Una serie de concentrados acontecimientos penales y actos de censura, han agudizado un debate, el de la libertad de expresión como derecho.Un derecho que está siendo refrenado por el Estado y sus poderes. Un manifiesto retroceso democrático, por inaudito, y difícilmente imaginable desde hace décadas.
Comunicación Popular y Censura
En la historia de la comunicación distintos hitos históricos han ido aparejados de su correspondiente reacción represiva. Los miedos del poder ante la pérdida de hegemonía y el control del pensamiento, han ido materializándose a lo largo de los siglos. Actos, legislaciones, e incluso instituciones, que sirvieran a los censores para evitar desviaciones peligrosas. Evitar que se menearan los cimientos de los distintos sistemas de vida y de las jerarquías que los habían consolidado. Ejemplos: la reacción de la Iglesia ante la aparición de la imprenta (año 1440), el desarrollo de la radio y la televisión con su censura (a lo largo del SXX), y en definitiva cualquier medio de difusión con capacidad de trasladar distintas ideas, generar debates y cuestionamientos, que han sido siempre objeto de control.
Los Medios Sociales
La Globalización, y el impresionante desarrollo tecnológico en materia de comunicaciones, ha creado un herramienta/arma, popular y masiva -si es arma o herramienta, como en los cuchillos, depende de quién lo empuñe-. Nunca había sido tan fácil poner en cuestión una situación, denunciarla, y crear debate. Nunca antes los cimientos del poder se han tambaleado de esta manera, ni tampoco, la oligarquía que lo ejerce se ha visto tan señalada y vulnerable.
El movimiento transformador es aplastante, no solo protagonizado por activistas, líderes de opinión o prosumidores (consumidores capaces de condicionar la actividad de una empresa a través de su valoración y crítica). También cualquier persona, gente común, que tiene acceso a información “sin cocinar”, y a compartir pensamiento y opinión, incluso organizarse y prepararse para la acción-movilización participa.
Perseguido por la difusión y no por el contenido
A veces repaso letras de canciones de mi primera juventud; aquellos anuncios de Benetton de Oliviero Toscani de los ´80-´90 -cura besando a monja, caballo negro montando a blanco…-, o cualquier expresión artística que pudo vencer el escándalo inicial, para quedarse expuesta. La creación necesita ser libre para poder fluir convenientemente.
¿Qué ha cambiado entonces? ¿Somos más sensibles o puritanos? Pues no, somos iguales o más flexibles; pero antes, lo irreverente, lo incómodo, o lo escandaloso, tenía un alcance limitado. Antes todo duraba lo que duraba un telediario, o la portada de un periódico. El alcance actual de cualquier cosa es ilimitado e irremediablemente eterno; la única razón: Internet. Por eso Valtonyc no está condenado por sus letras, sino por la difusión potencial de éstas. Eso al poder no le interesa. Por la misma razón, se retira una obra de arte que llama preso político a Oriol Junqueras -por cierto con un indeseado efecto rebote contra los censores, que seguro la convertirá en obra de culto-.
Cualquier cosa que antes era anécdota pasajera, hoy se viraliza y se perpetúa, carcomiendo los pilares de la oligarquía. Y eso hay que evitarlo.
¿Debate jurídico y/o filosófico?
Está claro que es un debate ético o filosófico: el de hasta dónde llegar, o cómo limitar la libertad de expresión. Entiendo que no sería jurídico en su dimensión general, y no se puede dejar a la interpretación de trazo grueso, ni someterlo a delitos indefinidos o subjetivos. La legislación debe ser muy concreta y definida para determinados casos. Alguien me dirá que injurias al Rey es específico, bueno, específica es una ley que limite la libertad de expresión por enaltecimiento del fascismo -que no la hay-. «Injurias al Rey» es más anacrónica que específica, porque republicano o monárquico, es profundamente antidemocrático que un individuo tenga un trato distinto ante las injurias que cualquier hijo de vecino, ¿verdad? Pero esa es otra cuestión.
El contexto como guía
Igual que la paz se hace con el enemigo, la libertad de expresión se defiende para el que piensa distinto. Nos molesta lo del contrario, pero esa es la gracia de este derecho en concreto. Y aquí tenemos que aprender, todas las personas, a usar la reprobación personal y pública, pero no querer ampararse siempre en lo jurídico para sacar de la calle lo que nos molesta, por muchas ampollas que nos levante.
El contexto es crucial para entender dónde está uno de los límites. No es lo mismo verter una injuria contra el Jefe del Estado, u otro individuo, en la tribuna del Congreso, o en un mitin; que dentro del contexto de la creación artística. La creación artística es libre y debe seguir siéndolo. Intolerable, y si no estuviera cargado de drama, serían graciosos, los últimos episodios de retiradas de portadas, obras de arte, libros, condenas a cantantes, y un largo etcétera de bochornosos sucesos que han tenido como protagonista a un poder jurídico altamente contaminado por un gobierno reaccionario. Esto no solo pone en peligro derechos ya asentados, sino la propia separación de poderes.
La lucha contra la represión
Poco margen hay para la lucha contra este resurgimiento censor y retrógrado. Cualquiera -yo mismo en estas letras- se juega el paseíllo por el juzgado cada día. «A ver si te denuncian», me aconsejan las mismas gentes que antes me recomendaban, «no te metas en política». El problema no es ya la política, es la canción, o la pintura, o la fotografía.
La esperanza la tenemos en que los tribunales más altos del escalafón judicial están enmendando las ridículas salidas de otros, como la Audiencia Nacional. Un ejemplo es la reciente decisión del Tribunal Supremo, que absuelve a la tuitera Cassandra Vera, condenada a un año de prisión y siete de inhabilitación por sus chistes en Twitter sobre Carrero Blanco. Pronto veremos más remiendos de este alto tribunal, incluso del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, absolviendo a tuiteros, raperos, titiriteros, y otros peligros públicos.
Quizá tengamos que plantearnos que ésta es una cuestión crucial para seguir avanzando en democracia, en lugar de retroceder. Y tal vez haya que plantearse esta cuestión en serio para que aparezca en los primeros lugares de la encuesta del CIS -en la que ya no se pregunta sobre monarquía, por cierto-. Debemos actuar en consecuencia como ciudadanía comprometida con sus derechos y los de sus hijas e hijos, y por supuesto, retirar el apoyo a las opciones que intenten dinamitarlos.
Acertado artículo sobre un problema como el de la libertad de expresión que, aunque parezca impropio de los tiempos que vivimos y de los derechos conquistados, ya nos advirtieron algunos autores hace varias décadas como una consecuencia derivada de una manera feroz e insaciable de entender el capitalismo. Y no es menos cierto que es precisamente la facilidad e difusión de esa crítica al sistema lo que más molesta al mismo . Desde La Codorniz a Mongolia, pasando por Interviu o El Jueves, hasta ahora la crítica se quedaba en flor de uno o pocos días. Hoy un sistema que roza el fundamentalismo ideológico como es el modelo neoliberal, utiliza todos los medios que le facilita el poder a su alcance para poner coto al carácter crítico de los seres humanos poniéndolos a resguardo en la manera que sea. En la mismísima cárcel si es posible.
Acertado artículo sobre un problema como el de la libertad de expresión que, aunque parezca impropio de los tiempos que vivimos y de los derechos conquistados, ya nos advirtieron algunos autores hace varias décadas como una consecuencia derivada de una manera feroz e insaciable de entender el capitalismo. Y no es menos cierto que es precisamente la facilidad de difusión de esa crítica al sistema lo que más molesta al mismo . Desde La Codorniz a Mongolia, pasando por Interviu o El Jueves, hasta ahora la crítica se quedaba en flor de uno o pocos días. Pero en la actualidad dicha crítica puede adquirir tanta notoriedad que un sistema que roza el fundamentalismo ideológico como es el modelo neoliberal, utiliza todos los medios que le facilita el poder a su alcance para poner coto al carácter crítico de los seres humanos poniéndolos a resguardo en la manera que sea. En la mismísima cárcel si es posible.