Correspondencias entre la obra plástica de Mr. y el fenómeno de Todo a la Vez en Todas Partes…
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Muchos son estos días los comentarios y las críticas, buenas y malas, vertidas en redes acerca de la oscarizada película Todo a la Vez en Todas Partes (Dan Kwan y Daniel Scheinert, 2022), que ha batido un récord de éxito sin precedentes. En EEUU es un fenómeno de masas, hasta el punto de que volvió a programarse por segunda vez en los cines una vez agotado su periodo «natural» en cartelera por el reclamo de sus fans, que acudían una vez tras otra a las salas trayendo consigo nuevos adeptos. Los premios cosechados confirman este tirón independientemente de que, como todos sabemos, premios y fama no significan calidad. España no ha sabido entenderla igual… Yo la he visto en el cine cuatro veces, y en ninguna había más de cinco personas en la sala. Son abundantes además en nuestros medios las reseñas entre negativas y muy negativas. Carlos Boyero, crítico de El País, la calificaba de «lamentable película, un disparate inentendible, bobamente imaginativo, pesado de ver y de escuchar», lo que pone de manifiesto esta diferencia de criterio entre dos atmósferas culturales (todavía) distintas, pero también una brecha generacional importante. Los términos en que se critica a veces esta película, como en el caso citado, son idénticos en contenido y forma a los de mi abuelo cuando ve las noticias, y no así un ejercicio de verdadero análisis del filme en tanto que expresión artística contemporánea. Lo mismo le lleva ocurriendo a otras artes prácticamente desde los impresionistas… Me propongo por ello aquí situar brevemente en contexto este fenómeno, y espero conseguirlo mediante la puesta en relación entre la película de moda y otra exposición igualmente ruidosa que tuvo lugar el mismo año (2022) en el Phoenix Art Museum: Puedes Escuchar la Canción de Este Pueblo, del japonés Mr., que asaltaba por primera vez los EEUU con una exposición individual.
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A ambas expresiones artísticas llegué por sorpresa, y ambas me terminaron ganando… De Todo a la Vez en Todas Partes solo puedo decir que me reconcilió con el cine, y que cuanto más la veo mejor obra de arte me parece a todos los niveles posibles. Con Mr. necesité más calma para asimilarlo porque venía de ver en el mismo museo una buena dosis de arte europeo decimonónico y del viejo oeste americano, y cambiar de ahí a la propuesta visual y conceptual de este artista pop japonés resultó un giro un poco brusco. Sospecho que, hasta cierto punto, mis primeras dificultades tienen una base parecida a las de algunas personas con la película que nos ocupa: abruma y desconcierta por pura sobrecarga sensorial, usando además un lenguaje estético abigarrado, de apariencia caótica y colorido hasta lo lisérgico que en los dos casos debe mucho a la escena neo-pop norteamericana y sobre todo japonesa y surcoreana, también China, cuya complejidad cultural e influencias trascienden, con matices, la idea de severo país maoísta que se nos dibuja en occidente. España por cierto, a la vista está, acusa una notable asincronía respecto a los yankees en la llegada y absorción de estas transferencias, de ahí quizá nuestra interacción más complicada con la película.
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Pero más allá de fronteras geográficas y artísticas, lo que de verdad aflora aquí es un reflejo de nuestra vida contemporánea, es el mundo sucediendo a cada instante y nosotros percibiéndolo, sobreexcitados y al mismo tiempo congelados, inmóviles. Para mi generación la existencia es así, una especie de sobredosis de infinito, poder pensarlo y anhelarlo todo, no poder alcanzarlo… Nacer con la consciencia de un dios y las limitaciones terrenales de un calabacín. Michelle Yeoh, Evelyn, vive ahogada por su indecisión crónica. Cada vez que elige pierde algo, todo en ella nace de la duda y el «y si…». Ucronía. No solo la película resulta caótica, también su escritorio, su casa, su vida están desastrados. Es la protagonista, «la elegida», justo porque su frustración es absoluta, todo potencia, nada en acto. // Mr. es un artista otaku que vive recluido, pero no aislado. El mundo empapa, incluso cuando llega a través de una pantalla móvil. La ciudad (esa ciudad posmoderna, capitalista, atomizada) es también una aventura cada vez que sale fuera. Japón, el país del manga, el sexo loco, las luces de colores, Hiroshima y Fukushima, la ansiedad, el suicidio, el estudio Ghibli, el sushi, etc. Todo deseo, fantasía y trauma. ¿Cuántos de nosotros podríamos resumir nuestros sentimientos a esas tres palabras? Su obra aborda, en pintura y ocasionalmente escultura, toda esta escena; cada sensación, cada estimulo, cada objeto, cada cosa que nos roza o golpea en la vida como los meteoritos a esos pobres planetas sin atmósfera queda recogido, de ahí el mareo que produce, pero también su gran hallazgo, y es que de verdad «puedes escuchar la canción de este pueblo».
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Me parece importante destacar que en ambos casos hay diálogo entre forma e idea, una búsqueda de cuestiones más profundas y esencialmente humanas que subyace en todo momento al despliegue visual, y ahí reside la diferencia entre un arte verdadero y un pastiche. Entiendo pues que la forma aquí es siempre subjetiva a los gustos del ojo-mente que percibe (yo mismo soy un apasionado, por ejemplo, también del cine de Sorrentino, igualmente oscarizado y en las antípodas, o no, de los Daniels), pero es intolerable ningunear todo lo que puede intuirse detrás. Estéticamente, ambas están incardinadas en su momento histórico y cultural exactos, y no es casual que el mismo año 2022 el gigante Marvel estrenara Dr. Strange en el Multiverso de la Locura o Spiderman: No Way Home el año anterior… Y cuidado, porque todo esto venía formulándose de mucho antes, desde el mundo del comic al dadá, pasando por Jack Williamson o la psicodelia de los 60. La posmodernidad bebe siempre de múltiples fuentes, es consecuencia. Conceptualmente, formulan interrogaciones cósmicas sin tiempo, inherentes al pensamiento humano, como son el amor, la soledad o el vértigo de existir, y plantean de paso algunas respuestas interesantes, creo, pero esa es ya otra historia… (@galerida.cristata es mi ig si a alguien le apetece hablar un poco más de esto). Al final, se sirven del lenguaje ecléctico y la mezcla arbitraria de géneros tan propia de nuestro tiempo para indagar en una herida milenaria.
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Dejando a un lado el componente xenófobo que puede haber implícito en el rechazo a que ciertas nuevas tendencias vengan marcadas desde Asia, siempre habrá en cualquier caso (es natural) una crítica reacia ante cualquier intento de reconfigurar nuestra mirada sobre el mundo y las fórmulas para expresarlo, les pasó a impresionistas, fauvistas, cubistas e incalculables «istas»; tampoco la fotografía ni el cine entraron de una como forma artística válida… Pero aquí estamos, cada vez con más posibilidades, una sociedad multipantalla y un panorama artístico inabarcable donde no todo es bueno, pero aún florecen cosas interesantes. También yo adquiriré tintes conservadores (si no los tengo ya) cuando deje de entender lo que miro y me frustre, pero para una generación como la mía, cuyo único y verdadero superpoder es, como le ocurre a Evelyn, el de ser personas al borde de un ataque de ansiedad, luchadoras, indestructibles y al mismo tiempo frágiles, rotas de antemano, es una experiencia placentera y hasta trascendental el poder encontrar todavía en el arte un espejo, espejo que para nosotros solo puede ser un caleidoscopio.
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