La moratoria Derrida
Una moratoria es un plazo, la ampliación de un plazo. Lo que se demora un poco más ¿cuánto? en la satisfacción, por ejemplo, de una deuda o en la aplicación de una ley. ¿Con respecto a qué se demora hoy el filósofo Jacques Derrida, quien, como todo el mundo sabe, murió el 9 de octubre del año 2004? Desde luego, nadie puede hacerlo con respecto al morir, de cara a su muerte. No es un paso cualquiera el morir, como señalaba, siempre afilado, Maurice Blanchot, a quien el propio Derrida tuvo que despedir, y no de cualquier manera, sino como quien entona su único kaddish posible, el 23 de febrero de 2003: no hay un más allá, pas au delà, así que la finitud, de lo que se hace sabedora es el del acabar(se), como quien da un paso más allá (pas au delà) del fin.
A título (póstumo) de más de uno: circonfesiones del Otro
Desde que tengo uso de razón, Jacques, este amigo, o Derrida, este amigo al que nunca conocí y sobre el que intento escribir sin saber si es posible, nos habla, o más bien nos llama a la muerte. No piensa en la muerte. No piensa la muerte. Más bien, tal vez, piensa a muerte. A fondo. Cuestión de analogía: incondicional e irreconciliable. Como la sonrisa, la última de las últimas: sonrisa a través de las lágrimas, más allá del rastro y del archivo. Recuerdo de una promesa o promesa de un recuerdo. Una despedida es una transacción entre dos imperativos igualmente irreconciliables. Por eso esta es una carta breve a un amigo, decía, cuya respuesta no obtendré jamás. No habrá postal, ni siquiera una carta en souffrance. En souffrance: dolorosa porque todavía para siempre pendiente, algo que quizás se correspondería con cualquier palabra que uno escriba a la muerte de alguien, mejor aún, después de la muerte, póstumo a la propia muerte.
Laporte no está
El nombre no es el libro, el libro es la unidad a deconstruir, lo real de este nombre está constantemente desplazado por la máquina textual, la Biografía es la definición, la máquina textual, y su paradigma platónico de tejido siempre en la memoria, recordado, es la imagen del nombre. El nombre sería el texto definido por la Biografía, pero el definiens es aleatorio, acarreado por el juego de su diferenciación. El conocimiento sería la lectura a condición de recordar que la lectura y la escritura son lo mismo a través de la diferencia que las constituye. El quinto factor es la escritura, siempre idéntica a sí misma y siempre distinta, a través de la lectura, y en relación con la cual el texto sería el reflejo. Este comentario platónico podría ser acusado de reconducir una forma de dualidad metafísica, pero el texto-imagen es también múltiple y cada lectura reconfigura la identidad y la preserva. El texto es ese φαρμακός que, no siendo ni cura ni veneno –escritura o contraescritura-, se afirma por ambos.
Fragmentos sobre el fragmento
Por eso, en definitiva, pienso que el carácter fragmentario de estos apuntes nos muestra a un Perros que no sólo piensa, sino que escribe al mismo tiempo, consciente del esfuerzo que requiere encontrar las palabras y las imágenes, también la forma. Existe una cierta fenomenología de la escritura que, más allá de las boutades que Perros se permite a sí mismo, consiste no sólo en tomar conciencia, sino también en asumir la responsabilidad del uso de su propio -¿único?- medio: la escritura. Para Perros, el texto principal está en otra parte que en sus escritos (el margen), ecos sólo de lo que vive, partes de la experiencia pero ciertamente no su totalidad, ni su principio ni su fin.
Como si no hubiera lenguaje
Porque todos somos, si se nos provoca, apasionados terroristas y antiterroristas. Sin Terror -en el sentido vago y mágico que esta palabra tiene en Francia-, ¿quién querría vivir y, sobre todo, escribir? El terror es lo que confiere el fuego y la llama, el horror y el disfrute, a nuestra vida de tinta. Los torturadores y las víctimas, las corridas de toros, las bayonetas, los alambres de púas, el abuso y el éxtasis nos dan un placer ficticio. Y por eso sería instructivo analizar el desgarro de nuestro pensamiento, de nuestras emociones, entre los dos cabos –apolíneo y dionisíaco- que pueden ser designados por los nombres de Paulhan y Bataille: escritores aterrorizantes, aterrorizados y sendos hombres de letras. El lingüista bloqueado y el vergonzoso archivero, editores de revistas y directores de conciencia, unidos por el erotismo.