Accidentalmente, he tenido acceso a la publicación de una entrevista a Mark Klein, investigador del Centro para la Inteligencia Colectiva del MIT (Massachusetts Institute of Technology). La entrevista, publicada en el suplemento Ideas del periódico El País el domingo 31 de enero de 2016, tuvo lugar a raíz de un encuentro internacional sobre participación digital y democracia deliberativa organizada por el Ayuntamiento de Madrid.
Me parece interesante dedicar esta colaboración a escribir sobre este tema. «En el MIT se estudian y analizan los profundos cambios sociales y políticos que la inteligencia colectiva impone», se indica en la citada entrevista.
En esa entrevista, Mark Klein indica que «los presupuestos participativos son el inicio de una revolución. Sostiene que universidades, empresas y Gobiernos deberán adaptarse forzosamente al empuje de unas masas de ciudadanos capaces de aprender por su cuenta y de pensar colectivamente; todo ello, al margen de las instituciones. Como ventajas de la inteligencia colectiva, señala Klein, es que «permite disponer de un abanico más amplio de herramientas cognitivas para resolver un problema». «Imagine», dice, «que yo tengo dos ideas y usted otras dos. Si no hablamos, tenemos dos cada uno. Si las intercambiamos podemos tener cuatro o veinte. Diseñamos, en el MIT- espacios en los que grandes grupos pueden resolver problemas de forma colectiva y no jerárquica, que los individuos solos no podrían». «En general, la inteligencia colectiva es ideal para problemas complejos en los que tienes muchos expertos, muchos actores implicados y muchas posibles soluciones», afirma Klein.
A la pregunta, ¿dónde está funcionando? , Klein contesta: «La gran farmacéutica Eli Lilly hace tiempo que se dio cuenta de que había problemas científicos que eran incapaz de resolver. Así que decidió compartirlos a través de Internet para que la gente de todo el mundo los resolviera a cambio de una recompensa en metálico. Jubilados, aficionados a la química o quien fueran aportar soluciones. Funcionó tan bien que fundaron InnoCentive, una empresa que se dedica solo a eso y en la que ahora participan otras como Procter & Gamble».
«Se trata de organizar las ideas, pero sobre todo de que se pueda desarrollar una nueva idea sobre la idea de otro», explica este investigador.
La inteligencia de las multitudes
Hay un libro, La cavilación empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis (2010, Paidós) dedicado a explicar cómo recientes experimentos en Psicología y Neurociencia han puesto de manifiesto que la especie humana es un especie, fundamentalmente, empática y, como consecuencia, puede tener lugar lo que Klein llama Inteligencia colectiva. El autor de ese libro, J. Rifkin explica: «Una de las primeras compañías en aprovechar la potencia de la inteligencia colectiva –también conocida como Inteligencia de las multitudes– fue una pequeña empresa minera dedicada a la extracción de oro: Goldcorp, con sede en Toronto (Canadá). Enfrentada a unos costes de producción cada vez más elevados, a una deuda que no dejaba de acumularse, al descontento de los trabajadores y a las escasas perspectivas de encontrar nuevos depósitos auríferos, la compañía se encontraba al borde de la insolvencia, cuando su director ejecutivo, Robert McEwen, tuvo la idea de matricularse en un seminario en el Instituto Tecnológico de Massachusetts». Después de realizar ese curso, a McEwen se le ocurrió «subir a la web todos los datos geológicos de su compañía desde 1948 […] y preguntar a usuarios del mundo entero donde era probable encontrar oro. Para hacer atractivo el proyecto, ofreció un premio a los mejores métodos de prospección y a las estimaciones más acertadas sobre la ubicación de los depósitos. […] En la tarea participaron geólogos, pero también matemáticos, personal militar y estudiantes de doctorado de disciplinas diversas».
Según McEwen, lo interesante fue «la amplitud de conocimientos de disciplinas tan diferentes entre sí que terminaron colaborando en la búsqueda, incluidas la física avanzada, las matemáticas aplicadas y los sistemas inteligentes». Los resultados fueron sorprendentes, «Cuando vi las imágenes en el ordenador, casi me caigo de la silla», afirmó.
Don Tapscott y Anthony D. Williams en su obra Wikinomics: la nueva economía de las multitudes inteligentes, afirman que el potencial de la colaboración humana conectado a través de la tecnología de la informática distributiva puede llevar a la economía más allá de los supuestos del negocio tradicional, hacia un nuevo territorio basado en la honestidad, la interconexión, la participación y la actuación global.
Cooperación y solidaridad
También puede ser interesante el libro de James Surowieki, Cien mejor que uno: la sabiduría de la multitud o por qué la mayoría es más inteligentes que la minoría. (2005, Urano, Barcelona)
Todo nace de una asunción sobre la naturaleza del ser humano opuesta a la que supone el vigente sistema económico social. Cuando se nos da la oportunidad, está en nuestra naturaleza colaborar con los demás. Estudios realizados en el ámbito de la Psicología y Neurociencia han puesto de manifiesto que la especie humana es esencialmente empática. También lo son otras especies animales. La diferencia reside en la especie humana es la única capaz de pensar.
«En la década de 1950, en el curso de una investigación realizada por L. J. Abercrombie en el University Hospital de Londres, éste observó que cuando los estudiantes de medicina trabajaban de forma participativa en grupos pequeños para diagnosticar a sus pacientes, eran capaces de evaluar más rápidamente y con mayor grado de certeza que cuando realizaban los diagnósticos en solitario». «El contexto de colaboración daba a los estudiantes la oportunidad de retar las asunciones de los demás, tomar las ideas y reflexiones ajenas como punto de partida y llegar a un consenso negociado relativo a la situación del paciente», se cuenta en el indicado libro, La civilización empática.
Volviendo a la entrevista al investigador del Centro para la Inteligencia Colectiva del MIT, éste indica que la inteligencia colectiva también se puede aplicar para «modular las decisiones de los responsables políticos». Y explica: «A menudo las leyes que acaban en el Parlamento son fruto de una síntesis de la obra de los legisladores y de los lobistas, en la que el ciudadano común no tiene cabida y solo le queda votar. Cada vez más gente se siente poco representada. La inteligencia colectiva puede ser un complemento perfecto para los políticos».
A este respecto, el 28 de junio de 2020, el periódico El País publicó una noticia titulada «Ciudadanos elegidos por sorteo para buscar soluciones al cambio climático», en la que indica que «una asamblea ciudadana elegida al azar en Francia» acababa de presentar sus propuestas contra el calentamiento del planeta, una iniciativa también puesta en marcha en Suecia o el Reino Unido que el Gobierno de Pedro Sánchez se comprometió llevar a cabo en España.
Con todos estos antecedentes cabe preguntar, ¿por qué no se ha utilizado la inteligencia colectiva para hacer frente a la pandemia del Covid-19? Pienso que ello es debido a que no ha cambiado el modelo económico-social propio del neoliberalismo, un modelo partidario de las patentes. Según Jeremy Rifkin, «La ciencia demuestra que el ser humano progresa reduciendo su egoísmo y ampliando su empatía». (Periódico El Pais, 19 de marzo de 2010). Opinión que coincide con lo que explicó el investigador del MIT en la entrevista comentada.
«Cooperación y solidaridad son el único camino que ofrece una esperanza de un futuro mejor para toda la humanidad», en opinión de Kofi Annan, exsecretario general de Naciones Unidas.