La nueva política de ocultación de los hechos por parte de la UE, a saber si con objeto de frenar la ola de xenofobia en forma de partidos de ultra derecha que recorre el continente mientras miles de personas pierden la vida en el Mediterráneo o son esclavizadas cuando no brutalmente masacradas en Libia -país amigo sin ley ni orden por un puñado de euros-, viene a representar un episodio más de ese estado de deshumanización que ha alcanzado a buena parte de la sociedad.
Las autoridades europeas hacen lo posible por encubrir de manera miserable cuanto está sucediendo a solo unos kilómetros de nuestras costas e incluso evitando por los medios que sea, recurriendo a sanciones, amenazas y quién sabe si a la fuerza si fuera preciso, el rescate de hombres, mujeres y niños por parte de las ONG que así lo venían haciendo en los últimos tiempos ante la deplorable actitud comunitaria y la de los países ribereños.
Esta maldita crisis económica que desatara la avidez descontrolada del mundo financiero y que en una dramática huida hacia adelante ha supuesto el inapelable triunfo del capitalismo más ruin, ha hundido a las clases más populares en el pozo de la miseria y ha hecho saltar por los aires a la clase media –en España, por ejemplo ya ni siquiera trabajar garantiza salir de la pobreza-, propiciando un aumento de los desequilibrios que de no poner coto nos acabará devolviendo a tiempos pretéritos.
Tan desoladora serie de sucesos y tal como ocurriera en el primer tercio del siglo pasado ha dado lugar a la aparición de nuevas modalidades de fascismo como respuesta a la crisis en forma de nacionalismos y como entonces mediante el recurso a un chivo expiatorio donde hacer recaer buena parte de los males de la misma. Del mismo modo que ocurriera en aquel periodo turbulento de la Europa del SXX nada mejor para ello que la purga de personas con un algún rasgo diferencial, bien sea por su raza, religión, lengua, nacionalidad o su orientación sexual.
O lo que es lo mismo una vuelta de tuerca más a dos de los fenómenos que han propagado con más saña la violencia a lo largo de la historia: el racismo y la xenofobia.
Enfrente África. El continente que diera a luz al homo sapiens y que albergara la primera civilización milenaria de nuestra historia: el antiguo Egipto. Víctima de una política colonial desastrosa durante siglos a manos de las grandes potencias europeas, de la explotación salvaje de sus recursos por partes de estas, sus numerosos conflictos tribales y políticos cruelmente alimentados en muchos casos por los intereses de las grandes corporaciones industriales europeas, norteamericanas y ahora también chinas y para colmo la rigidez extrema de su clima, han empujado y empujan día sí y otro también al recurso a la emigración de sus pueblos en busca de mejores condiciones de vida.
Según la OMS, la esperanza de vida en África se sitúa en los 53,8 años frente a los 77,8 años de la U.E. Un dato más que relevante que coloca la frontera de una vida extremadamente difícil e incierta en una franja de agua salada como es el Mediterráneo y que en el caso del estrecho de Gibraltar apenas separan poco más de 14 km. Ahora que nuevos muros amenazan otras fronteras, el Mediterráneo se ha convertido en un cementerio de dimensiones ilimitadas.
Poco más que decir ante tanto atropello, tanta falta de sensibilidad y tanta falta de respuestas a un problema que ineludiblemente se irá haciendo cada vez mayor. El cambio climático es un hecho incuestionable y por razones sobradamente conocidas, entre ellas una vez más una ambición sin límites en pos de mayores beneficios de la industria. Y será el continente africano el que padezca sus más dramáticas consecuencias en primera instancia en forma de sequías cada vez más pronunciadas en el tiempo.
Cómo hemos podido llegar a esto se antoja tan terrible como sencillo de adivinar. La respuesta no está en el viento en esta ocasión, sí no en la avaricia y codicia humanas, dos males que en vez de minorarse se diría van esculpiendo cada vez con mayor arresto el devenir de los tiempos.
[…] a nuestro artículo de la semana pasada en el que tachábamos el Mediterráneo como un cementerio infinito por los miles de cadáveres que van acumulándose año tras año en su fondo, hemos venido a abrir […]
[…] a nuestro artículo de la semana pasada en el que tachábamos el Mediterráneo como un cementerio infinito por los miles de cadáveres que van acumulándose año tras año en su fondo, hemos venido a abrir […]