Si no existiera Godard habría que inventarlo, podrá gustar o no, podrá resultar pedante, insufrible, agotador, o inigualable, sublime, certero, pero su figura y su, importancia para la historia del arte cinematográfico está fuera de discusión, uno de los últimos directores míticos en activo, cofundador de un movimiento cinematográfico cuyo resultado fílmico no ha perdido un ápice de frescura, de radicalidad, de novedad. Godard dice adiós en esta película, pero más bien sigue dando la bienvenida al fin de nuestra civilización, condenada a la desaparición por el propio efecto conjunto de todas nuestras equivocaciones, algún día desaparecerá y echaremos de menos sus nuevas creaciones, condenados a repetir una y otra vez sus absolutas obras de grandeza.
Vaya por delante que no me atrevo a decir que he visto la película de Godard, sino el sucedáneo estrenado en España, donde la comercialización de la película ha decidido que no procedía proyectarla como el director la creó, en 3D, proyección que solamente los afortunados que fueran al festival de Sitges habrán podido presenciar en este país. Nuevamente un grupo de industriales deciden qué y cómo ha de proyectarse una vez que el creador ha entregado su obra y carece de poder sobre la misma, el adiós de Godard resulta mucho más premonitorio, ese adiós al lenguaje fílmico se extiende al adiós al respeto sobre un creador de tanta importancia. No es país para cinéfilos España, Godard ve mutilada su obra en nuestras pantallas, Resnais ni tan siquiera merece ser estrenado ni distribuido. ¿Acaso alguien se sorprende todavía de que multitud de potenciales espectadores busquen de cualquiera de las maneras posibles acceder a películas superiores en calidad a la media que se distribuye en nuestras salas, copadas de “hits” de dudoso gusto e ínfima importancia?
Pretender explicar todo lo visto me resulta imposible, como interpretar todas las imágenes y discursos, Godard sigue la senda de sus últimas películas, textos, subtextos, contextos, rótulos, imágenes reales distorsionadas, colores saturados, dobles pantallas, dobles imágenes, imágenes de ficción, personajes y personajes de la historia, ¿qué será ver en 3D dos imágenes distintas superpuestas? Eso nos lo han negado los del traje y la corbata, los que piensan en el arte en función de su rentabilidad cuando es presumible que distribuir una película de Godard en 2014 no es rentable, así que, al menos, ¿porqué no exhibir la obra creada en vez de la prostituida?. Habría que ser un filósofo del 68 con inspiración marxista para desentrañar el cúmulo de información que contiene un producto como éste. Son apenas 70 minutos de película, pero si uno intenta tomar notas de lo que ve para hacer un comentario no podría seguir las imágenes porque todo es anotable, todo es reseñable, todo admite una reflexión y una réplica, no todo es compartible “la mujer ha asumido funciones para los que no está hecha”, soltada la frase la polémica puede estar servida.
Que Godard es un provocador no admite duda, lo que ocurre es que sus provocaciones, más allá de parecer “boutades” encierran una lógica racional difícilmente cuestionable. Si asistimos a la segunda victoria de Hitler la aseveración nos puede resultar molesta, groseramente exagerada, si atendemos al razonamiento quizá no lo sea tanto, si Hitler llegó al poder lo hizo gracias a la democracia, la misma democracia que ahora ignora a sus ciudadanos para tratarlos como súbditos retrasados incapaces de asumir responsabilidades y tomar decisiones, alcanzar el poder democráticamente no implica que se actúe democráticamente, “tengo mis dudas” dice el narrador, y está hablando de Hitler pero, ¿el poder actual se detenta democráticamente?, ¿se alcanza democráticamente el poder en un país democrático cuando no existe igualdad, cuando los plutócratas deciden lo que hay que hacer y lo que no?
“Adiós al lenguaje” permitiría una sinopsis simplista, un hombre y una mujer (en realidad 4), mantienen una relación extramatrimonial, el marido es violento, rico, un “demócrata”, la relación pasional se conduce al fracaso y la insignificancia, a un camino sin salida que avoca a algún tipo de violencia, la democracia usando su tiranía. Pero digamos que ésa es solo una de las líneas de acción de la película, la más reconocible por contar con una especie de discurso asumible, pero salpicado de una multitud de temas de actualidad que transforman el discurso godardiano en un ensayo fílmico de hondo calado.
Y no obstante, no alcanzar a comprender el significado de lo que se ve no es un impedimento para disfrutar de lo mismo, zambullirse, dejarse arrastrar por la ola de imágenes y palabras y limitarse a contemplar, naturaleza y metáfora son las dos ideas que sobrevuelan las escenas, separadas a conveniencia del director pero mezcladas unas con otras, en el fondo “tengo que aguantar hasta el final y el final tarda en llegar”, el papel de EEUU, la dualidad Alemania-Francia, “otra vez Alemania” se dirá en la película haciendo referencia a la masacre que el “control del déficit” está provocando en occidente, pero volviendo la vista atrás, a Weimar y la crisis del 29, al auge de los nacionalismos y los totalitarismos que para Godard no han desaparecido nunca. Godard plantea la victoria de los vencidos, Napoleón venció pese a perder al conseguir trasladar las ideas de la revolución, pero Hitler también ha conseguido vencer en la derrota al imponer sus ideas, aseveración bruta, pero que en el fondo, un gobierno que limita la libertad de expresión, coarta los derechos ciudadanos, limita los derechos fundamentales a la educación, la sanidad no hace sino ejercer un poder totalitario digno del régimen de 1933, fecha fatídica para Godard, fue el año en que Hitler asciende al poder y el año en que se inventa la televisión.
La idea de África, interrogación que surca la película varias veces, es una de las preguntas sin respuesta, hemos dado la espalda a África y nos importa muy poco su futuro, en el fondo es otro triunfo más de Hitler, es la forma moderna de genocidio, dar la espalda a unos cientos de millones de personas que mueren de hambre, de sed, de enfermedades que se atajarían con muy poco dinero no es sino una forma de muerte en el interior de un basto campo de concentración, también las democracias modernas saber mirar para otro lado, explotar los recursos sin mejorar las condiciones de vida de los países que esquilmamos, ¿cuál es la idea de África?, la idea de África no es sino un reflejo de los acuerdos de Postdam previos al fin de la segunda guerra mundial, “haremos la paz como hemos hecho la guerra”.
Las democracias modernas produjeron el totalitarismo y no han sabido luchar contra ello porque se han transformado en totalitarias, cuando el estado decide hacer todo, en el momento en que algo va mal, no sólo la ciudadanía reacciona contra el estado, sino que el estado reacciona totalitariamente confundiéndose con el régimen totalitario de por sí, terminando en la reacción de la sociedad contra el estado, fase que Godard augura en su película, estamos ante el totalitarismo democrático, si la respuesta será el triunfo de la democracia o del totalitarismo o si vencerá una sociedad totalitaria queda en manos de nosotros, Godard no está ya para confiar en el género humano, su análisis y conclusión es definitiva, hay más lenguaje en la mirada de un perro que en el habla de todos nosotros, hay más comunicación en un silencio que en un discurso, hay más confianza en la naturaleza que en la metáfora. Porque un estado que se legitima por la ley hace trampa, un estado que legitima su violencia por la ley también hace trampa, y una ley que se autolegitima hace el doble de trampa, no es Godard un humanista convencido en la bondad natural del género humano, no es buena solución volver al estado de naturaleza, no es rousseauniano, ni waldeniano, en el estado de naturaleza surgen las guerras como respuesta a la falta de lenguaje.
Godard presume de conocimiento, ante la duda de las diferencias entre idea y metáfora espeta “preguntar a los griegos de Atenas”, luego dirán que hay igualdad, pero ¿puede existir igualdad con miedo?, el juego entre naturaleza y metáfora le llevará a dictar ejemplos de una y otra cosa que podrían ser de otra y una cosa, es naturaleza para Godard la mirada de un perro, el cara a cara de un hombre y una mujer, el cero y el infinito, el sexo y la muerte, la filosofía y la mierda, subestimar izquierda y derecha pero no arriba y abajo, “dios nos humilló” , sentencia Godard, pero es metáfora una mirada a través de una verja que impide el paso al lago, es metáfora que Mao dijera que era demasiado pronto para saber si habían triunfado las ideas de la revolución francesa cuando se le preguntó en los años 60, es metáfora que “kamera” en ruso signifique prisión y que Rusia no es Europa, aviso a navegantes, es metáfora que yo hable y escuche cuando algo va a pasar con el lenguaje, en Africa se escucha y se habla, en Occidente el lenguaje va a acabar, y para ello Godard decide romper el lenguaje fílmico incorporando planos sin sonido, con el protagonismo absoluto de un perro que se expresa con su movimiento, incorporando un 3D hurtado a los espectadores españoles, duplicando imágenes, reiterando planos, dislocando la cámara, es vivir o contar, ser o convertirse en personaje.
Lo difícil es hacer entrar lo plano en la profundidad, dos sillas vacías, una pantalla encendida, Jack London, Mary Shelley, Lord Byron, Maquiavelo, Bismarck, Mao, Stalin, Hitler, Reimann, todo cabe en este minitratado de la humanidad y su deshumanización, todo menos indiferencia, gustará o no, pero Godard no es imitable, sólo por eso, por su radicalidad a sus 84 años ningún amante del cine saldrá decepcionado diciendo que ha visto una película como tantas otras, eso sí, o saldrá encantado o saldrá encabronado por no entender nada y considerar una tomadura de pelo más la película, pero eso es labor de cada espectador, asumir el riesgo y enfrentarse a él, “vivir o contar”, ustedes deciden, cualquier opción es válida, igual que leer el título como “adieu” o como “ah, dieu”, o “adios” y “ah, dios”, el fin del lenguaje permite su manipulación, tanto para despedirse como para culpar a dios, o los dioses, “ah, dieux”, si procede, atrévanse a tomar partido.