Artículo publicado originalmente en la publicación periódica feminista La Madeja.
Monográfico: Mentiras (2024).
Edita: Cambalache.
Estoy cansada de pusilanimidad
su tener que ser excepcionales
para hacer lo que cualquier mujer
hace en el transcurso de las cosas.
Estoy cansada de mujeres rebajadas a la mitad de nuestra altura
para sacar la veta esencial a la luz,
cansada del desperdicio de lo que ponemos
a tan alto precio, con tal entusiasmo, a la vista
(pues ¿qué será de aquello que la minera sondea
y talla dolorida del cuerpo de la montaña?)
Adrienne Rich. Recursos naturales.
1. Qué es y para qué se utiliza
El síndrome de la impostora es un asalto, un asedio, una parálisis, una sinfonía de voces que no callan. A veces llega sin avisar y otras toca a la puerta, se anuncia y se autoinvita a casa.
Me gustaría que no estuviera aquí, que no se hubiera instalado en mi escritura. También, que no hubiera extendido sus tentáculos hacia otros lugares. No se está quieto. Es como una mancha de color diluida en agua, que con una sola gota contamina el recipiente entero. Es como un alien. No sé si la localización exacta es en las manos, en los ojos o en la cabeza, ni cómo se acomoda, ni cómo se va abriendo camino. Pero, a temporadas, me habita y una inmensa duda comienza a paralizarme. Cuando esto sucede la procrastinación aparece, establece un diálogo fuerte con mis dudas y todo se frena. El tiempo se ralentiza, la voz tiembla. Es justo en ese punto cuando comienzo a sabotearme. El carácter se me hace huraño y triste, me quedo instalada en un no-lugar, en el que me dedico a pelearme conmigo misma hasta la extenuación, tendré que agotarme para poder salir del bucle.
2. Qué necesita saber
Mi ritual empieza así: ¿Qué sentido tiene escribir?, ¿qué vas a contar?, ¿a quién le importa?, ¿acaso puedes contar algo?, ¿quién eres tú para escribir algo?
Y el tuyo, ¿cómo comienza?, ¿tiene fases?, ¿cómo aparece?, ¿cómo lo ahuyentas?
¿Las causas de esta dolencia? Se tiende a apuntar a un exceso de autocrítica, de duda y de miedo al fracaso entre quienes la padecen. A veces, se suele explicar el síndrome de la impostora aludiendo a la falta de confianza, al sentimiento paralizante o a la autoestima baja. Muchas de las soluciones acaban por recurrir a una narrativa manida que sugiere que asumamos que nos vamos a equivocar, que no seamos tan exigentes con nosotras mismas o que nos queramos más y mejor. Entre esta amalgama de padecimientos, el mercado ha encontrado un filón donde el producto a vender (siempre se trató de eso) adquiere muchas formas, ya sea la de un curso de coaching de escritura, un retiro espiritual o una dieta. Y todas tienen algo en común: comparten la filosofía de las tazas con mensaje.
3. Advertencias y precauciones
Hay una ficción perversa instalada en la narrativa de todos estos remedios. Detrás de las manidas frases: cree en tu trabajo, confía en ti misma, apóyate en tus amigas, confía en ti, etc. laten prácticas pseudo-feministas descafeinadas, aderezadas de tácticas neoliberales. En otras palabras, un xenoformo[1] en toda regla.
Nuestro síndrome de impostora es una inagotable mina de oro. Nuestras inseguridades, un recurso a explotar para quienes pueden fácilmente señalar hacia todo lo que nos paraliza. Qué peligroso que se haya establecido un coaching de escritura vendido a través de figuras instagrameables que sólo atienden a un proceso individual del síndrome como si esto no fuera estructural. Por eso, intenta que tus inseguridades no le renten al patriarcado, si le rentan, tranquila: no es el síndrome, es el sistema.
4. Posibles efectos adversos
No hay curso, charla, ni ritual chamánico que te desligue del síndrome cuando está profundamente instalado y se abre camino. ¿Qué forma tiene tu síndrome?, ¿cómo se materializa? El mío es una hiedra trepadora alienígena. Crece con facilidad. Cuando la arranco, a su paso ha dejado un leve rastro. Aunque no puedo frenarla, con el tiempo, sí he aprendido a delimitarla, a perimetrar su crecimiento, a pactar con los miedos, a aislar el ruido.
5. Proceso de exploración minera
Tu síndrome es una mina, explóralo, excava, realiza las catas de tierra pertinentes y no dudes en construir pasajes estratégicos que conecten las dudas. Te permitirán ver los vínculos y comprender el mapa de tus inseguridades. Puede que una vez que lo dibujes puedas caminar mejor, escribir más tranquila.
Piensa en tu contexto, en tu entorno afectivo y hazte estas preguntas. Son sólo algunas herramientas para comenzar a cavar:
¿Cuánto te han cuestionado?, ¿quiénes? ¿Cuánto hay de síndrome de la impostora y cuánto de patriarcado en tus dudas? ¿Qué tipos de actitudes y conductas se han celebrado en tu entorno y cuáles se han cuestionado? ¿Qué huellas de eso se han quedado en ti?, ¿identificas alguna?, ¿reproduces alguna? ¿Qué papel desempeña el bienestar económico en tu autoestima? ¿Qué papel juegan los privilegios en tus dudas?, ¿qué papel desempeña el racismo? ¿Qué impacto tiene la ausencia de buenos tratos en la construcción de tu autoestima? ¿Con qué mirada aprendemos a ver nuestra escritura? ¿Quién y cómo nos enseñó a mirarnos de esta manera? ¿Con qué estrategias podemos seguir adelante, a pesar de las dudas, a pesar de las voces?
6. Sin nada de esto funciona
Recuerda que dinamitar los pasajes también es, siempre, una buena opción. Saca a la teniente Ripley que llevas dentro.
[1] Ser antropomorfo extraterrestre y parasitoide ficticio, también conocido como alien.
Fotografía: Hannaford