Corría el 26 de abril de 1937 cuando las fuerzas aéreas alemanas e italianas tiñeron de sangre Gernika-Lumo.
En aquel momento nadie podía presagiar que este episodio, uno de los más cruentos de la Guerra Civil española, serviría de inspiración a uno de los artistas clave del arte contemporáneo para crear lo que acabaría convirtiéndose en una de las obras capitales de la Historia del Arte. Efectivamente, estamos hablando del Guernica de Pablo Picasso.
El artista, que se enteró del suceso a través de la prensa francesa, encontró en ello el empuje para acometer un encargo que llevaba aplazando meses: el de la obra central del Pabellón del Gobierno de la República en la Exposición de París de 1937.
Cuentan que el proceso creativo conllevó más de cuarenta y cinco bocetos y no duró más de cinco semanas. Todas ellas documentadas por su amante del momento, la fotógrafa Dora Maar.
El terror y el dolor que vertebran la obra cuenta con elementos reconocibles dentro de la mitología personal del pintor, como el toro o el caballo, para sin embargo, dejar completamente de lado su tema por entonces recurrente del pintor y la modelo. Todo ello en favor de un relato alegórico en torno a la tragedia que ha acabado por convertirse en universal.
Un alegato en toda regla contra la barbarie de la guerra en tiempos históricos de extraordinaria convulsión, con España sufriendo la Guerra Civil y Hitler extendiendo sus garras sobre Europa.
Tras la clausura de la exposición de París el 25 de noviembre de 1937, el Guernica iniciaría un periplo mundial debido ya no solo a su valor artístico, sino a su carácter marcadamente político.
Fue así como recorrió los Estados Unidos de la mano de la Campaña de Ayuda a los Refugiados Españoles hasta recalar en el Museum Of Modern Art de Nueva York (MoMA). Allí su entonces director, Alfred H. Barr, preparaba una impresionante retrospectiva titulada “Picasso: Forty Years of his History”, en la que el Guernica se presentaba como punto culminante de su carrera artística.
Sin embargo, pese a tanto trasiego, el Guernica siempre acababa volviendo a manos de Picasso. Hasta que llegó al MoMA.
Habiendo sido la mencionada retrospectiva un rotundo éxito y aprovechando las circunstancias en Europa, Barr le propone a Picasso que la obra permanezca en Nueva York, a lo que éste accede.
Mientras tanto, el cuadro que otrora ejerciese de propaganda a favor de la República durante la Guerra Civil española, pasaba a entenderse como pieza fundamental para la reconstrucción del nuevo orden geopolítico tras la II Guerra Mundial. Por ello, en 1955 efectúa una gira que le lleva a numerosas ciudades de Europa.
Se calcula que hasta diecinueve veces fue enrollado para ser trasladado, la última de Nueva York a Madrid en 1981.
Habiendo declarado el malagueño en más de una ocasión que el Guernica continuaría en el MoMA hasta que el pueblo español recuperara sus libertades, Adolfo Suárez le tomó la palabra. A la muerte de Franco, devolver el Guernica a España se convierte en un asunto prioritario que se consigue llevar a buen puerto gracias a: poder demostrar el grado de libertad y de democracia de la España de la Transición y aún más importante, aclarar la cuestión de la propiedad gracias a una carta que hablaba del pago de 150.000 francos en concepto de gastos a Picasso por la producción de la obra.
Una vez confirmada su propiedad por parte del gobierno español y a partir del 10 de septiembre de 1981, el cuadro pasa a tener como morada el Casón del Buen Retiro de Madrid. Allí es protegido por cristales antibalas y guardias civiles que velan por su seguridad ametralladora en mano.
No será hasta el 26 de julio de 1992 que pasará a ocupar su hogar definitivo, el Museo Reina Sofía.
Ahora, que por razones de conservación la mera idea de un traslado parece impensable, la Obra Social «la Caixa», nos propone adentrarnos en su proceso creativo, su influencia cultural y su historial viajero a través de documentos, fotografías y carteles que ejercen de testigo de su historia.
Esta exposición bautizada como “Picasso, el viaje del Guernica”, tiene carácter itinerante y hasta el próximo 8 de diciembre se puede encontrar en la Plaza de la Marina de Málaga. Pero no solo abrirá sus puertas en la ciudad andaluza, sino que tiene proyectado seguir recorriendo la geografía española hasta mediados del año próximo. De esta forma, se busca brindar la oportunidad de que, a falta de tener el Guernica cerca, podamos ser partícipes de la historia que genera, la que como señala el comisario de la exposición Carlos Martín, “sí que puede transportarse”.
Tener en cuenta el impacto social que genera el arte es siempre importante. Lo es más aún cuando últimamente el carácter político del Guernica o lo republicano del propio Picasso se ponen en entredicho. Urge así recordar que, más allá del por qué de las razones tras su creación, se alza la figura del icono antibelicista en el que se ha convertido.
Es ese sentimiento de repulsa universal ante el sufrimiento de un pueblo y su gente, lo que hace que actualmente sigamos sobrecogiéndonos al contemplarlo en las paredes del Reina Sofía. Como dijeron los alemanes al contemplar la obra de Pablo Picasso durante una de sus giras, aún hoy en día “sus miradas dicen más que la propia obra”.