«El neoliberalismo económico nunca funcionó. Ha llegado el momento de levantar la economía desde abajo y desde el medio».
Joe Biden (1942 – ), político estadounidense.
La verdad que no sabría decir cómo y dónde apareció por primera vez ese término tan de moda hoy en día de «social comunista». Tampoco sé si la cosa viene de lejos –ni siquiera me he preocupado de averiguarlo-, o si ha surgido en el marco de la permanente crispación política española.
Lo que sí debería llamarnos la atención es que ello se trate como un insulto desde las huestes de la derecha y que a algunos en el gobierno o su entorno parezca sentarle como tal.
Al fin y al cabo el gobierno actual lo integra una coalición formada por un partido que por mucho que se empeñe en disimularlo se autodenomina socialista, integrantes del partido comunista de España y demás especie de la izquierda del tablero.
Algo parecido a lo que le ocurre al PP de hoy en día, empeñado en llamarse de centro, por mucho que se escore a su derecha. Como si se avergonzara de ello.
A buen seguro que PP y PSOE, convertidos en auténticas maquinarias electorales, muy al margen de lo que lo debería representar un partido político, utilicen ese lenguaje por obra y gracia de sus asesores de marketing quienes desde hace tiempo parecen tener bien atado a los mismos y son los que dan rienda suelta o no a sus iniciativas a tenor del favor de las encuestas.
Lo cierto es que lo de social comunista se ha acabado antojando como un verdadero oprobio y henos ahora que nada menos que el otorgado 46º presidente de los EE.UU., un nada sospechoso Joe Biden con tan solo tres meses de mandato, está sorprendiendo a propios y extraños con propuestas y leyes más propias del socialismo y comunismo democrático propio de otro tiempo en la vieja Europa que al tradicional progresismo de salón del partido demócrata norteamericano.
A saber si será por el fruto de su experiencia tras décadas de permanencia en la política, la presión de los sectores más izquierdistas de su partido que le amenazaron con dejarle en la estocada si no cambiaba de manera sensible la habituales premisas del mismo; la dramática situación provocada por la pandemia cuando todavía la mayor parte de la ciudadanía no se había recuperado de la crisis anterior o el afianzamiento de unas élites cada día más incontenibles cara a un futuro de lo más escabroso.
Las propuestas
Joe Biden se diría decidido a poner en marcha un nuevo New Deal tal como hiciera Roosevelt allá por los años 30 para sacar al país de la Gran Depresión de su tiempo. Sus medidas pasan por una inyección total próxima a los 4 billones de euros, divididos en dos tramos, anunciados a lo largo de sus primeros 100 días de mandato.
Ni siquiera la administración Obama, donde el propio Biden ejerció de vicepresidente, se atrevió a llegar tan lejos. Ofuscada de manera errónea en llegar a acuerdos imposibles con los republicanos mientras en el caso del actual presidente, quizá consciente de ello y aun tendiendo la mano a sus oponentes, se muestra decidido a poner la directa sin más premura.
Una cantidad que resulta casi el doble de lo que el parlamento europeo aprobara el verano pasado y 5 veces más de lo que al final decidiera la Comisión y que todavía no se sabe a ciencia a cierta el cuándo y cómo de ello.
Joe Biden no solo ha aventurado cuantiosas inversiones en infraestructuras, sanidad, educación y un largo etcétera de acciones sino que el dinero para ello saldrá de un aumento en la carga fiscal de las grandes corporaciones y los grandes capitales.
Lo que en cualquier caso no está muy lejos de propuestas similares de otra institución tan poco sospechosa también como el FMI que ante el fiasco de la salida de la anterior crisis económica para la mayoría de los ciudadanos, no parece dispuesta a asumir sus mismas recetas de entonces.
Algo que choca de plano con la doctrina neoliberal rampante y dominante desde hace décadas. La misma que provocó la crisis de 2008 y que ha dejado su huella en la catastrófica gestión de la pandemia en toda esa parte del planeta que, para mayor infamia, llamamos mundo desarrollado.
La misma que después de haber quedado bajo mínimos los recursos del estado, recurre una y otra vez a este cada vez que se ponen en aprietos sus intereses. Como ocurrió con los 65.000 millones de euros «prestados» por todos los españoles con los que se salvo a la banca y, aunque parezca una pesada broma, esta no devolvió nunca.
Lo que anunció el Banco de España los mismos días que con suma insistencia nos pedía que alarguemos la edad de jubilación o lo que viene a decir la letra pequeña, que trabajemos hasta morir y de los jóvenes ya se verá. Que esa es otra historia de la que tendremos que hablar un día.
Otra vuelta de tuerca
Si no era suficiente con ello, la vuelta a los Acuerdos de París sobre el clima y su reentrada en la OMS, a las que en ambos casos renunció Donald Trump, Biden ha vuelto a sorprender al mundo sumándose a la iniciativa de India, Sudáfrica y más de 100 países que desde hace unos meses llevan instando a la OCDE la liberación de las patentes de las vacunas contra la Covid-19.
El objetivo de abaratar y producir con más facilidad las mismas y que estas puedan llegar más rápidamente a todos los habitantes del planeta, responde al criterio unánime de la comunidad científica aduciendo que de no ser así, además del inabordable número de víctimas, la falta de control sobre la enfermedad en los países subdesarrollados dará lugar a nuevas cepas del virus que pudieran ser letales incluso entre la población vacunada.
Además que el aumento de dicha colaboración daría lugar a una mayor avance en las capacidades de las mismas.
A semejante órdago la Unión Europea que junto al gigante norteamericano se había mostrado intransigente el pasado año, por voz de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha recogido el guante y está dispuesta a trabajar al respecto aun las reticencias de la industria farmacéutica.
El que la economía ha marcado hasta ahora el paso de la pandemia en la mayoría de países, ha vuelto a reafirmarse ante las respuestas de los mercados financieros en este caso. En primer lugar con unas fuertes subidas de las compañías cuando las vacunas empezaron a hacerse realidad –cuando no con operaciones altamente especulativas de por medio- y ahora con la caída de las mismas tras la propuesta del presidente de los EE.UU. Lo que pudiera parecer a primera vista demagogia no es más que la evidencia empírica de los hechos.
Aunque resta por ver si todas estas propuestas del presidente norteamericano se harán definitivamente realidad y si de alguna manera sus consecuencias y derivadas afectarán al resto del mundo.
Un futuro inquietante
En lo que nos toca más de cerca, la Unión Europea como es habitual y hemos vuelto a ver a lo largo de toda la pandemia se mueve mucho más lentamente que nuestro vecino del otro lado del Atlántico.
Aferrada aun en buena parte al dogmatismo neoliberal, abrumada por la pesada losa de una burocracia tan excesivamente encorsetada y el haber procurado desde siempre más interés por la cuestión económica que la política.
Aunque no es menos cierto que al menos durante la pandemia no se han seguido las pautas de la anterior crisis que condenó al ostracismo con sus políticas de austeridad a las clases medias y bajas.
De ahí que si bien por primera vez podemos decir que se van a mutualizar los daños ocasionados por la misma a través de los Fondos Next Generation para la recuperación estos se vieron sensiblemente recortados sobre la oferta inicial, algunos países ofrecieron una dura resistencia a los mismos, lo acabaron haciendo a regañadientes y todavía no sabemos cuándo se harán del todo efectivos.
En el caso de España si bien el actual gobierno de coalición, con sus luces y sombras, pretende caminar en la nueva dirección, los partidos conservadores se mantienen aferrados a la ortodoxia y mantienen el mantra de las bajadas masivas de impuestos –que repercuten solo especialmente en las clases altas-, aunque la historia demuestre que ello no mejora el crecimiento sino más bien al contrario, además de debilitar el contrato social.
La famosa «teoría del goteo», cuanto más ganen los de arriba más repercutirá en los de abajo, que ha guiado la política fiscal y económica los últimos 30 años en todo el mundo occidental ha fracasado de forma estrepitosa, además de haber incidido con mayor dureza en las principales crisis de nuestro tiempo.
Dicho de otra manera, desde la consolidación del neoliberalismo como doctrina dominante «el vaso se ha ido haciendo cada vez más grande y no rebosa nunca».
Lo que ha acabado desatando un mundo tan artificioso de lujo y voracidad para unos pocos como cada vez más en ruinas para el resto.
«No acabaremos todo en los cien primeros días ni tampoco en los primeros mil… ni siquiera incluso en nuestra vida. Pero empecemos».
John F. Kennedy (1917 -1963), Político estadounidense.
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