«La idea de ser palestino y crítico literario es para mucha gente un oxímoron: no es posible. Para los demás, supongo que les resulta un placer emocionante y bastante singular ver a alguien que supuestamente es un terrorista comportándose de una manera bastante civilizada».
Edward Said, crítico y teórico literario palestino-estadounidense (1935-2003)
Dejando al margen simplezas impropias de lo que debería ser la política, como en el caso de España y otros países donde por mucho que se condene las atrocidades de Hamás la más mínima crítica al genocidio palestino desde hace décadas, recrudecido ahora con el asesinato masivo de miles de inocentes bajo las bombas, se considera un despecho al pueblo israelí, la pregunta es clara: ¿Cómo y de qué manera quedará la situación política y social de esos territorios una vez haya acabado la guerra?
En cualquier caso, la tan manida y ahora desnortada comunidad internacional, por calificarla con la mayor suavidad, debería ponerse manos a la obra para una vez culminada la sangrienta obra de un tipo como Benjamín Netanyahu, sus secuaces y sus antagonistas de Hamás, dar una solución real al conflicto palestino.
Aunque, parece claro, que si fuera por alguno de los ministros del propio Netanyahu como es el caso de un tal Amichay Eliyahu que propone lanzar una bomba nuclear sobre Gaza, dicha solución no resultaría muy diferente a la llamada «Solución Final», que el pueblo judío conoció bien de cerca en la Alemania nazi.
Por fortuna la cosa, al menos por el momento, parece que ha quedado ahí aunque a buen seguro más por cuestiones de proximidad geográfica y el peligro que conllevarían las nubes radioactivas para los israelitas que por razones de cualquier otra índole. Por cierto, valga recordar, que a Israel se le estima que posee del orden de un centenar de ojivas nucleares aunque no las haya declarado nunca oficialmente.
Volviendo al asunto, también habría que hacer hincapié en la Cisjordania ocupada por Israel desde hace décadas infringiendo las resoluciones de la ONU.
Cada año mueren decenas de palestinos –lo que apenas ocupa ya solo unas cuantas líneas en las noticias-, atacados por los colonos judíos para despojarlos de sus propiedades y que, con el apoyo del ejército, ocupan ya el 60 % de las tierras cisjordanas. Ahora, con el estallido del conflicto de Gaza el ejército israelí ha aumentado su presencia en la zona y ya se cuentan por centenares los palestinos abatidos.
Por ahora la sanguinaria incursión de Hamás del 7 de octubre pasado y los por ahora casi 20.000 muertos por parte palestina –sin contar millares de desaparecidos bajo los escombros sin cuantificar-, en su mayoría civiles víctimas de bombardeos indiscriminados incluso sobre instalaciones de Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales, se ha convertido en el peor caldo de cultivo para lograr un resolución favorable entre los contendientes.
Hamás vs Netanyahu
Hamás es una organización político-militar de carácter yihadista que controla con mano de hierro Gaza desde que ganará las últimas elecciones celebradas en la franja en 2006, donde gracias a sus artimañas obtuvo la mayoría absoluta. Desde entonces mantiene sometida a la población gazatí y ha sido acusada por oenegés como Amnistía Internacional y Human Rights Watch de crímenes contra la humanidad, perpetrados no solo contra la población israelí sino también contra los propios palestinos.
A pesar de ello resulta sobradamente conocido que fue Israel quien ayudó a Hamás en sus inicios financiando dicha organización durante los años 70 y 80 para la construcción de mezquitas y el desarrollo de escuelas islamistas. El objetivo era fomentar el enfrentamiento entre Hamás y una mucho más moderada OLP encabezada por Yaser Arafat que había alcanzado buena consideración en occidente y ponía en riesgo las aspiraciones hebreas.
Fue a finales de los 80, con los primeros atentados de Hamás contra israelíes, cuando se rompieron las relaciones entre ambos gobiernos. Sin embargo, sería el propio Netanyahu tras su llegada al poder en 1996 y durante sus 15 primeros años de mandato quien volvió a retomar los contactos y las ayudas a la organización terrorista con la misma idea y como viniera a decir públicamente en 2019 porque «mientras existiera Hamás la apuesta por los dos estados como resolución del conflicto resultaría imposible».
Avigdor Lieberman, quien ocupara varias carteras ministeriales entre 2009 y 2018 con el propio Netanyahu, tras su dimisión y a raíz de esas declaraciones le respondió al primer ministro que, con el pretexto de las «ayudas humanitarias», lo que estaban haciendo era «financiar el terrorismo contra el propio estado de Israel».
Lo que no sabemos es cuánto de rencor por ello, cuánto ha pesado la sorprendente operación de Hamás el 7 de octubre –no parece que los rehenes sean el principal objetivo del ejército israelí-, y cuanto la debilidad y el rechazo suscitado hasta ese momento en la sociedad hebrea las decisiones, modos y maneras de las políticas de Netanyahu y su gobierno a la hora de desatar un ataque de estas dimensiones contra el pueblo palestino.
De la misma manera que Hamás debía ser consciente que la reacción israelí, máxime con un gobierno ultra ortodoxo y en extremo nacionalista a la cabeza, iba ser de lo más enérgica, cruel y despiadada ante la brutalidad de sus atentados.
Lo que si sabemos y sabe el propio Netanyahu es que no puede dar muerte a los más de dos millones de habitantes de la franja, que resulta imposible concentrar toda esa ingente cantidad de personas al sur de la misma en un área equivalente al de cualquier gran aeropuerto –según se desprende de los últimos movimientos militares-, y que difícilmente puede expulsarlos en su mayor parte de Gaza porque para Egipto resulta igualmente inasumible tal número de refugiados y menos aún en la zona más desértica del Sinaí.
También sabemos, lo que no parece importarle al primer ministro israelí, sus aliados ultras ortodoxos y de la extrema derecha judía porque siempre podrán utilizarlo como excusa, que la masacre y práctica destrucción de la mayor parte de las infraestructuras en Gaza con decenas de millares de víctimas y el asedio en Cisjordania no harán más que incrementar el nivel de odio hacia Israel en toda la región.
En definitiva que si el problema ya resultaba extraordinariamente complejo la situación actual viene a añadir todavía más dificultades al mismo.
La comunidad internacional
Las decisiones de la comunidad internacional al respecto de la histórica Palestina desde el fin de la I Guerra Mundial han resultado catastróficas desde el primer momento y, sobre todo después de la abrupta cesión de esas tierras a la inmigración judía tras el holocausto nazi sin tener en cuenta a la población nativa.
Un siglo de errores, uno tras otro, con un desigual planteamiento desde el principio para ambas partes. Por un lado condenando a la inanición al pueblo palestino y por el otro permitiendo toda clase de veleidades a la comunidad israelí.
El palestino Bassam Aramin y el judío israelí Rami Elhanan de la asociación Parent´s Circle, que reúne a palestinos e israelíes que han perdido familiares y amigos en esta guerra sin fin, lo han quedado bien claro: «Hamás no creó el conflicto, el conflicto creó Hamás».
Para colmo el acicate religioso en los dos lados, lo único que ha hecho ha sido magnificar el conflicto hasta extremos inauditos y cuyas atrocidades derivadas, sobre todo a manos de islamistas radicales, han traspasado fronteras no solo en Oriente Medio sino en todo el mundo.
De no tomar partido de manera decidida el resto de naciones, apartando a Hamas y Netayanhu con sus radicales aliados de la primera línea de la escena política y renovando una alicaída Autoridad Nacional Palestina –heredera de la antigua OLP de Arafat-, va a resultar muy difícil, por no decir imposible que una vez aniquilada la franja de Gaza, la paz pueda fluir en aquella histórica región del planeta.
Sin duda, solo la solución de los dos estados –integrar toda la población de la zona en uno solo resulta inaceptable para las dos partes por meras cuestiones demográficas-, es la única viable en el corto y medio plazo pero a fuerza de ser realistas habrán de pasar generaciones para, en el mejor de los casos, construir una convivencia pacífica entre ambas comunidades.
Pero alguna vez habrá que empezar a tomárselo en serio, dejar de mirar a otro lado, resultar lo más ecuánime posible y renunciar a utilizar el conflicto con espurios fines partidistas a miles de kilómetros de distancia.
«Las violaciones a la ley de la guerra que cometió Hamás no absuelven a Israel de sus propias violaciones»
Antonio Guterres, Secretario General de la ONU en la reunión del Consejo de Seguridad del 9 de diciembre de 2023.