Acudir al cine mudo con asiduidad constituye un bálsamo para mí. Percibido en general hoy en día por las nuevas generaciones erróneamente como algo “rancio”, demasiado exaltado, desfasado, recóndito, ¡sin sonido!; como si poner el foco e indagar en una etapa tan remota fuera casi un ejercicio de “arqueología” inservible y vacuo. Nunca había tenido tanta posibilidad de encontrar documentos y películas silentes y, cuanto más encuentras y tiras del hilo, más percibes lo que te queda, como en todas las áreas del saber. No soy la única que piensa así, afortunadamente, pero tampoco tengo una visión optimista al respecto en el entorno en que me desenvuelvo. Por ello recurro a una reflexión que hice hace poco respecto a la etapa silente. Es alarmante constatar que aquel cine que ronda los cien años o más se ha vuelto mudo de verdad y es incapaz de hablarnos desde su injusto olvido, encontrándose sepultado por un silencio insultante y una invisibilidad con la que creo que no existe posibilidad de retorno. Se ha convertido en un reducto exclusivo como el de aquellas especies naturales –ya no, vulnerables, sino en peligro de extinción– que agonizan lentamente en espacios relictos domésticos o cineclubes que tratan de efectuar la urgente maniobra de reanimación en iniciativas desesperadas y necesarias, pero poco multitudinarias.
Con mucho cine silente extraviado o desaparecido por no contar con los soportes físicos perdurables a los que traicionó el paso del tiempo o deficientes condiciones de conservación, nos quedan, sin embargo, joyas atemporales que demuestran la grandeza del cine. Pero seguro que existe un limbo de aquéllas que no han gozado de su oportunidad y que nos hemos perdido. Imaginémoslas, porque inequívocamente habrá obras maestras entre ellas.
Recurrir al cine mudo sueco de las dos primeras décadas del s. XX resulta indispensable. Grandes maestros consolidaron un legado con obras de enorme influencia y notoriedad en la historia del cine, siendo varios directores e intérpretes llamados por Hollywood para emprender carrera allí acabando por ello la Edad de Oro del cine sueco. Tal es el caso de los dos máximos exponentes Victor Sjöström o de Mauritz Stiller, director de la película que he elegido. Las películas que jalonaron esta etapa encontraron el acierto de reunir cine, literatura y naturaleza en una conjunción de un tríptico infalible que se apoyó en excelentes y populares novelas desarrollado en escenarios naturales con la fuerza telúrica y los elementos que marcaban la vida y el devenir de los protagonistas.
Mauritz Stiller nació en Finlandia, pero se instaló en Suecia posteriormente. Su origen le llevaría a adaptar la novela clásica y exitosa finlandesa de Juhani Aho (1861-1921), Juha (1911), historia original que narra los desencuentros de un triángulo amoroso entre un granjero, Juha, su mujer Marja y Shemeikka, un hombre de negocios y seductor. Esta novela sería adaptada al cine tres veces más: en 1937 por Nyrki Tapiovaara, que he podido ver; por T. J. Särkkä en 1957 (no la he encontrado) y por Aki Kaurismäki en 1999, además de una versión operística para la televisión finlandesa en 1979. El director ya había recurrido al ámbito fluvial y la naturaleza en su anterior obra maestra como fue La canción de la flor escarlata, en 1919, con esa carrera por el río para conseguir el amor por parte del protagonista (Lars Hanson, otro actor que hizo carrera en Hollywood) volviendo en ésta que nos ocupa a lo rural, a comunidades que se relacionan con el medio de forma muy directa, con un contacto muy estrecho y vital. «Johan» es una historia sencilla, eclipsada por otras más reconocidas de él, pero que guarda mucho encanto y me apetecía reivindicar.
Como el rodaje en los rápidos del río fue tan complicado y peligroso, desatendiendo las indicaciones de los leñadores que transportaban troncos flotantes –cayendo al agua el protagonista en una ocasión, salvado por la actriz, así como el bote que llevaba la cámara acabó hundiéndose, teniendo que sacarla encima de su cabeza el operador– Stiller prometió no rodar nunca más en rápidos. La película se rodaría en Norrbotten en vez de en Finlandia, debido a que estaba inmerso en una guerra, así que las enérgicas escenas fluviales fueron rodadas en el río Kalix, sin trucajes, ni dobles, demostrando una gran valentía tanto el equipo técnico, como el artístico.
Los planos generales del lago y la alta arboleda son atractivos, así como algunos de ventanas que enmarcan a los personajes
La historia tiene ese sabor a melodrama silente tan delicioso como dramático en algunos momentos, con esas interpretaciones tan enfáticas de los protagonistas, con existencias movidas por sucesos terribles del pasado, relaciones familiares irrespirables o la necesidad de la mujer, en situación de desventaja respecto al hombre. Los planos generales del lago y la alta arboleda son atractivos, así como algunos de ventanas que enmarcan a los personajes subrayando la angustia de la protagonista. El granjero y pescador Juha es el motor de la película, aun siendo presentado como un ser noble, tranquilo y confiado. Un buen hombre apocado, cojo, que tomará una seria determinación. Marja es bastante más joven, vive con él y su insoportable madre desde que la recogieron huérfana una noche fría noche de nieve siendo un bebé. La presión de esa mujer y maltrato, unido al enamoramiento de un trabajador llegado a la zona con otros más para desecar un lago y ganarle terreno al agua, hacen que sea expulsada de la casa. Juha se opondrá firmemente y se casará con ella, a pesar de sentirse más padre que amante.
La vuelta un tiempo después del insistente y seductor Shemeikka que es invitado a pasar una noche en la cabaña, provocará la desestabilización de Marja, que se sentirá tan adulada como acosada por un hombre egoísta que no oculta su pasión por ella, incluso delante del marido y que le promete un futuro mejor. Stiller narra visualmente muy bien la tensión interpersonal en los interiores de la cabaña que, a pesar de la falta de espacio y planos fijos, están bien resueltos, alguno con un incipiente intento de profundidad de campo cuando les sorprende coqueteando al abrir una puerta. La parte de la huida en barca de la pareja está muy bien rodada, con un realismo que sorprende por la dificultad del medio y la época en que se rodó, con colocación de cámara en la orilla y en otra barca que se coloca en diferentes ubicaciones, creando un montaje dinámico y acertado. Esta parte está bastante dilatada, Stiller le da mucha importancia metafórica por la incertidumbre que siente ella al abandonar el aburrimiento del hogar y la falta de pasión, construyendo una secuencia cargada de indecisiones, muy problemática, paralela a la mala experiencia en las aguas. Como un periplo indefinido y angustiante que le hace dudar desde el mismo momento en que se monta en la barca.
“Rema, rema el marino movido por un viento maligno”, que se repite como un mantra en cada episodio.
El director narra de forma lineal, común en la época, pero introduce como novedad un flashback de forma muy certera para explicar el origen de Marja en mitad de la historia. Como he podido ver otras dos versiones posteriores más crudas, observo que, por la época, dulcifica algo la historia. Las motivaciones y sentido de culpa de ella al abandonar a Juha o la convivencia con el seductor no es tan desagradable y existe un final feliz con perdón incluido. Desde el primer plano en que se ve llegar a Shemeikka por el río con el texto de los intertítulos de la novela que dicen: “Rema, rema el marino movido por un viento maligno” y que se repite como un mantra en cada acto, nos habla de fuerzas sobrenaturales, de destinos insalvables, aludiendo a la naturaleza y su virulencia como motor de desgracias.
La versión de 1937 antes aludida evita personajes como el de la madre en el inicio con la horrible convivencia entre las dos, que es importante en el devenir de la historia y comienza ya estando casados con bastante frialdad entre ellos. También presentan al vil seductor de otra forma apareciendo de repente mientras ordeña una vaca Marja. Añaden una escena de complicidad del forastero en la sauna con el marido, el mismo regalo del pañuelo y el acoso a la protagonista. La diferencia principal radica en la especial poesía del trayecto en el río en la fuga de la pareja, recreándose en planos de la naturaleza muy bellos, no existiendo los temidos rápidos; además se añaden tres amantes que conviven con él en la cabaña y juergas masculinas. Un golpe enorme para el sentimiento amoroso y la decisión tomada por ella. El embarazo no deseado de Marij y un final muy pesimista y dramático se distancian de la esperanzadora primera versión.
Y respecto a la adaptación de Kaurismäki en 1999, es interesante y lógico que terminando el s. XX, este director con fuertes raíces clásicas, acabara planteando una versión de nuevo muda y con la música como eje principal, aunque con demasiada presencia y acento para mi gusto. Esta película combina humor y un inicial optimismo, con una progresiva introducción en un drama crudo, muy frío, acudiendo a una singular poesía que se convierte en sordidez. El director, amante de Buster Keaton, Bresson, Renoir, Becker o Sirk, espolvorea detalles por toda la película reconocibles, pero con su estilo personal, contextualizado en ambientes rurales y de bajos fondos o arrabales, por los que tiene tanta predilección y con una extraña mezcla de pasado y presente con la forma de vida algo ancestral del matrimonio. Los personajes son excesivos, con mucha intensidad y algunos muy grotescos.
El homenaje a Douglas Sirk lo observamos en ese coche de lujo en el que llega el amante (un genial e intenso André Wilms) con las letras SIERCK en el capó, su verdadero apellido, así como la austeridad, las elipsis y planos detalle de pies o manos remiten a Bresson. Renoir está presente en la parte de huida en coche actualizada, pero con corta parada idílica y pasional en el bosque y río que nos llevan a Une partie de campagne. Con algunos sonidos a pesar de ser muda, como puertas, afilar un hacha y la canción Le Temps de cerises, que se escucha en el drámatico final de Casque d’Or, de Jean Becker, que simboliza la desilusión y traición que siente Marja al llegar a lo que cree que será su hogar, convertido en un amargo prostíbulo, de donde saldrá embarazada.
Una puesta en escena contundente, con narración buscada a través de la imagen de forma atractiva, con una fotografía fabulosa y un final atroz que huye y se aleja de lo melodramático de la primera versión de Stiller. Un trabajo inquietante, basado en la contraposición del mundo rural y la expectación de lo ofrecido por la ciudad, como en Amanecer, de Murnau. No es como la de Stiller, sería injusto compararlas, pero demuestra que la pervivencia e interés por lo clásico siempre perdurará.
TÍTULO: JOHAN. DIRECTOR: Mauritz Stiller. AÑO: 1921. PAÍS: SUECIA. CINE MUDO. GÉNERO: DRAMA. DURACIÓN: 110 min. INTÉRPRETES: Jenny Hasselqvist, Mathias Taube, Hildegart Harring, Urho Somersalmi. GUIÓN: Mauritz Stiller, Arthur Norden. ADAPTACIÓN: Juha (1911), Juhani Aho. FOTOGRAFÍA: Henrik Jaenzon. PRODUCCIÓN: Svenska Filmindustri.