Una tarde de estas que estaba en casa, empecé a escuchar tambores de lejos (no les presté mucha atención) entre perros que ladran, el sonido del afilador y la música de mi ordenador (sonaba Shadow Journal de Max Ritcher) no me di cuenta, hasta pasado un rato, que eran ensayos para la Semana Santa.
Así que, le empecé a dar vueltas a todas esas cosas que se ven durante esos días y, como a nivel estético, se llenan las calles de flores, cirios, señoras envueltas en encajes y peinetas imposibles y esos capuchinos que siguen atrapándome, entre el miedo y la sensación de haberme ido 300 años atrás en la Historia.
Como el Arte y la Religión siempre han tenido y siguen teniendo, esa relación de Amor-Odio con ironías, reinterpretaciones, imágenes icónicas que tanto juego dan y que nos permiten estirar en el tiempo escenas y mitos, para verlos a través del arte moderno y sus diferentes expresiones. Nada mejor que dedicar esta tARTEra de Abril a algunos de esos ejemplos.
Y me voy como invitada a una de esas Last Supper que, desde que Leonardo plasmase en su famoso mural, ya no ha habido quien pare a los artistas a la hora de mostrar los múltiples formatos que puede tener esta aturullada cena.
Me fijo en la fotografía de Marcos López (artista y fotógrafo argentino) y en su trabajo de refinamiento de la cultura popular, que se apropia de esta escena y la transforma bajo su surrealismo criollo (que no podemos dejar de relacionar con la serie de David LaChapelle y su “Last Supper”). Como en ella se amplía la propia concepción del arte, donde lo meramente contemplativo se transforma en manifestación de lo social; donde lo artístico ya no está tanto en el cómo sino en el para qué (finalidad) y en el conjunto de todo que avanza hacia el por qué (sujeto-objeto-artista-obra) que llegan al espectador.
Llegan las instalaciones, como las de Terry Berkowitz en el Museo de la Inquisición (Perú) y que se ha podido ver dentro de la I BIACI (Bienal Internacional de Cartagena de Indias) (ojo que Colombia será país invitado en ARCO´15). Y esculturas, como las que a modo fantasmagórico colocó el belga Albert Szukalski en mitad del desierto de Nevada (Goldwell Open Museum).
Porque, como escena en movimiento, yo me quedo con la de Viridiana, del genial Buñuel…ejercicio crítico con finura donde los haya.
Y si hay ganas de ver “pasos” diferentes, aquí van dos enlaces: María Cañas y su Holy Thriller y un maravilloso homenaje a Machado (para ver con tiempo y deleitarse).
Que disfrutéis la mona.