Se ha puesto de moda hablar de socialdemocracia, quizá porque algunos pretendan atribuirse los valores que ésta representa para cautivar al potencial electorado. Y está bien que se abrace la socialdemocracia, siempre y cuando el abrazante sea socialdemócrata o, mejor dicho, pase a ser socialdemócrata. Porque podemos estar ante una conversión repentina, como le pasó a Saulo camino de Damasco.
Saulo se dirigía a Damasco a perseguir a los cristianos, por orden de los judíos, cuando un rayo de luz le dejó ciego y le hizo caer del caballo, al tiempo que escuchaba una voz que le decía ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’ y al llegar a Damasco se encuentra con Ananías que le bendice, en nombre de Jesús, y logra devolverle la vista. La verdad es que de este Saulo, convertido al cristianismo y más conocido como Pablo de Tarso y más tarde como San Pablo, nos cuenta la historia que fue un misógino de tomo y lomo, bastante agresivo, un poco deslenguado y que le gustaba lo de mandar más que comer con los dedos.
Así que estamos ante nuevos socialdemócratas, nuevos por haber llegado ahora, que han decidido abandonar el populismo y se han incorporado al grupo del progreso y de la Europa de la igualdad, de la libertad y de la justicia. Porque eso es ser socialdemócrata, libertad, igualdad y solidaridad. Algunas personas son socialdemócratas sin necesidad de tener carnet de partido, porque para ser socialdemócrata no es necesario ser miembro de un partido, aunque lo identifiquemos con un partido determinado. Y quiero precisar que la igualdad no está relacionada con ser iguales, está relacionada con la igualdad de derechos y oportunidades.
Lo importante es que sepamos bien de qué estamos hablando, porque estos nuevos socialdemócratas, nuevos por haber llegado ahora, manejan conceptos y se miran en ejemplos de lo más variopinto. Algunos de esos ejemplos tildaron a los socialdemócratas de socialtraidores. Conviene recordarlo porque a lo mejor los nuevos desconocían estos hechos por ese pecado de juventud, que tanto abunda últimamente, que llamamos adanismo y consiste en pensar que la historia empezó con cada uno de ellos. Pero también conviene repasar ciertos fundamentos y hechos históricos que nos permiten perfilar qué es ser socialdemócrata y que han hecho los socialdemócratas.
Los socialdemócratas aceptan, con todas las consecuencias, las reglas de la democracia y esto es algo que no podemos perder de vista en ningún momento. Además, los socialdemócratas aceptan el mercado y defienden una intervención en el mismo, estableciendo reglas con la intención de lograr limar en la medida de lo posible la mayor parte de las aristas que la existencia del capitalismo a tumba abierta supone. Pero aceptan el mercado, porque aceptan la competencia que sirve de incentivo a las personas. Y en este punto convendría que los nuevos socialdemócratas, nuevos por haber llegado ahora, nos digan si aceptan la economía social de mercado o disponen de otro sistema económico, para saber de qué posición parte cada cual, pues los nuevos han dicho cosas en el pasado más cercano que se alinean con las tesis de esos que les llamaban socialtraidores, como por ejemplo el establecimiento de salarios máximos o el control público de la economía o la derogación del Tratado de Lisboa o la salida del Euro.
Y esto último que afirman y que no forma parte del ideario socialdemócrata es preocupante, la salida del Euro. Veamos, la construcción de la Unión Europea es larga y compleja, parte desde el final de la II Guerra Mundial, tanto como la vida de un ser humano, pero una nimiedad comparado con la vida de los humanos, y aún no ha terminado, pero ¿es que tiene fin la construcción de los países? ¡Ay de aquellos que crean que han terminado la construcción del suyo! Es comprensible que nos desesperemos por no ver un final, que nunca llegará, pero es más desesperante aún que solo nos dediquemos a criticar lo avanzado sin aportar correcciones o mejoras y, sobre todo, sin aportar argumentos que conciten la mayoría necesaria para abordar las transformaciones y los cambios que nos exige la prudencia y la experiencia vivida.
Los socialdemócratas no solo han creado, mejor dicho, han contribuido a crear los estados del bienestar en buena parte de Europa, han contribuido a crear Europa. Esa Europa unida que pretende convertirse en un espacio de libertad, igualdad y solidaridad. Y para lograrlo hace falta mucha fuerza, mucho poder de convicción y mucha capacidad de cesión. Y un ejemplo de construcción común, a pesar de los muchos errores técnicos y políticos en su creación, es el Euro. Y los socialdemócratas están detrás del Euro, ¿pueden decir lo mismo los nuevos socialdemócratas, nuevos por haber llegado ahora, que han votado 2 veces a favor de la disolución de la zona euro en el Parlamento Europeo en los últimos 7 meses?
En España hay una corriente de profundo disgusto porque cuando hizo falta que el estado del bienestar respondiera este estuvo casi ausente. Los ciudadanos que daban su apoyo a soluciones socialdemócratas se encontraron frente a la crisis casi desvalidos y sin los apoyos que esperaban. Los ciudadanos sabían que la crisis provenía del exterior, pero necesitaban y esperaban ser arropados por el estado. ¿Para qué nos sirve un sistema sanitario si estamos sanos? La gente acude al sistema de salud cuando está enferma. Y esta situación de desvalimiento, provocada en parte por la negativa de los mercados financieros a sustentar las políticas de emergencia social, dio pie a la reaparición de los populismos, de esos que todo lo resuelven. Los mismos que pretendieron resolver problemas mediante el enfrentamiento en tiempos lejanos, pero que no nos son ajenos. Populismos a los que se quiso desterrar mediante la creación de esa Europa que tanto anhelamos varias generaciones de españoles.
Por eso, ya que algunos quieren hacerse reconocer como socialdemócratas convendría que dieran, como diría el periodista Miguel Ángel Aguilar, los gritos de rigor para ser aceptados en la comunidad, no vaya a ser que, amparados bajo esa gorra tan llamativa, se nos cuele el populismo sin darnos cuenta. El populismo, esa corriente, no de pensamiento, que sirve para agitar a las masas, que no a los ciudadanos, para alcanzar el poder y luego, pues ya veremos que diría el otro. El populismo, ese que hoy dice una cosa y mañana la contraria para intentar contentar al pueblo, que dice cosas distintas según esté en mi pueblo o en el del otro, porque no tiene una ideología, tiene intereses. Los populismos no suponen progreso alguno ni resuelven problemas ni ofrecen alternativas, causan dolor y dañan gravemente los sistemas económicos como la historia y la televisión nos demuestran sin descanso.
Me siento europeo, soy partidario del Euro y prefiero la socialdemocracia a los populismos y por todo ello me asusta que los medios de comunicación y el mundo académico estén ofreciendo como un nuevo pensamiento, nuevo por haber llegado ahora, lo que no es más que viejo populismo y que se pretende vender envuelto en gastado celofán, que ya no se usa ni para envolver las cajetillas de tabaco. Y es que defender el populismo es como defender el consumo de tabaco.
Por si los populistas pretendieran alardear de algo diré como Hermann Hesse,
No reniego del patriotismo, pero primero soy un ser humano, y cuando ambas cosas son incompatibles, siempre le doy la razón al ser humano.
salud a tod@s