Esta frase me vino a la cabeza realizando una práctica para un curso que estoy realizando (acerca de cómo transmitir proyectos culturales) y reflexionando sobre cómo en ocasiones se “venden” ciertos estándares o panaceas asociadas al Arte.
Aparte de aprender términos tipo storytelling, contenidos líquidos y demás extrañezas; me está sirviendo para poder poner nombre a multitud de cosas que hacemos y/o compartimos en este Universo de redes y marañas sociales. Así como para darme cuenta de que, sea lo que sea lo que uno quiera comunicar, tiene que acercarse a la Emoción.
De esto ya se han dado cuenta algunos Centros de Arte (no todos, por desgracia) que, con textos y actividades que parten de un nuevo dinamismo y feed-back con el público, arriesgando en tipos de exposiciones que abren los puntos de mira hacia nuevas lecturas y nuevos derroteros (porque el Arte siempre ha hecho eso, no?) y no caer en el temido estancamiento; apuestan por eso, por invitar a soñar desde la calidad. Que opino no es tan difícil, sólo hay que “salir” y aprender a mirar otras cosas que se hacen.
Porque un Centro o proyecto artístico es un intermediario, un nexo que une la sensibilidad humana a través de medios expresivos creativos y los muestra a los demás, provocando que el aprendizaje y la curiosidad sean motores de avance en una sociedad crítica.
Y así, aplicando una singular “conjetura de Collatz” al Arte se puede comprobar, cual fórmula matemática, que quizá lo más pequeño y sencillo alberga una cantidad ingente de ideas a transmitir.
Porque estimular las miradas inteligentes y el espíritu crítico sólo lo consigue el Arte, despertando el pensamiento de quien lo contempla y haciendo que las cosas distantes comiencen a encajar. Y para que esto sea posible lo primordial es acercarlo, hacerlo comprensible y enseñar a leer sus códigos (siempre interesantes en lectura pero necesarios acercarlos según su tiempo y momento) y luego que cada uno se deje impresionar y sobrecoger interiorizando aquello que se siente al contemplar una obra.
No voy a adentrarme en temas de accesibilidad (que darán para más artículos) pero sí recomendaros lecturas como la ponencia de Laura Cano para el encuentro de Arte y un café: Un lenguaje para todos vía Agenda Magenta, remitiéndome a que no hay nada peor que sentirse “inferior” intelectualmente no entendiendo lo que se lee en un Museo, por ejemplo.
Y como ya postulaba Tilden*, Interpretar el Patrimonio no es más que revelar significados e interrelaciones, aprovechando la curiosidad de quien mira y saber que hay cosas de tal belleza que no requieren de explicación (su ejemplo de una puesta de Sol lo dice todo).
Sólo así contaremos historias que lleguen, se entiendan, transmitan y el Arte muchas veces deje de ser “eso” que sólo unos pocos pueden ver.
¿La belleza perfecta necesita alabanzas? No; no más que la ley, no más que la verdad, no más que la bondad, ni que la modestia. Marco Aurelio, Meditaciones.
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*Freeman Tilden, “La interpretación de nuestro patrimonio”. AIP