Está más que demostrado científicamente que el ser humano, Homo sapiens, además de dotado de inteligencia es empático, social y solidario. Sin embargo, las informaciones periodísticas hablan en su mayoría de personas carentes de empatía.
Unas con mucho dinero, superricos, a quienes no les importan que haya personas que pasan hambre, personas que carecen donde vivir, de dinero para educar a sus hijos, de servicios de salud, etc. es decir, lo que otros con dicha empatía llaman «derechos humanos». Aunque en la práctica sean derechos humanos, según las noticias, solo los que tienen dinero pueden disfrutar de ellos.
Junto a ellos hay otras personas ambiciosas, con más o menos dinero, carentes de empatía que desean apropiarse de un trozo del planeta Tierra donde viven o vivían otrás personas. Para ello inician lo que llamamos una guerra, en la que se matan niños, niñas y adolescentes inocentes, excepto sus hijos.
Y, lo que es más curioso: las guerras por las que estos ambiciosos querían un trozo del planeta es destruido por la propia guerra.
¿Dónde está la empatía y solidaridad que caracteriza a la especie humana? Solo hay una respuesta; tanto los superricos como los que, por cualquier causa, inician una guerra han dejado de pertenecer a la especie humana, aunque estén dotado de inteligencia.
En esa situación a los pertenecientes a la especie Homo sapiens, como he dicho dotada de empatía y solidaridad, solo nos queda una cosa: no colaborar, de ninguna manera, con quienes ya no pertenecen a nuestra especie.
Aunque al principio pensemos que debemos ayudar a quienes han sido atacados, no debemos, como seres humanos, participar en guerras mediante la compra o fabricación de armas porque ello cuesta dinero, dinero que necesitamos para proporcionar a los ciudadanos, verdaderos seres humanos, para dotarles de lo que hemos llamado «derechos humanos».
Además hay otra cosa: la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con 169 metas y 230 indicadores. Esta Agenda diseña un plan para el futuro del Homo sapiens, dotado de empatía y solidaridad; un futuro que necesita un cambio de rumbo hacia un mundo sin guerras.
Para terminar, voy a copiar el principio, de una noticia publicada en el periódico El País del 1 de julio de 2024.
«La acelerada concentración de la riqueza en pocas manos, constatada por numerosos estudios explica el aumento de tensiones globales y el comportamiento de los votantes. El reciente informe encargado por el G.20 a Gabriel Zueman, director del Observatorio Fiscal de la Unión Europea, pone al descubierto el proceso explosivo de acumulación de la riqueza que se está registrando en el mundo. Unos 3.000 megarricos (el 0.0001 de población, un hogar por millón), posee ya el 14% de la riqueza mundial. La tendencia parece imparable.
Las consecuencias de esta deriva son un empobrecimiento de los desheredados. El pasado abril, el Banco Mundial alertó que una cuarta parte de la humanidad sufre un retroceso histórico y que una de cada cuatro personas de los países pobres sobrevive con 2,15 dólares al día.
Sabemos, según un informe de la Cátedra de Liderazgos y Sostenibilidad de Esade y el Observatotio Social de la Fundación la Caixa, que algunos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030, como el fin de la pobreza y el hambre cero, no se cumplirán por estar poco atendido».