Nadie dijo que empezar el año fuese fácil, la tARTEra lo sabe, pero si se hace con humor, mujeres y con fotografía mejor que mejor. Y a modo de trampantojo escrito (porque a veces los textos tienen vida propia) esto que aquí escribo se ha ido transformando de” lo que fue” a lo que “ha terminado siendo”.
El Arte entendido como medio de expresión que emplea variados soportes (entre ellos el fotográfico) siempre camina de la mano de la sociedad que lo produce. En ocasiones, como elemento vivo que es se rebela, se enfada y por supuesto se adelanta enseñándonos, como un precioso caleidoscopio, la multitud de colores y grados de expresividad del género humano.
Y en el interior de esa riqueza expresiva se encuentra el humor, eso que nos individualiza y nos hace tremendamente especiales y que sin él, a veces sería imposible sobrevivir a mucho de lo que nos rodea.
Por ello, cuando lo encontramos aplicado a la fotografía, se puede llegar casi a una especie de catarsis espiritual en la que visualizar el “mundo al revés” (tratar a la ligera las cosas graves y gravemente las ligeras) y que, lo que nunca creíste que fuese bello, pueda serlo y mucho.
Y pensé en los trabajos de algunas artistas que se relacionan sin querer en mi cabeza, una fotografía actual donde la crítica social, el análisis de la hipocresía, el concepto de belleza o el humor negro están más presentes que nunca. Quienes me conocen un poquito saben que me fascina Ellen Kooi; no sé si por esa mezcla de soledad y amplitud, donde el paisaje gris se altera mínimamente por una presencia física que se “deja caer”, donde incluso una mujer gigante muerta en la carretera es hermosa.
La muerte y el humor, la belleza y lo efímero es algo que no se le escapa a Daniela Edburg. No os perdáis su serie Killing Time o la divertida Drop Dead Gorgeous en la que retrata a la víctima sin sufrimiento, con estilo irónico y donde se critica el consumismo pero casi a la manera de un cuento.

Y así llego a Irene Cruz, joven artista que, cuando uno se adentra en sus trabajos es como empezar un juego de pistas, de curiosidad, de buscar algo (no sé muy bien el qué) pero que hace que te enganches (aunque haga frío, aunque todo esté húmedo) y que incluso “metas” la cabeza donde no debas. Os invito a que buceéis en sus trabajos, arte que transmite y mucho.

O como Rocío Verdejo y su serie Las matemáticas de Dios no son exactas donde muestra con gran perspicacia una muerte (de la belleza) si se quiere con elegancia.
Y en este diálogo de sujeto-objeto-artista-obra yo me despido también siendo otra; como Duchamp y su Rrose, como Lady Warhol y sus pelucas o como la Sublime (porque no tiene otro adjetivo) Francesca Woodman…aunque yo, perezosa, todavía no le he puesto nombre a mi alter ego, a “esa” que me gusta jugar a ser.
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