Por Lucía Mira
La mayoría de las veces pensamos que para sentir que se viaja hay que desplazarse lejos para conocer sitios nuevos. Pero, ¿y si os dijera que tenemos lugares bastante cercanos que quizá nos sorprenderían y hasta nos enriquecerían visualmente con su visita? Este artículo quiere tratar de acortar distancias y ampliar conocimientos sobre un entorno que está relativamente cerca y crear esa curiosidad que consiga llevaros hasta allí para mirarlo con otros ojos y descubrirlo más a fondo. Ojalá lo consiga.
Novelda y el Modernismo
A escasos 30 km de Alicante se encuentra Novelda, localidad conocida principalmente por su tradición agrícola de uva embolsada con denominación de origen y por su actividad industrial ligada al envasado de especias y a la exportación de mármol.
Pero, ¿conocéis su parte monumental y artística? Porque Novelda tiene tesoros arquitectónicos gracias a un auge socio-económico a finales del s. XIX y principios del s. XX que hace nacer unas nuevas burguesías locales que se decantan por la corriente artística del Modernismo como símbolo de desarrollo y prosperidad monetaria. Claro ejemplo de ese paulatino enriquecimiento de una parte de la población son un legado de viviendas palaciegas tales como la Casa Museo Modernista o el Centro Cultural Gómez-Tortosa donde la belleza de estas auténticas joyas modernistas roza lo sublime sin ninguna exageración. Siendo, además, reconocido este importante patrimonio al haber sido Novelda incluida en la Ruta Modernista Europea al lado de importantes capitales y ciudades del continente, tal y como reza la placa conmemorativa a la entrada del centro cultural.
Así que mi pretensión es que os dejéis seducir por la belleza y la elegancia de este estilo artístico que impregna muchas de las calles y edificios del centro histórico de esta localidad porque no lo lamentaréis.
El Santuario de Santa María Magdalena
Aunque lo que realmente quiero es que me acompañéis a dar un paseo por otro de sus monumentos más emblemáticos y que, quizá la mayoría ya conozcáis o hayáis visto alguna vez en fotografías: el Santuario de Santa Mª Magdalena. Para mí es imposible no presumir de un lugar así, enmarcado en ese enclave natural privilegiado como es el cerro de La Mola que, sin apenas pretenderlo, realza su solemnidad.
Este magnífico templo se erige imponente sobre esa elevación geográfica donde a los noveldenses nos da la impresión de que hace de vigía para todo aquel que recorre esos 3 km que lo separa de Novelda. Incluso que vela por todos aquellos que desde lejos lo divisan y la poderosa atracción que ejerce consigue crearles la curiosidad suficiente para hacerles desviarse de su ruta y llegar hasta él para poder contemplarlo de cerca.
Pero esta vez vayamos más allá, adentrémonos en su historia para ser capaces de apreciarlo y valorarlo un poco más.
Empecemos por el origen de su construcción. En realidad, la puesta en marcha de la idea se debió al irremediable deterioro de la antigua ermita ubicada en ese mismo paraje y donde ya desde el siglo XV los habitantes del núcleo poblacional de La Mola y aledaños rendían culto a una imagen que, tiempo después, se convertiría en patrona de Novelda. El incremento del fervor religioso hacia esa imagen y el querer honrarla dedicándole un lugar mucho más digno y solemne donde tenerla entronada, también influye poderosamente en avivar las ganas de construir un nuevo lugar sagrado dedicado enteramente a ella. Actualmente, de esa ermita no queda más que un pequeño jardín como recuerdo de lo que fue en su día.
Vista general del Santuario de Santa María Magdalena
El autor y su influencia
La autoría del diseño original del Santuario se la debemos a un ingeniero textil, ni siquiera arquitecto, llamado José Sala Sala. Este noveldense cursó su carrera en Terrassa donde destacó como alumno aventajado y brillante. Y fue su prolongada estancia por estudios en aquellas tierras lo que le impregnó de esa gran influencia del modernismo catalán, tan en boga en aquella época, tanto en lo artístico y arquitectónico como en la profunda religiosidad y simbolismo que entrañaba la corriente tradicionalista de Cataluña.
El reflejo más inmediato de esa inspiración lo comprobamos en la combinación tan atípica, pero armoniosa, de materiales como la piedra natural, el ladrillo, el azulejo y los cantos rodados de río que crean esa atmósfera onírica de fantasía y de cuento que te envuelve cuando estás frente a él.
Otro rasgo donde se aprecia esa influencia modernista es en su fachada por esa fisonomía tan característica donde sus esbeltas y cilíndricas torres laterales coronadas por cruces pétreas nos transportan inevitablemente a la fachada del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia de Gaudí. Quizá de ahí podríamos deducir que los frecuentes viajes de José Sala a Barcelona cuando ya Gaudí estaba construyendo el templo al que consagra lo que le queda de vida, le inspiraron la idea y el ejemplo de brindar a su patrona y a su pueblo un proyecto similar a lo que el gran arquitecto catalán quería brindar a la ciudad condal.
Sería importante señalar que José Sala fue el maestro de obras y constructor directo durante la primera fase de construcción pero no estuvo al frente hasta el final por decisiones ajenas a él. Y aunque, a su pesar, finalmente hubo variaciones con respecto al plano original, esos cambios no le niegan la eterna paternidad como autor.
José Sala Sala
Novelda: esfuerzo e identidad propia
Pero hablemos de la financiación. Ésta se fue consiguiendo gracias a la creación de una Comisión Organizadora que empezó a remover las conciencias para involucrar y animar a los noveldenses a que ayudaran económicamente y pudiera así hacerse realidad el sueño de construir un nuevo templo. Y sí, hubo respuesta y esfuerzo con donativos de la gente y las empresas del pueblo, pero tal es la magnitud del proyecto que éste se ralentiza demasiado en el tiempo por la fluctuante voluntad y escasez de recursos económicos, sin olvidarnos de la contienda nacional que lleva a un periodo importante de paralización. De hecho, el 29 de diciembre de 1918 se pone la primera piedra del templo pero la inauguración oficial, con gran boato y presencia de autoridades y numeroso público, no se celebra hasta el 7 de octubre de 1946. Dicho con otras palabras: casi treinta años construyéndose…
Pero a ese orgullo del esfuerzo económico del pueblo habría también que añadirle otro orgullo: el de confirmar que la procedencia de la mayoría de los materiales de construcción eran autóctonos o de localidades de alrededor. Es decir, la piedra natural usada en su exterior se extraía de la cantera que había en la montaña de La Mola; el hierro utilizado en la estructura y en las vigas provenía de la Fábrica de Armas de Novelda; el ladrillo rojo tan decorativo se trajo de Aspe y de una antigua fábrica de cerámica ubicada en nuestro barrio de La Estación; y, por último, todos los guijarros y cantos rodados que decoran la parte externa, muchos de ellos incrustados en el zócalo que lo rodea, se escogieron de la rambla de nuestro río Vinalopó.
Sin embargo, el contratiempo del alto coste y el de su larga dilatación en el tiempo hacen que el interior no llegue a ser proyectado en los planos originales. Es aquí donde se da la mayor desigualdad arquitectónica y decorativa y donde llega a crear una cierta decepción del visitante si desconoce el motivo de la razón por la que ocurre esto. Afuera, disfrutamos de un predominio de opulencia artística y trabajo elaborado, donde se entremezclan y se aprecian diferentes estilos como el mudéjar, el medieval y, sobre todo, el modernista. Y donde también destaca la decoración con azulejos policromados, la mayoría con alegorías florales y vegetales, pero también resaltan los azulejos figurativos en el tímpano de los arcos parabólicos de la fachada donde el maestro del Modernismo Joan Llimona, por encargo directo de José Sala, recrea escenas religiosas relacionadas con la figura de la Magdalena.
En contraposición a toda esta riqueza ornamental de la parte externa está el fuerte contraste con la austeridad y la sencillez del interior. La razón principal se halla en la falta de presupuesto para llevar a cabo ese interior rústico y acorde a su exterior donde la piedra natural también iba a ser el material predominante. No obstante, me gustaría hacer hincapié en que la sobriedad de su interior no significa que no sea un lugar donde se llegue a respirar la belleza serena de lo simple.
Simbología con respecto a María Magdalena
Por otra parte, la simbología y el protagonismo de la figura de la Magdalena es constante, como es lógico, debido a que José Sala es muy consciente desde el principio de que este lugar debe estar enteramente dedicado a ella. Por eso lo hace patente en su proyecto en muchos detalles que pueden pasar desapercibidos para la mayoría si desconocen la intención del autor.
Por ejemplo al adentrarnos en el interior del santuario. Vemos que en el altar, justo debajo del camarín donde está entronada la talla de la santa, encontramos el cuadro más importante: “La Magdalena Penitente” firmado por el gran artista alicantino Gastón Castelló. Este lienzo es simbólico porque nos describe una escena legada por la tradición religiosa que muestra el momento en que la Magdalena está recogida en una gruta orando por todas sus faltas. Para el autor ése era el eje principal a seguir para ornamentar el interior del templo, física y simbólicamente, ya que lo que pretendía era imitar el efecto de interior de esa cueva con materiales como la piedra natural y las piedrecitas de río para, a la vez, conseguir que la persona que entrara en el templo también pudiera reflexionar y sentir que era el sitio perfecto donde redimirse de sus pecados al igual que lo hizo ella para su acercamiento con lo divino.
Otro de los detalles cargados de una gran simbología es la planta del santuario. En la mayoría de las iglesias solemos encontrarla con forma de cruz latina o griega pero en ésta no. Aquí José Sala lo único que pretende es simular el perfil de una jarra que represente el recipiente donde la Magdalena, según nos cuenta la tradición, depositó los óleos con los que ungió los pies a Jesús.
Todos estos detalles de alto valor simbólico denotan esa necesidad y esa moda original de algunos artistas catalanes de la época de integrar la carga religiosa con la carga decorativa y arquitectónica de un edificio como algo inseparable y vital para comprenderlo en su conjunto y del que José Sala también bebe consiguiendo plasmarlo de una forma inteligente y coherente en su obra, a la vez que enriquece el valor de su historia.
Años más tarde a su inauguración, se decidió decorar las paredes desnudas del interior y vuelve a ser a través de más donativos del pueblo. Todos los cuadros que visten los muros son obra del pintor valenciano Castellano y todos ellos, por supuesto, también nos muestran diferentes escenas de la vida de Magdalena.
Me gustaría hacer un apunte sobre la reciente renovación de las vidrieras. Aparte de que aportan mucha más luz y colorido creando una atmósfera muy cálida y sutilmente relajante, lo realmente bonito de esta sustitución es que los dibujos que aparecen en los nuevos cristales son los que José Sala dibujó originalmente pero que fue monetariamente imposible de llevar a cabo. Por este motivo, en aquel momento hubo que simplificar costes y se decidió entonces colocar unas sencillas y lisas vidrieras bicolor que han hecho su papel dignamente hasta hace un par de años. Ha sido gracias a la existencia de los bocetos originales del autor el que se haya podido lograr, muchos años después eso sí, uno de los detalles decorativos que en su momento no pudo realizarse.
Un proyecto inacabado: el Órgano de Mármol
Y no me gustaría terminar sin hacer, al menos, una referencia al Órgano Monumental de Mármol que ya ocupa la parte del antiguo coro del templo. Por ahora, es un instrumento musical único en el mundo al ser un órgano hecho enteramente de piedra. Su autor, Iván Larrea, ha querido guardar esa estética modernista que tanto nos distingue para su total integración en el ambiente de este lugar sagrado. Y, aunque es un proyecto inacabado y paralizado por el mal momento económico que vivimos, quizá en un futuro no muy lejano podamos disfrutar del sonido de sus notas limpias y claras que promete ese aire circulando libremente a través de la piedra y acompañadas de esa acústica tan especial que casi todas las iglesias suelen tener de por sí.
Despedida y agradecimientos
Y termino ya con el sincero agradecimiento hacia quien me ha leído hasta el final. Me dejo cosas por decir para no abusar más del espacio y las letras y, seguramente, también por olvido. Aunque lo que realmente espero con este artículo es haber cubierto, al menos, las expectativas del interés que he tratado de crearos al principio sobre este lugar tan significativo en Novelda. Con eso ya me conformo.
Y desde aquí mi humilde tributo y homenaje a un gran, y a la vez tristemente desconocido personaje de Novelda, pero al que creo que le debemos un merecido reconocimiento por su pasión, por su esmero y por su implicación en dejarnos algo tan bello y tan querido como es ese Santuario. Gracias José Sala Sala.
Muy buen artículo, Lucía. ¡Enhorabuena!
¡Muchas gracias! 🙂
arquitectura impresionante , el santuario de magdalena , jamas lo había visto