida.
Título: Antichrista |
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