Si habéis seguido las noticias de esta semana, os habréis enterado que hay un factor malvado que causa disloques en el comportamiento de las personas y les lleva a decir, con voz firme y nada empalagosa, las cosas más variopintas. Ese elemento, pobres navarros, es el pacharán. A este ritmo cuando alguien pregunte qué pasó con las cuentas públicas, podrá decir con total tranquilidad que la culpa fue del pacharán. Según la autora de las declaraciones, ella sí dijo lo que dijo, pero no era verdad, es que se había venido arriba con el licor de endrinas. Nuestros Ministerios de Hacienda y Empleo dirán que las cifras eran verdad, pero que nos dijeron lo que nos dijeron porque se vinieron arriba por el pacharán.
Cuando ya se han aprobado los Presupuestos General del Estado para 2016, por un parlamento que no los va a controlar y que fueron propuestos por un gobierno que, muy probablemente, no los va a gestionar, conviene fijarse en algunas cifras de los anteriores y del escenario en el que nos encontramos. Partamos de la base de que los presupuestos aprobados no serán factibles por un simple detalle, los gastos en Defensa no serán ciertos y, a mitad de año como en los últimos, habrá que aprobar un crédito extraordinario por importe de unos 2.000 millones de euros para completarlos. Ello sin contar con los ajustes que habrá que incorporar en las cuentas de la Seguridad Social o en las estimaciones de recaudación tributaria.
La Intervención General de la Administración del Estado nos ofrece información de las cuentas de las administraciones públicas, en términos de contabilidad nacional. Los sectores en que divide dicha información son Administración Central, Administración Regional, Administración Local y Seguridad Social. Vayamos pues, con una parte de esa información, para conocer qué les pasa a nuestras administraciones públicas con un cierto detalle. En contabilidad nacional no se habla de déficit o superávit, los términos son necesidad (-) o capacidad (+) de financiación, aunque pueden equipararse a efectos prácticos, y los datos de administraciones públicas están consolidados, es decir, no es el resultado de la mera suma aritmética de los sectores, se hacen ajustes para evitar duplicidades. Los recursos, como es fácil deducir, son los ingresos, y los empleos los gastos; en ambos casos se distinguen entre los corrientes y los de capital, los primeros los podríamos denominar gastos en sentido estricto y los segundos estarían relacionados con la inversión. La diferencia entre recursos y empleos corrientes se llama ahorro, valor significativo pues determina si se genera capacidad inversora o para reponer el stock de capital hay que endeudarse. Vayamos ya con la tabla informativa.
Empecemos por decir que España es un estado muy descentralizado. Si excluimos la Seguridad Social, el gasto de la Administración Central en 2014 fue del 33% del total de los otros tres sectores de administraciones públicas, una vez deducido el importe del gasto en transferencias entre administraciones. En el año 2011 el nivel era del 32%, aproximadamente. Este dato nos sitúa en un marco de clara distribución de competencias que algunos no quieren ver porque pone en cuestión sus tesis políticas. El peso específico, en 2014, fue el siguiente: Administración Central el 33,11%, Administración Regional el 49,61% y Administración Local el 17,28%. En 2011 fueron: Administración Central el 31,77%, Administración Regional el 49,53% y Administración Local el 18,70%.
La segunda cuestión es que, desde hace años, España está en déficit primario, ni siquiera tenemos capacidad de financiar los gastos corrientes, excluidos los intereses de la deuda. Una situación parecida a la de Grecia. Pero solo parecida porque la Administración Local tiene capacidad de financiación, incluidos los intereses de la deuda, y la necesidad de financiación de la Seguridad Social se cubre con el Fondo de Reserva. De 2012 para acá nos hemos comido casi 40.000 millones de euros del Fondo de Reserva de las Pensiones. Es una forma de pagar gastos con deuda. En este caso lo que se está haciendo es un ahorro negativo. Lo que ahorró el sistema, ahorramos entre todos, en el pasado, cierto es que para cuando vinieran mal dadas, nos lo estamos comiendo y permite que no se refleje el déficit en las cuentas, pero a este ritmo se empezará a reflejar a partir de 2017, porque nos habremos comido todo el Fondo de Reserva de las Pensiones.
En 2014 se habría podido decir que casi estábamos en equilibrio primario, si no se considera a la Seguridad Social, pero aún no es suficiente y ello va a provocar que o bien se aumenta la actividad con generación de más valor añadido, para lo que no son especialmente útil el turismo y la construcción, o bien deben adoptarse nuevos recortes del gasto público. Con un agravante, la reforma del sistema de pensiones es inaplazable, pues ni queda fondo de reserva ni las reformas en este ámbito dan fruto a corto plazo, aunque la ausencia de las mismas las podamos empezar a notar de inmediato.
Si nos fijamos en los Empleos de Capital, o lo que es lo mismo la inversión, debemos deducir previamente la ayuda a la banca: 5.137 millones de euros en 2011, 39.068 millones de euros en 2012, 4.897 millones de euros en 2013 y 1.191 millones de euros en 2014. Dicho lo cual, podemos ver que la inversión es menguante y se ha reducido de manera drástica, pasando de 46.700 millones de euros en 2011 a 29.200 millones de euros en 2014. Esta es otra cuestión de la que sufriremos los efectos en el futuro, cuando se pasen los efluvios del pacharán.
Seré concreto, las Administraciones Públicas han disminuido su tamaño, con relación al PIB, del 45,2% al 44,4% entre 2011 y 2014, sin contar la ayuda a la banca, lo que lleva a concluir que el tamaño del sector público es el mismo. Y no es un tamaño desmedido, muy inferior al de Francia, del 57% del PIB, e igual al de Alemania, 44% del PIB. Nuestro problema no es de tamaño del sector público, nuestro problema es de falta de actividad. Pero durante 4 años la política económica se ha basado, aquí y en Europa, en exigir una reducción del sector público que no era estrictamente necesaria, en vez de alentar un aumento de la actividad.
Y no podemos olvidar para el futuro el problema que representa la deuda, porque ahora los tipos de interés están muy bajos, casi cero a corto plazo, pero si tenemos en cuenta que los intereses de la deuda han pasado de 26.300 millones de euros en 2011 a 32.300 millones de euros en 2014 y se prevén más de 35.000 millones en 2015, el asunto podría ser una losa para superar la resaca.
Estos avisos ponen de manifiesto lo peliaguda que es la situación y lo complicado que va a ser para el próximo gobierno aplicar políticas de crecimiento. En el inmediato futuro puede venir o el temerario ajuste, practicado por aquellos que están faltos de imaginación, o la expansión contenida, basada en políticas activas de empleo y en una persecución de los fraudes fiscal y laboral. Alegrías las justas.
Y si se trata de echar mano de algo para cargarle las culpas, me gusta mucho más hacerlo con esta canción, que tiene auténtico ritmo y transmite algo más que sordidez.
salud a tod@s