En este impasse de Agosto tres asuntos nos han tenido interesados en primer plano más allá de la pandemia que, de un modo u otro, sigue distorsionándolo todo. No es que no haya otros, que los hay y muchos, pero tampoco hemos querido echar más leña al fuego en esta nuestra primera intervención después de las vacaciones.
Uno de índole nacional y europeo como ha sido el de la desenfrenada subida de la luz. Otro de índole internacional como resulta del enorme fracaso, una vez más, de la comunidad internacional en Afganistán y, por último, el informe presentado por la comunidad científica advirtiéndonos de las catastróficas consecuencias del cambio climático en un futuro cada vez más inmediato.
Lo peor de todo que en los dos últimos casos ninguno nos pilla de sorpresa y en el de los precios de la luz, si bien han sobrepasado de largo lo imaginable, tampoco puede causar asombro toda vez conocido el modelo de fijación de precios de un bien básico como es la energía, acordado en su día por la U.E., y que deja en manos de las compañías eléctricas los mismos.
La luz
Poco más que decir que no se haya dicho ya de semejante estropicio que, al menos en el caso de España, se diría más que un timo por parte de nuestras queridas eléctricas que en este país parecen ser junto a los bancos las que manejan nuestro destino.
Por no decir que hacen de su capa un sayo, que para eso cuentan con el beneplácito de políticos y políticas, al menos de los de siempre, para acabar en innumerables casos dando con sus posaderas en sus magníficos consejos de administración.
El problema de la luz no es más que un problema político y como tal todo pasa por una auténtica reestructuración del sistema. O lo que es lo mismo, por mucho que le pese a los ensoñadores liberales, una intervención en los precios por parte del estado y la recuperación de empresas públicas en el sector que, de un modo u otro, ayuden al control de estos.
Más o menos la experiencia acumulada por otros países tan poco sospechosos como Francia, Italia, Suiza, Austria, Suecia, Canadá, Israel o los mismísimos EE.UU. De hecho la propia OCDE, una institución todavía menos sospechosa, reconoce que el 62 % de la energía producida en sus países miembros viene de empresas públicas y que esto favorece la rebaja del coste de la factura a los consumidores.
Es más, en España incluso se da el anacronismo que uno de nuestros pesos pesados en el sector, Endesa, tras ser privatizada fue adquirida por Enel, la empresa pública italiana de electricidad.
Es cierto que la mitad o más del importe total de la factura no se corresponden estrictamente con el consumo de energía pero cae de cajón que semejante montante acabaría saliendo igualmente del bolsillo de los consumidores si se acabará eliminando de la misma y tal como proponen los liberales se cargaran directamente a los presupuestos del Estado.
La cosa queda en manos del gobierno que, como siempre, se encuentra dividido en dos facciones, los progresistas de UP a favor de la creación de una empresa pública al efecto y el control de los precios y de otra los conservadores del PSOE que andan dando bandazos con su doble moral a cuestas en su línea habitual.
Ya ha advertido Bruselas a Pedro Sánchez que eso de «intervenir» los precios nada de nada porque va en contra de los principios más básicos del dogma sobre «la libertad» a la hora de «optimizar los beneficios», al que solo puede poner límites la ley. Lo que no se especifica es quién y cómo dicta las leyes.
A lo que se suma la ministra del ramo, obediente ella faltaría más, que ya ha dicho que de eso de fijar precios máximos en el mercado hemos hablado bastante. Lo que cabía esperar del PSOE, ni poco más ni poco menos.
Sin embargo parece que «intervenir» los precios no es solo cosa de bolivarianos y rojos harapientos o al menos eso se desprende de la legislación francesa que es capaz de fijar los precios de algunos de sus medios de producción energética sin que nadie en la UE se rasgue las vestiduras por ello.
Vamos, resumiendo, que lo de la luz es una auténtica estafa. El mercado, dice el mantra, se autorregula sólo, aunque sólo en beneficio de los mismos de siempre con esa mirada cortoplacista que tanto les caracteriza y que es capaz de poner al más pintado patas arriba.
Afganistán
Durante la retirada soviética de Afganistán en 1992, un general ruso afirmó de manera rotunda que «Afganistán lo asolarás, lo destruirás, lo arrasarás pero jamás lo conquistaras». Y eso es lo que le ha vuelto a pasar a los EE.UU. en otra sonora derrota, aunque tampoco lo reconocerá como le ocurriera en Vietnam.
Porque la realidad es que 20 años después de invasión y ocupación, le han bastado unos pocos días a los talibanes para adueñarse de todo el país. Dos décadas de desolación y muerte, con millares de víctimas de por medio, que no han servido para construir ni siquiera algo parecido a una sociedad libre y al menos en vías de desarrollo.
Un nuevo fracaso de la comunidad internacional o quizá no. 2,5 billones de dólares después por parte de los EE.UU., 3.500 millones de euros en el caso de España y a saber cuánto más entre los 50 países que formaban la coalición, dan para mucho y… para muchos.
Una ingente cantidad de dinero, con un altísimo coste en vidas humanas, que no puede darse nunca por bien empleados cuando, desde el primer momento, se confió el gobierno afgano a toda una suerte de señores de la guerra que han utilizado su posición y poder para enriquecerse, cuando no a costa de la industria del opio, mientras las fuerzas de ocupación y dicha comunidad internacional miraban a otro lado.
Motivo más que suficiente para que su ejército, al servicio de un gobierno a todas luces tan corrupto, se haya desbaratado en pocas horas ante el empuje de una horda de fanáticos religiosos como es el caso de los talibanes.
Otra piedra en el zapato del mundo que reaparece, que a saber de sus consecuencias –sobre todo para el propio pueblo afgano-, y otra vergüenza más para la tan cacareada comunidad internacional.
De paso un motivo para que republicanos en EE.UU. y conservadores en el resto del mundo se hayan ensañado con un molesto Biden en otros muchos aspectos. Pero la realidad es que durante su vicepresidencia con Obama ya se opuso a mantener la ocupación en la forma que se venía haciendo.
Salir por piernas, como le ocurriera a los EE.UU. en Saigón, resulta todo un bochorno para cualquiera y, sobre todo, en el caso de Afganistán después de 20 años de ocupación para acabar volviendo prácticamente a la casilla de salida.
Pero quien va a perder en verdad en todo esto va a ser el pueblo afgano, en especial las mujeres afganas y eso pasara a ser otro auténtico lunar en la historia de la humanidad.
En definitiva que eso de exportar la libertad y la democracia a cañonazos si ya resultó un fiasco en Latinoamérica durante todo el SXX cuando EE.UU. avalaba a tipos como Duvalier, Somoza, Stroessner o Pinochet, entre tantos otros, la cosa parece que ha ido todavía a peor tras episodios como los de Iraq, Libia, Siria y ahora Afganistán.
Se diría incluso que el objetivo parece más destruir que construir para quitarse problemas de en medio, sin más y sin mirar atrás. Con el respaldo interesado de sus correligionarios habituales, tal como ha venido a decir tras el desastre afgano el Secretario General de la OTAN al manifestar sin tapujos que el resto de países de la coalición lo que estaban allí era para proteger a los norteamericanos y poco más.
El cambio climático
No puede decirse que este verano haya traído buenas noticias y menos aún después del último informe del consejo de científicos creado por la ONU a efectos del cambio climático que tras sus últimas investigaciones nos presagia un futuro desolador.
No hay que ser un lince, por mucho que los negacionistas atiborren de estupideces las redes sociales y la caverna pase el tema como de lado, para darse cuenta que algo está pasando en el clima ante tantos fenómenos extremos registrándose cada vez de forma más frecuente y en todos los rincones del planeta.
50ºC en Vancouver, tormentas colosales en el centro de Europa, tifones y huracanes cada vez más potentes y monstruosos incendios forestales por todo el mundo no pueden ser frutos casuales.
Y lo malo es que ya se venía anunciando desde hace mucho tiempo y otra vez la comunidad internacional ha seguido haciéndose el longuis, mejor dicho, pensando más en la cuenta de resultados que en el futuro de nuestro planeta y por ende de nuestra propia especie.
Ya sabemos que no hay vuelta atrás en muchos aspectos y que solo podemos asumir las consecuencias pero si no somos capaces de dar un rápido y decidido paso al frente para corregir tantos errores, la vida para miles de millones de personas va a acabar convertida en un infierno en pocas décadas y toda la especie humana, por mucho que algunos crean que a base de amasar riqueza pasaran de largo del asunto, acabará pagando sus consecuencias.
Otros líos
Todavía quedaría mucho más por abordar, pero como no quiere aburrir uno en exceso lo haremos en modo flash que ya tendremos tiempo para ello.
- De lo de los menores de Ceuta, la verdad que sonroja un poco que de la noche a la mañana vayamos a saltarnos todas las leyes habidas y por haber al respecto y sobre derechos humanos. Pero lo que, a bote pronto, me ha llamado la atención ha sido la forma en que los medios conservadores han tratado el asunto. Como si sí, como si no, ellos tan empeñados siempre en ponerles puertas al mar y pegar la patada en el trasero a cualquiera sin más, se han visto ahora en un brete en el que tener que criticar al gobierno por algo que en el fondo aplauden a rabiar.
- Del dictamen de la ONU a la sentencia del juez Garzón, pidiendo su absolución y restitución en la carrera judicial, poco que decir. Al fin y al cabo todo el mundo imaginaba, hasta los que le condenaron, que el afamado juez fue sacrificado por meterse en lo que no debía.
- Hablando de jueces, también debería llamarnos la atención con qué facilidad tiran la piedra y esconden la mano los del CGPJ. Que venga a recordarnos lo de su renovación, día sí y otro también, pero de ahí no se mueve nadie y eso que a ellos no les habrá de faltar trabajo y otro buen sillón donde posarse.
- De lo del Mar Menor, pues qué quieren que les diga. Entre todos lo mataron y el sólo se murió. Con el cambio climático de por medio y toda la porquería que se viene tirando al mismo desde hace décadas, a la Manga le quedan cuatro telediarios mientras los de siempre se tiran los trastos a la cabeza buscando rédito electoral como de costumbre.
Y para cerrar el asunto que del PSOE en el gobierno al que está en la oposición, pues ya se sabe que los tiempos corren de diferente modo según sea el caso. Como pasa con los precios de la luz, los alquileres, salarios, pensiones y demás cuestiones de importancia que se eternizan entre dimes y diretes y que nunca se acaban de resolver.
Lo que era de prever, que empieza el curso y… la casa por barrer.