Cuando empecé a trabajar en el centro de salud una de las cosas que más me llamó la atención es la cantidad de gente sana que viene a solicitar una analítica «de control». Me surgen siempre 2 preguntas. ¿Por qué la gente sana va a consulta médica? y ¿control de qué? La medicina y la cobertura sanitaria han cambiado muchísimo a lo largo de la historia reciente de nuestro país y cuando en la época de mis abuelos la gente moría de enfermedades que hoy se consideran banales porque no tenían posibilidad de pagarse la visita médica, las medicinas y mucho menos los ingresos, cirugías y pruebas, hoy la gente se hace analíticas de control, mamografías y toma pastillas por si acaso pudiera enfermar. De un extremo al otro.
Hoy vengo a lanzar un mensaje contradictorio pero necesario: no siempre más es mejor.
Ya el año pasado el ABC publicaba un titular al respecto: «Los chequeos rutinarios de salud no reducen la mortalidad» La noticia habla sobre una revisión de estudios clínicos cuya conclusión fue que no se encontraron efectos beneficiosos de los chequeos de salud generales sobre morbilidad, hospitalización, incapacidad, preocupación, visitas médicas adicionales o absentismo laboral, a pesar de que se incrementó el número de diagnósticos y el número de personas que se autodenominan enfermos crónicos y pasan a ser considerados como tales por etiquetas como «hipertenso» o «dislipémico».
Esto último es una clara iatrogenia (o daño atribuible al acto médico) provocada por hacer este tipo de revisiones en personas sanas. Aunque sorprendentemente casi nadie parezca tenerlo en cuenta, todo acto médico tiene efectos secundarios que hay que tener en cuenta a la hora de decidir si actuar o no. El solo hecho de etiquetar a alguien con un diagnóstico médico conlleva en ella cambios en su vida que no siempre son a mejor. A veces aumentamos el nivel de estrés y preocupación, otras hacemos que los cambios que les aconsejamos (como la dieta y otras restricciones) signifiquen que la persona deje de poder disfrutar de algo tremendamente importante en sus vidas. Las consecuencias de esto son fácilmente deducibles: personas más teóricamente sanas, pero menos felices (por lo tanto no tan sanas).
Hace poco leí un artículo en un revista de atención primaria sobre un caso que sirve de magnífico ejemplo para ilustrar esta controversia sobre el afán de prevenirlo todo. En uno de los párrafos dice así: «No pocas veces, los «cuidados» (que, con frecuencia, son un eufemismo de vigilancia y control), se convierten en los valores predominantes y pasan por encima de otros como la felicidad o la autonomía. Esa escala de valores es muy personal y respetable, y por eso no siempre, ni para todo el mundo, va a resultar un buen negocio perder autonomía para ganar cuidados, o viceversa.» El artículo entero no tiene desperdicio así que os lo dejo aquí por si lo queréis leer.
Cuando una persona se pone en manos de gente como nosotr@s, personal sanitario entrenado para buscar cualquier atisbo de anormalidad y corregirlo (siempre con buenas intenciones), está perdiendo parte de su autonomía. Una persona como paciente no debe ser jamás pasiva y dejarse llevar por la corriente y la asumir sin más la idea de que cuantas más intervenciones médicas, mejor cuidada estará su salud. Porque la salud no es un concepto matemático y si tiene mucho de subjetivo y personal. En mi opinión, es necesario que tanto pacientes como profesionales reflexionen sobre el objetivo de las intervenciones médicas que realizan y se dejan realizar.
En el caso de que seas una persona sana y quieras hacerte una analítica «de control» pregúntate primero que quieres controlar y para qué. Pregúntate qué harás si sale algún valor alterado, como el colesterol, la tensión, los leucocitos… piensa en cómo te lo vas a tomar y qué medidas tomarías y si eśtas realmente aumentarían tu bienestar. La prevención es un arma útil y un gran avance en materia de salud pero tiene doble filo. Con estudios que demuestran que pasar una ITV a nuestro organismo no disminuye la mortalidad, ¿es necesario para ti tener una etiqueta médica durante más tiempo del que tocaría? ¿Te ayudará a optar por hábitos de vida más saludables o por el contrario aumentará tu nivel de estrés?
Para sacar el máximo partido de los beneficios de la medicina, hay que optimizar su utilización. Hagamos un uso responsable de ella y no caigamos en el error de considerar que los riesgos de las intervenciones médicas son despreciables o asumibles siempre en comparación con los beneficios. Si tu respuesta a mi última pregunta fue la primera opción, adelante con el chequeo. Si tu respuesta más probable es la segunda, piensa, con la evidencia en la mano, si merece la pena.