La Academia Sueca ha concedido el Premio Nobel de Economía a Abhijit Banrjee, Esther Duflo y Michael Kremer, «por sus estudios sobre la reducción de la pobreza» (1). Los dos primeros son profesores en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) en Estados Unidos, y el tercero posee una plaza en la Universidad de Harvard.
«A pesar de la mejora de los estándares de vida, más de 700 millones de personas todavía subsisten con unos ingresos extremadamente bajos. Cada año, unos cinco millones de niños menores de cinco años fallecen por enfermedades que podrían a menudo ser prevenidas o curadas con tratamientos que no son caros. La mitad de los niños del mundo todavía abandona la escuela con unas capacidades básicas de lectura y aritméticas», indica la Academia Sueca.
En la concesión de este Premio hay que distinguir dos aspectos, ambos de gran importancia, uno, el objeto de estudio, la pobreza y otro, la forma cómo se ha llevado a cabo ese estudio.
En cuanto la forma cómo se ha llevado a cabo el estudio, la Academia Sueca señala que los «galardonados han introducido una nueva forma de dar respuestas fiables a esos problemas. Básicamente, se hacen preguntas sobre cuestiones concretas que pueden responder con experimentos concretos. Y de esta manera hallan conclusiones que sirven, entre otras cosas, para mejorar los resultados educativos o la salud de los niños».
En una entrevista telefónica, Esther Duflo, segunda mujer en recibir el Premio Nobel de Economía detrás de Elinor Ostrom, dijo que «se trata de llevar a cabo el laboratorio a la realidad para ver qué acciones públicas son las que funcionan, evaluándolas una a una de forma exhaustiva para luego analizar cómo pueden funcionar de forma combinada». En una rueda de prensa posterior al anuncio, Esther Duflo indicó: «Nuestro objetivo es asegurar que la lucha contra la pobreza se hace basándose en la evidencia científica». Y destacó que esta forma de trabajar «también debería aplicarse para la pobreza del mundo desarrollado, en especial tras la devastación causada por la Gran Recesión».
Según el jurado de la Academia Sueca, durante los últimos 20 años, los hallazgos de estos investigadores «han mejorado dramáticamente la capacidad práctica para combatir la pobreza». Se indica en la noticia que «en unos experimentos en Kenia con una ONG, Kremer (uno de los investigadores premiados) empezó comprobando que los libros de texto y las comidas gratis no ayudaban a mejorar los resultados escolares». En cambio, Banerjee y Duflo (los otros dos investigadores) concluyeron que «lo más efectivo eran programas de apoyo a estudiantes, ayudantes para los profesores y centrarse en los niños con más necesidades». Gracias a estos investigadores, las tutorías de refuerzo se han extendido a 100.000 escuelas en la India, beneficiando a más de cinco millones de alumnos.
Estas investigaciones se han prodigado en áreas como la sanidad, el acceso al crédito o la adopción de técnicas agrícolas. En general, sus estudios certifican que «ampliar el acceso a agua potable es una de las inversiones más rentables para los países en desarrollo».
Si el mismo estudio hubiera sido abordado por alguna de las élites de nuestro sistema económico-social, hubiera utilizado una hoja de cálculo o se hubiera limitado a dar dinero. Para nuestro sistema, la economía no es una ciencia social, no una rama de las matemáticas.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha tomado gran parte de las decisiones durante la crisis financiera de 2008 utilizando hojas de cálculo. Más recientemente, en el informe anual del FMI 2018 se indica que «está elaborando hojas de cálculo para indicar de qué forma cada país puede mitigar los efectos del cambio climático». Mientras, las personas a las que se ha concedido el Nobel de Economía no han empleado ninguna hoja de cálculo, sino experimentos de campo.
Santiago Carbó, catedrático de Economía, en un artículo de opinión (2), señalaba: «Hace dos años, en esta tribuna, me refería precisamente al debate que abrió Paul Romer poco tiempo después de dejar su puesto de economista en el Banco Mundial. Su crítica y sátira a la obsesión por los modelos matemáticos basados en listas de suposiciones –cuyo tamaño consideraba inverso a su realismo-, puso en solfa a la profesión». En la economía hay variables que no están en los modelos econométricos, como la dignidad y la esperanza.
Ha-Joon Chang (3), profesor de Economía de la Universidad de Cambridge, afirma que la economía es una cuestión política. «No es, y nunca podrá ser, una ciencia. En economía no hay verdades objetivas que puedan ser establecidas sin que medien juicios políticos y, a menudo, éticos. Por lo tanto, al enfrentarse a un razonamiento económico, hay que plantearse la antigua pregunta cui bono (¿quién se beneficia?), que hizo célebre al estadista y orador romano Marco Tulio Cicerón». Por otra parte, «unas teorías son mejores que otras, dependiendo de la situación concreta, pero nunca se debe dar crédito a ningún economista que afirme que sus análisis son científicos»
Desde mi punto de vista, lo que, en el fondo, está diciendo Ha-Joon Chang es que la economía es una ciencia social, dedicada al estudio acerca de cómo se producen, se distribuyen y se consumen los bienes y servicios dentro de una comunidad. Como toda ciencia social, su objetivo son las personas y el mejoramiento de su calidad de vida.
He leído que Jean Tirole, Premio Nobel de Economía 2014, culminó su discurso de aceptación del Premio Nobel diciendo: «Hacer de este mundo un mundo mejor es la primera misión del economista».
Conocer las bases sobre las que se apoya nuestro actual sistema económico-social, nos permitirá corregir lo que es inaceptable: utilizar hojas de cálculo para resolver problemas sociales.
Referencias
- «Banerjee, Duflo y Kremer ganan el premio Nobel de Economía por sus estudios sobre la reducción de la pobreza». El País, 15 de octubre de 2015.
- Carbó, Santiago, «La economía encuentra a la naturaleza». El País, 8 de octubre de 2018. Opinión
- Chang, Ha-Joon, «¿Cómo ‘usar’ la economía?». El País, 6 de julio de 2014