Corría el año 2010 y Stéphane Hessel, un antiguo diplomático francés que había participado en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, publicaba un libreto con el título «Indignados». En el mismo instaba a los jóvenes a rebelarse contra un poder financiero que venía de provocar la mayor crisis económica desde la Gran Depresión de 1929 y estaba haciendo recaer sus peores consecuencias sobre las clases medias y trabajadoras con la más absoluta impunidad.
La llamada Edad de Oro del Capitalismo había sido puesta en un brete por las crisis petroleras de los 70, devastada con la irrupción del neoliberalismo de la mano de Ronald Reagan y Margaret Tatcher y definitivamente ninguneada con el final del milenio.
Las consecuencias del órdago neoliberal hicieron saltar todas las costuras de la economía global en 2008 y ha dado lugar a las sucesivas crisis posteriores hasta llegar a nuestros días con una sociedad al borde de la devastación y de caer presa, como otrora, del fascismo en su versión más actualizada.
El cuaderno de Stéphane Hessel fue casi una revelación para una juventud atolondrada por la histeria consumista y numerosos movimientos sociales aparecieron en ambas orillas del Atlántico y a lo largo de todo occidente.
Reconvertidos en partidos políticos, sumándose a las instituciones, pusieron manos a la obra para intentar recortar cotas de poder a un mundo financiero que estaba poniendo patas arriba el Estado del Bienestar labrado tras la II Guerra Mundial, precisamente, para evitar que tragedias semejantes pudieran volver a declararse.
Unos poco antes, otros algo más tarde, es por ese mismo tiempo cuando empiezan a tomar posiciones Die Linke en Alemania, Podemos en España, Syriza en Grecia o la Francia Insumisa, como tantos otros, logrando alzar la voz en sus respectivos parlamentos.
Pero el poder acumulado por el gran capital y el cambio de paradigma de buena parte de la sociedad tras décadas de desenfreno terminó, al cabo de pocos años, echando por tierra sus aspiraciones. Y en todas partes con similares armas.
En España, sin ir más lejos, Podemos fue víctima de más de dos docenas de causas judiciales, con todo tipo de acusaciones, que acabaron en nada. Perseguido por la llamada «policía patriótica», orquestada desde las más altas instancias del gobierno de M. Rajoy y acosado más allá de cualquier límite tolerable por las principales corporaciones y toda su artillería mediática.
Y con el mismo erre que erre en todas partes con delirantes acusaciones como ser simpatizantes de regímenes como los de Corea del Norte, Irán o Venezuela y evocando incluso al más cruel estalinismo. Hasta el mismísimo Joe Biden, un miembro más del establishment del Partido Demócrata, fue acusado por Trump I en el mismo sentido.
Su principal delito, intentar dar nuevos bríos a un maltrecho Estado del bienestar en aras del bien común.
Todo este cúmulo de despropósitos unido a ese irremediable carácter autodestructivo de la izquierda ha acabado postergando a la misma en los países que surgieron casi al ostracismo.
La hora de Mamdani

Dejando al margen las diferencias entre el contexto social europeo y el de los EE.UU. Zohran Mamdani, el flamante nuevo alcalde de Nueva York a sus 34 años, viene a ser una nueva esperanza para esos millones de personas desencantadas de la política que han visto en propuestas como el transporte público gratuito, un tope a los precios del alquiler, guarderías gratuitas o que los impuestos vuelvan a tener un carácter progresivo, el retorno a la humanización de un entorno social degradado y presa de enormes desequilibrios como en el que ha caído la ciudad más poblada de los EE.UU.
Mamdani y todo su equipo han sabido conectar con unas maneras y un lenguaje próximo a todas esas personas que creían todo perdido a manos de las élites.
100.000 voluntarios, una magnifica campaña puerta a puerta a la vieja usanza más allá de las redes sociales, acercando de nuevo la política a la gente, movilizando un electorado defraudado por la misma y logrando una participación superior a la de los últimos 20 años entre la que han recabado más del 50 % de los votos.
De origen indio aunque nacido en Uganda, Mamdani pertenece a una familia acomodada -es hijo de la cineasta Mira Nair-, se interesó desde su juventud por las causas sociales hasta acabar integrándose en el grupo «Socialistas Democráticos de América», el ala más izquierdista del Partido Demócrata del que hasta ahora eran sus principales exponentes el veterano Bernie Sanders y la joven Alexandria Ocasio-Cortez.
Pero es aquí, en el propio Partido Demócrata, donde ha encontrado y a buen seguro seguirá encontrando a su mayor enemigo ya que este se encuentra integrado perfectamente en el establishment norteamericano al que intenta poner coto Mamdani y que tanto ha defraudado a los neoyorquinos.
Sin olvidar la furibunda de un Trump I desencajado al ver al mando de su ciudad natal -aunque esta sea un tradicional feudo demócrata-, un socialdemócrata, en principio, de los de antiguo pelaje. De hecho ya ha desatado contra el joven alcalde todo tipo de amenazas y acusaciones en la línea habitual contra toda aquella persona que no es de su cuerda ni le ríe sus gracias.
Mamdani es musulmán, como por ejemplo Sadiq Khan alcalde de Londres desde hace casi 10 años, lo que para unos es una mera anécdota de la historia, para los que ahora se pronuncian a base de golpes de pecho es ya motivo de agravio. Pero ni Khan ha aplicado la sharia en la capital del Reino Unido, ni ha llenado esta de terroristas islámicos como dice Trump I, ni creo, al menos por su aspecto, que pueda esperarse eso tampoco de Mamdani en Nueva York.
Habrá que ver hasta dónde puede llegar Mamdani, aunque por bien que lo haga no podrá aspirar a la presidencia por esa banalidad de no haber nacido en EE.UU. En cualquier caso, tiene muy difícil enfrentarse al poder establecido, tanto como que resulta una tarea hercúlea por lo visto en todo el mundo desde que arrancara el s. XXI cuando se trata de derechos para los que no forman parte de las élites.
No obstante estaremos atentos a los acontecimientos pero, al menos por el momento, Zohran Mamdani, representa un hilo de esperanza en un mundo que parece haber perdido la cordura hace mucho tiempo.