Asier Susaeta (Vitoria, 1978) es ingeniero industrial por el Institut National des Sciences Appliquées de Toulouse, Francia, y máster en Diseño Asistido por Ordenador por la Universidad de Wolverhampton, Inglaterra. Declara haber sido una persona realizada y de buen comer hasta que, en 2015, descubre por azar el mundo del microrrelato y el agresivo virus comienza a extenderse por su organismo. En septiembre de 2016 crea su blog, «Cien por cien palabras», donde comparte algunos de sus textos. En este tiempo, sus microrrelatos han sido seleccionados o premiados en concursos como Wonderland, de RNE4 y Relatos en serie y Relatos con banda sonora, de la Cadena Ser. Además, algunos otros han aparecido en diversas antologías como Palabras que volaron (2017) de 50 palabras, Microvuelos (2017) y Aletreos (2018) de Esta Noche Te Cuento y VI Microconcurso (2017) y VII Microconcurso (2018) de La Microbiblioteca, convocado por la Biblioteca Esteve Paluzie. Ha sido finalista anual de la XI edición de Relatos en Cadena, de la Cadena Ser y ganador de varios certámenes, entre los que destaca el concurso «Ganarás la luz» en 2017, organizado por la Escuela de Escritores, Ayuntamiento de Madrid y la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas.
Hierba veloz y púrpura es su primer libro y quizá esa sea la razón por la cual, ahora, cada vez que cruza algún parque, sonríe.
Empecemos por el título. ¿Por qué hierba? ¿Por qué veloz? ¿Por qué púrpura?
Elegí ese título porque habla de una de las ideas que se repiten a lo largo del libro: la diferencia entre lo que enseñamos y lo que somos en realidad. Como escritor me llama mucho la atención lo que se esconde de puertas adentro, que suele ser mucho más interesante que lo que mostramos públicamente. Además, el título sale de uno de los microrrelatos más especiales del libro.
¿Qué vino antes, el título o el libro?
El libro vino antes. Una vez que tenía montada la estructura y recibí el sí de la editorial, tenía que encontrar un título que fuese representativo y diese alguna pista de por dónde va mi estilo. También pensé que lo más sensato era mantener la línea de la colección y que incluyese un color, en este caso el púrpura.
Usted procede del mundo de la ingeniería. ¿Qué supone la escritura para un hombre de ciencias?Una vía de escape y una pasión que desconocía hasta hace poco. Siempre he sentido atracción hacia el mundo del arte, pero contar historias era algo que me infundía bastante respeto. De todas formas creo que se pueden reconocer en el libro algunos conceptos técnicos porque al final ambos mundos están conectados en mi cabeza. Sin ir más lejos, el primer microrrelato del libro se titula Principio de incertidumbre.
Dice que empezó a escribir tarde, en parte, gracias al Concurso Relatos en Cadena. ¿Cómo llega a la literatura y cuáles son sus referencias?
Siempre digo que empecé a escribir porque salgo de trabajar a las seis de la tarde y pongo la Ser en el coche. Relatos en Cadena fue una manera de perderle el miedo a contar historias y probarme; enseguida empezaron a seleccionar mis relatos y a llamarme y eso me animó a continuar. Después hice varios cursos de escritura que me permitieron paliar las carencias técnicas de alguien como yo, que nunca había escrito ficción, aunque en mi caso lo que más me ayuda a mejorar es escribir, escribir y escribir. En cuanto a mis influencias literarias, diría que son bastante clásicas: Carver, Salinger, Boris Vian… Creo que su escritura me atrae porque son voces muy potentes.
Hablemos de su proceso creativo. ¿Dónde encuentra la inspiración y cómo afronta la escritura de un microrrelato?
No tengo una rutina que siga al pie de la letra. En general suelo tener una idea más o menos clara con la que empiezo a trabajar y a darle forma; escribo un primer borrador que luego voy puliendo hasta que veo que he cambiado una coma tres veces de sitio y lo doy por terminado. Entremedias, para mí es importante dejar respirar la historia y no empezarla y acabarla en el mismo día porque, en general, pasaría por alto cosas que solo salen a la superficie tras cierto tiempo de reposo.
He detectado en su escritura un gran preocupación por el lenguaje, un vocabulario muy rico y un gran sentido del ritmo, con numerosas referencias musicales. Creo que tiene usted gran oído. ¿Le hubiese gustado dedicarse a la música?
No sé si dedicarme a la música de forma activa, pero sí que me hubiese gustado que mi trabajo tuviese un vínculo con ella. Me temo que carezco de talento para tocar ningún instrumento y soy malísimo cantando, pero la influencia de la música aparece a lo largo de todo el libro. Escucho música en casa, en el coche, mientras paseo, y es una fuente de inspiración básica para mí; supongo que de ahí nace el ritmo y la musicalidad de mi escritura. De hecho, dos de las tres citas del libro son fragmentos de canciones.
Usted se ha ganado la luz y el reconocimiento del mundo del microrrelato participando en concursos (Ganarás la luz, Relatos en Cadena, Wonderland, la Microbiblioteca, Esta Noche te cuento, Zenda, etc). Hablemos de concursos. ¿Qué opinión le merecen? ¿Tiene la intención de seguir participando o cree que ha llegado el momento de dejar de concursar?
Los concursos han sido muy importantes como fuente de inspiración (ahí están las frases de inicio de Relatos en Cadena) y también de motivación. Además sirven para hacerte un cierto nombre y eso, de alguna manera, puede facilitar el acceso al mundo editorial. De todas formas creo que hay que utilizar los concursos, y no ellos a ti, por eso he ido despegándome poco a poco de esa fase más de concursante y ahora solo participo de forma ocasional.
Su libro se incluye en la colección Lenguas de ornitorrinco, de la Editorial Zaera Silvar-Bululú, donde cada volumen está dedicado a un color: Verde como el hielo, de Pedro Sánchez Negreira, A Celeste la encontré en un rastrillo, de Arantza Portabales y su Hierba veloz y púrpura. Son libros, a mi entender muy bien editados, que demuestran la apuesta por el género de algunas editoriales, pero ¿cómo ve el futuro del microrrelato? ¿Rosa o más bien tirando a negro?
Antes de publicar con Zaera Silvar, yo ya era fan de la colección. Recuerdo que leí los libros de Arantza y Pedro y la combinación de la calidad de los textos con la edición me pareció fantástica, por eso fue mi primera opción cuando decidí probar suerte. Hay otras colecciones muy bien editadas y que también están ayudando a divulgar el género, aunque parece que al microrrelato le hacen falta un par de buenos empujones para llegar al gran público. Por cómo se adapta al ritmo de vida actual debería crecer más rápidamente de lo que lo hace, porque, no nos engañemos, publicar un libro de microrrelatos hoy en día es un acto de fe y mucho riesgo.
El libro está ilustrado por el artista Dictinio de Castillo-Elejabeytia. ¿Cómo fue el trabajo con las ilustraciones?
Dictinio (Nino para los amigos) fue pasándonos a la editorial y a mí los bocetos para que fuésemos dándole nuestras impresiones. Siempre genera las ilustraciones tras leerse el manuscrito para que la parte gráfica vaya en la línea del libro. En este tercer número de la colección, Nino ha utilizado una técnica de fusión entre fotografías e ilustración y el proceso ha sido bastante exigente. Eso sí, el resultado ha merecido la pena.
He comprobado que en algunos textos tiende usted a alargarse ligeramente. ¿Considera que el microrrelato se le está quedando corto?
Sí, en algunos casos me muevo en el límite de extensión del microrrelato y es precisamente en los que más cómodo me he sentido. Creo que es un proceso gradual y ahora tiendo a contar historias más largas en las que la voz narrativa tira un poco más de la trama. Seguramente en el futuro compaginaré el relato breve con el microrrelato, optando por uno u otro en función de lo que pida la historia.
¿Algún proyecto de futuro entre manos?
Seguir pasándomelo bien mientras escribo.
Y por último, elija tres relatos del libro para compartir con los lectores y le invito a que nos los comente.
Agua
Mamá me enseña de todo, hace preguntas y las responde ella misma. También me contó lo de mi caída. Ahora me está leyendo Moby Dick y he aprendido qué es un leviatán. Además, tengo muchas cosas en común con Ismael, el protagonista: nos llamamos igual —aunque a mí me dicen Isma—, pensamos mucho y a los dos nos gustan las aventuras. Espero que mamá no deje el libro a la mitad. Estoy deseando saber cómo acaba la historia, si Ismael consigue escapar del último ataque. Así quizá yo también encuentre la forma de salir de esta piscina oscura y seca.
El agua está muy presente en el libro y en este caso es, además, el motor de la historia. Actúa de nexo de unión entre el mundo imaginario y el real, ese que descubrimos al final del relato.
Amo y señor
Tire el palo, tire el palo, venga, tire el palo hacia la fuente, no, hacia los arbustos, que hay más sitio para correr. Eso es, coja impulso y… ¡Bravo! Qué bien sienta trotar, comprobar cómo el viento agita mi pelo, pero… ¿dónde demonios está?, no lo veo, ¿¡no será que…!? Lo ha vuelto a hacer, ¡lo tiene en la mano! Vamos, ahora sí, no juegue con mis sentimientos, tire el palo hacia los arbustos y después me callaré. ¡Lo prometo! Llevo esperando este momento desde ayer, tengo las piernas agarrotadas, he pasado todo el día sentado en la oficina. Solo una vez, por favor, solo necesito una buena carrera.
Este relato aporta una mirada bastante ácida a la lucha de clases. Me gusta porque es de los que empiezas a leer con una sonrisa que luego va mutando en mueca de incomodidad según avanza la historia.
El decorado
Se ha levantado de la cama más temprano de lo habitual tras pasarse toda la noche en vela, repasando los diálogos y mirando al techo estrellado del dormitorio. Se lava la cara como los gatos, con una botella de agua mineral, y mete el guion en la mochila. Después, ya en la cocina, abre el paraguas para resguardarse de la fina lluvia que empieza a caer, desayuna los restos del cáterin del día anterior y, por último, tiene que esperar unos minutos a que los técnicos terminen de montar el recibidor. Al salir al rellano, descubre que acaban de poner en marcha el ascensor; duda que sea seguro tras los últimos recortes del Estudio, así que opta por usar la escalera. Mientras baja, puede ver el rollo de asfalto desplegarse sobre la avenida desnuda, la fachada alzarse hacia él mediante un pentagrama de cuerdas y, cuando llega al portal, coincide con la actriz que hace de su mujer. Ella entra y lleva el pelo revuelto.
Escena 1ª: Adriana y José se dan cortésmente los buenos días.
Aquí aparece de forma clara la idea de los mundos artificiales que nos construimos a nuestro alrededor. Se juega con una realidad distorsionada que quizá solo esté en la cabeza del protagonista.