Lucía Seles prosigue con su cine atado a unos parámetros que no cambian apenas, en los que parece entrar en bucle, aunque sin desfallecer. Reinventándose, cambiando el reparto coral (siempre hay actores fijos) y variando las motivaciones de sus intérpretes principales. Dirige su senda en esta serie que continúa a la excelente “the urgency of death” (2023), hacia un drama más acusado cobijado entre la comedia del absurdo a la que nos tiene acostumbrados. En esta película, que ha tenido su tercer pase de estreno hoy miércoles en el BAFICI, persiste en habitar las calles argentinas, en describir personajes que pertenecen a lo urbano, a sus colectivos, estaciones, confiterías, hoteles, lugares inmundos (aunque se enfade un poco cuando digo eso) a los que extraer su bizarra belleza. A lo nocturno, a los ascensores, monumentos, a detalles estéticos en los que nadie reparamos.
«the bewilderment of chile» ha ganado el Premio Especial del Jurado en el reciente BAFICI

Seles persiste en su gramática visual aparentemente caótica, plagada de formas visuales que circulan por planos aberrantes, dialéctica veloz entre imágenes y situaciones que pertenecen a cada personaje, junto a planos más dilatados que remiten al mejor cine clásico y moderno.
Volver a su cine es reconfortante cuando entiendes sus peculiares códigos, como he reflejado más de una vez. La singular caligrafía plena de neologismos de cuño propio impresa en algunas escenas ha descendido (o al menos me ha parecido eso), dejando paso y peso más a lo visual y los diálogos que marcan su cine. Unas veces complementando lo que observamos, otras a modo de «pantalla dividida» que transita independiente con reflexiones muy íntimas que coloca de soslayo, como hace con su fugaz nombre cuando sale quién dirige la película. Actitud ante su concepción del cine libérrima, inusual, tronchante, que se autodefine, plenamente reconocible, aunque no apareciera firmada.
Siempre hay emoción en sus habitantes, acreedores de un entusiasmo por motivos que rozan la encantadora ridiculez, provistos de la más ingenua dulzura y sensibilidad epidérmica, pero también de la crueldad más inesperada y destructiva (véase la escena de la farmacia). Y en “the bewilderment of chile” habla más que nunca de la soledad, de la tragedia, la muerte, del aturdimiento y decepción vital. Arrastra a algunos de sus personajes al desconcierto, al desarraigo y desubicación que brota en escenas repletas de aliteraciones en los diálogos subrayando su dolor o la imposibilidad de entendimiento. Pero también redunda en la incomunicación familiar, en la dificultad de ofrecer o recibir ayuda cuando se está bloqueado.


Historia en la que presenta sus personajes «gallegos» de verdad (a los que suma Paulino, con un Jeri Iglesias que promete más guerra en los siguientes episodios), entre los que brillan personajes maduros (qué difícil es ver eso en el cine), los dos Pelayos (Gonzalo y Javier), a los que regala la película conversando íntimamente confinados en un ascensor, entre rejas de un hogar para jóvenes al que un señor mayor no quiere pertenecer. En la soledad buscada de una confitería con el consuelo de ser escuchado por una mujer que programa música barroca que cura.
En la robótica e incomprensible respuesta de un empleado de hotel que impide la estadía de una temporada a alguien que quiere encontrar su lugar después de un largo período por España, reduciéndolo a un amargo reflejo en un cristal.
Seles impregna el cine con desenfrenada pasión por la música, hablando en este caso de Charlie Parker o introduciendo al director de orquesta real Ezequiel Fautario al que adora esa familia en la confitería. Empapa su exaltación por lo imperceptible constantemente, nunca desafina con su surrealismo a pie de calle y explota en esas frases que pronuncia en una tronchante escena Diego (el director Gonzalo García-Pelayo, productor de la película) contra los franceses soltando unas morcillas que basculan entre decisiones laborales, sevillanas rocieras, himno de la Legión o el de Galicia en una extravagante escena.


Y me guardo para siempre un final de ésos que ama tanto y remata tan bien la directora en que el personaje camina errabundo por la ciudad, con un Javier García- Pelayo enorme, desgarrado. Depositario del desencanto hecho imagen. Con esencia a cine de Schrader setentero que actualiza eso de que “el cine es ver caminar a Henry Fonda”. No, el cine ahora es ver andar a Javier por el pasillo angosto de una casa inenarrable o acompañado por melancólicas notas de piano en una estación de tren nocturna sin destino. Sin hogar.


TÍTULO: the bewilderment of chile. AÑO: 2025. PAÍS: Argentina. DIRECCIÓN: Lucía Seles. DURACIÓN: 119 min. GUION: Lucía Seles. PRODUCCIÓN: Gong Argentina, Oficina Selena Toro. EDICIÓN: Lucía Seles. GÉNERO: Tragicomedia. INTÉRPRETES: Javier García-Pelayo, Gonzalo García-Pelayo, Iván García-Pelayo, Jeri Iglesias, Gabriela Ditisheim, Lorenzo Ferro, Ágata Martín, Ezequiel Fautario. MÚSICA: Luiza. FOTOGRAFÍA: Sebastián Toro, Guillermo Romero. PREMIOS: Premio Especial del Jurado en BAFICI.