Modelo 77 nos lleva a las cárceles españolas del periodo de la Transición democrática. Un periodo marcado por las ansias de libertad de la sociedad, vivido en la asfixia de una celda, en las paredes y el patio de La Modelo de Barcelona.
Es allí donde se traslada al espectador a través de los protagonistas, Manuel (Miguel Hernandez) y Pino (Javier Gutierrez) presos comunes de la cárcel catalana. La química entre los actores, favorecida por la dirección de Alberto Rodriguez -que ya había dirigido otro drama carcelario, Celda 211- ayuda a la verosimilitud del relato, enmarcado, por otra parte, en una ambientación óptima. También lo hace la actuación de los secundarios – elenco soberbio- dando vida a presos de distinta índole pero con una situación común: la falta de libertad.
La falta de libertad en un contexto sociopolítico muy concreto. De hecho, es él el que está presente en cada fotograma. Manuel, Pino o su compañero de celda, el negro, son la encarnación de una historia colectiva. La de tantos otros españoles que se encontraban, no solo entre rejas a mediados de los años setenta, sino también atrapados entre dos realidades sociopolíticas: el Franquismo y la Democracia.
Somos testigos de algunos de los puntos ciegos de la Transición: abusos policiales entre rejas, la vulneración de los derechos humanos que habían sido sistémicos en el modus operandi franquista. Unos abusos legitimados por un sistema arcaico ante los que los presos se encontraban indefensos. Pero los aires de cambio y la movilización ciudadana traspasan los muros de las prisiones. Las cosas están cambiando, tal como le dice Lucía a Manuel a través del cristal que lo separa del mundo.
El cambio se gesta en las prisiones con la creación del COPEL (Coordinadora de presos en lucha), que se expande desde la prisión de Carabanchel. Se trata de un movimiento organizado de presos apoyado por abogados cuyo objetivo es la amnistía y el cambio de las normas dentro de las cárceles. A mediados de los setenta las cárceles españolas eran el lugar de muchas personas molestas para el régimen o contrarias al mismo. El franquismo tenía leyes vigentes que castigaban más conductas que delitos. Estaban los presos políticos y los presos por orientación sexual, entre otros. La amnistía era para ellos. Sin embargo también planteaba una cuestión moral: ¿Qué sucedería con los presos comunes o incluso los presos más peligrosos? Habían sido juzgados por un código penal franquista y muchos de ellos se enfrentaban a condenas desproporcionadas.
El filme nos muestra como incluso algunos de los presos en un principio reticentes, acaban uniéndose al movimiento de lucha colectiva, como es el caso de Pino, que ha perdido toda esperanza de vivir un tipo de vida diferente. Hay huelgas de hambre y motines. Se interpreta el suceso en el que más de 200 presos se cortan las venas de los brazos, para que la prensa entre en prisión y se sepa lo que ocurre dentro.