Conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres y las niñas son tareas pendientes de nuestra época y constituyen el mayor desafío en materia de derechos humanos del mundo.
Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas
No es la primera vez ni la última en la que la ONU menciona la necesidad de que la Humanidad considere iguales los dos sexos. La igualdad entre los hombres y las mujeres ha sido uno de los objetivos de esta organización desde su nacimiento. El preámbulo de la Carta de Naciones Unidas de 1945 señala que su meta es «reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas».
En el año 1975, la ONU institucionalizó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, también llamado Día Internacional de la Mujer con el fin de «conmemorar la lucha de las mujeres por su participación, igualdad con el hombre y por su desarrollo íntegro como personas». El hecho puntual que se conmemoraba ocurrió el 25 de enero de 1911, cuando más de 100 trabajadoras, mujeres inmigrantes en su mayoría, murieron en el incendio de una fábrica textil estadounidense, como consecuencia de las precarias condiciones laborales a las que estaban sometidas.
Del 14 al 25 de junio de 1993 las Naciones Unidas celebraron, en Viena, la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, en la que representantes de 171 Estados aprobaron por consenso el documento «Declaración y Programa de Acción de Viena». En esa «declaración y programa» se aprobó expresamente que «los derechos de la mujeres y de las niñas son parte inalienable, integrante e indivisible de los derechos humanos universales».
Antes, en 1979, la Asamblea General de Naciones Unidas había aprobado la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
A pesar de los considerables avances en la promoción de la autonomía de la mujer, la discriminación por razones de género sigue estando arraigada en todas las regiones del mundo; millones de mujeres y niñas de todas partes del planeta siguen careciendo de cualquier tipo de poder y de voz, y no pueden disfrutar de sus derechos. Con frecuencia, las mujeres siguen siendo el objeto, el sexo que debe agradar, las que carecen de discurso propio, las que se muestran como compañeras del varón que triunfa.
Sin embargo, las consecuencias negativas de la desigualdad que sufre la mujer repercuten en toda la sociedad y es un impedimento para el desarrollo humano. Octavio Salazar Benítez, profesor titular de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba, en su libro Masculinidades y ciudadanía. Los hombres también tenemos género (Madrid, ed. DDYKINSON, 2013:37) señala que «la crisis económica que estamos viviendo es consecuencia de un modelo basado en la idea fuerza del patriarcado: la competitividad, la violencia, la desigualdad. El proceso de globalización se ha apoyado en dinámicas depredadoras e imperialistas y, por ello, es necesario también cuestionar nuestro modelo productivo».
Eliminar la discriminación de género y promover la autonomía de la mujer exige mejorar la influencia de la mujer en las decisiones clave que configuran sus vidas en tres entornos diferentes: el hogar, el trabajo y el ámbito político.
La ONU y sus organismos técnicos siempre han considerado necesaria la participación de las mujeres en condiciones de igualdad con los hombres para hacer frente a los desafíos sociales, económicos y políticos en todo el mundo.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, celebrada en Rio de Janeiro en 2012 se diseñaron 17 Objetivos Mundiales, más conocidos como Objetivos de Desarrollo Sostenible, que se pueden considerar como un llamamiento universal y urgente a poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad; en otras palabras, para que el mundo, pensando en las generaciones futuras, haga la transición a una senda más sostenible. El concepto «desarrollo sostenible» se aplica a una forma de desarrollo socio-económico más humano. Es un concepto surgido a finales del siglo XX como alternativa al sistema actual que ignora que el planeta Tierra que habitamos es un sistema cerrado (no aislado) con una cantidad fija de recursos, unos renovables y otros no renovables, y esa ignorancia compromete la calidad de vida de las futuras generaciones.
Entre otras prioridades, los 17 Objetivos incluyen el cambio climático, la desigualdad económica y la paz y la justicia. El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 5 es «lograr la igualdad entre géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas». Puesto que los 17 Objetivos están relacionados entre sí, es decir, el éxito en el cumplimiento de un objetivo afecta a la consecución de otros, poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas es un importante camino hacia un mundo sostenible.
Como dice Kofi Annan, exsecretario general de Naciones Unidas, «La igualdad de género es más que un objetivo en sí mismo. Es una condición previa para hacer frente al desafío de reducir la pobreza, promover el desarrollo sostenible y construir una buena gobernanza».
Desde mi punto de vista, la no discriminación contra mujeres y niñas conducirá no solo a un mundo sostenible sino a uno más humano y rico, debido a las distintas características y cualidades complementarias de los hombres y de las mujeres.
La historia humana ha demostrado que los derechos, lejos de ser concedidos graciosamente, se conquistan con protestas y movilización, es decir, no son fruto de una regla interna de la evolución humana (humanización), sino el resultado de muchas luchas colectivas. Así, a lo largo de la historia, la especie humana, siempre debido a protestas protagonizadas por algunos de sus miembros más sensibles y atentos, se ha hecho cada vez más humana.
En España, según El Confidencial del día 9 de marzo de 2018, el Día Internacional de la Mujer tuvo lugar una movilización sin precedentes contra la desigualdad de género en todas sus vertientes y que situó a España a la vanguardia del feminismo mundial. Centenares de miles de personas inundaron las calles en 120 ciudades. La huelga de 24 horas, en cambio, tuvo escaso seguimiento.
En nuestro país, la discriminación contra las mujeres es visible en todos los aspectos de la vida; es de destacar que las mujeres cobran, por el mismo trabajo, menos que los hombres, principalmente cuando llega la maternidad. También hay que tener en cuenta la división desigual del trabajo no remunerado, tanto doméstico como en el cuidado de otras personas. Las mujeres dedican 2,6 veces más tiempo que los hombres a realizar tareas domésticas; mientras que las familias, las sociedades y las economías dependen de este trabajo, para las mujeres supone tener menos ingresos y menos tiempo libre para realizar actividades distintas al trabajo. Este es un tema al que, según Carmen Alborch, en su libro Libres. Ciudadanas del mundo (Ediciones Generales, Madrid, 2004:311), la economista neozelandesa Marilyn Waring concede una gran importancia. Waring señala que el «error fundamental del aspecto masculino de la economía» es que en el PIB, parámetro utilizado para medir el crecimiento económico, no se contabilice el trabajo que las mujeres realizan en el hogar.
La discriminación contra las mujeres y las niñas hizo posible lo que ocurrió en las fiestas San Fermín (Pamplona) y se ha repetido en otras fiestas. De la misma forma, el elevado número de mujeres que mueren por violencia de género dentro del matrimonio se debe a que los hombres se consideran muy superiores las mujeres. Y ello a pesar de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres; del artículo 14 de la Constitución española proclama el derecho a la igualdad y a la no discriminación por razón de sexo; y de haber ratificado, en 1973, la indicada Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en diciembre de 1979.
La igualdad de género es, asimismo, un principio fundamental en la Unión Europea. El Convenio de Estambul, considerado como el tratado internacional, legalmente vinculante, más completo y de mayor alcance sobre la lucha contra la violencia de género, se presentó en 2011 y empezó a entrar en vigor el 1 de agosto de 2014. Trasponer este Convenio al ordenamiento jurídico español implica la modificación de algunos artículos del Código Penal.
Octavio Salazar Benítez, en el libro ya mencionado (2013:30), indica que «es necesario darle la vuelta a toda una cultura, lo cual supone una tarea de doble recorrido y exige una implicación de todos y todas, de hombres y mujeres, de los poderes políticos y de todos los sectores sociales, y muy especialmente de todas las instancias que inciden en nuestro proceso de socialización». Más adelante, señala que «no es descabellado afirmar que el gran reto del feminismo del siglo XXI es el comportamiento masculino».
En relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y su relación con el hecho de que se logre la igualdad de género, desde mi punto de vista, puede ser interesante recordar el artículo del periodista y escritor John Carlin «Aurora bolear», publicado en El País del día 11 de marzo de 2012 en el que relata cómo Islandia ha conseguido salir de la crisis financiera de 2008 gracias a que, en palabras de Carlin, «las mujeres se han hecho cargo del país». El párrafo que ahora me interesa entresacar es el siguiente: «Pero en lo que todos los parlamentarios islandeses (hombres y mujeres) estaban de acuerdo es en que la época del capitalismo de enriquecimiento rápido se ha terminado. La palabra clave hoy es sostenibilidad y todos los partidos la repiten en sus declaraciones públicas». Los mismos parlamentarios atribuyeron ese cambio a la presencia de la mujer en los órganos de poder: «pensar no en el futuro inmediato, sino en los próximos 10 o 20 años».
John Carlin indica en el mismo artículo que el tópico, desde Margaret Thatcher, es que las mujeres en puestos de poder son, «por necesidad», damas de hierro, que triunfan porque empiezan a pensar como hombres. A ese respecto, se atribuye a Bachelet, expresidenta de Chile la frase: «Si una mujer entra en la política, cambia la mujer. En cambio, si varias mujeres entran en la política, cambia la política». Está por ver qué sucede en el gobierno de Pedro Sánchez con más presencia de mujeres que de hombres.