De pocos norteamericanos que hayan dado vida alguna vez al mítico detective Sherlock Holmes —la eterna creación de Sir Arthur Conan Doyle— puede decirse que lo hayan hecho con éxito. Más allá de que fueran coproducciones con el país del dólar[1]Como aquel nefasto The Hound of the Baskervilles (Barry Crane, 1972) y que fue rodado entre decorados, con actores como William Shatner o Anthony Zerbe doblados o pugnando penosamente por disimular su acento yankee y canadiense. También, por cierto, con un Stewart Granger que se mueve a duras penas como para encarnar al ágil detective., George C. Scott lo intentó en They might be giants (1971), una inexplicable y pésima parodia. También Frank Langella, en un telefilme de 1981, igualmente digno de olvidar; y ya en la década de 2000, Robert Downey, Jr., en la inefable saga donde tenía como partenaire a Jude Law. Pero hubo uno que se salvó, sin reservas, de la quema: el que encarnó nada menos que Charlton Heston.
En 1978, el dramaturgo Paul Giovanni escribe para los escenarios teatrales la obra The Sign of Four (El Signo de los Cuatro), que pasa por ser una adaptación más o menos fidedigna de la novela de Conan Doyle, y varios actores como Paxton Whitehead o Keith Michell encarnan al detective en varias representaciones. El 5 de diciembre de 1980, se presenta en el Ahmanson Theatre de Los Ángeles, con la sorpresa mayúscula de que Charlton Heston —nada menos que uno de los grandes actores norteamericanos de todos los tiempos— encarnaba a Holmes y Jeremy Brett al doctor Watson (Brett se metería después, por su parte, en la piel del detective, en la extraordinaria serie de la Granada Television). La gira se extendió hasta enero de 1981, con relativo éxito. Pero esta no fue la última asociación de Heston con el detective inglés, ya que, una década después, Fraser C. Heston (hijo del actor) decide adaptar la obra de Giovanni a la pequeña pantalla. Producida para la Turner Network Television, por la compañía Agamemnon Films, Heston hijo queda a cargo del guión y la dirección, y esta vez el maduro actor inglés Richard Johnson -inolvidable como el doctor Markway en The Haunting (Robert Wise, 1963)- será el compañero de Holmes.
The Crucifer of Blood (El Crucifijo de Sangre, 1991)[2]Aunque en España se la haya traducido como «El Crucifijo de Sangre», realmente «a crucifer» es una persona encargada de llevar la cruz en las procesiones fue emitida por primera vez el 4 de noviembre de 1991 por el canal TNT, y comienza durante que ocurre durante el Sitio de Agra, en la rebelión india de 1857. La secuencia —con fotografía y créditos al más puro estilo Hammer— repite la historia que Jonathan Small cuenta en el capítulo doce del libro original: los comandantes Alistair Ross (Edward Fox, otro de los aciertos del reparto) y Neville St . Clair (John Castle)[3]Que substituyen a Sholto y a Morstan, como se les conoce en la novela de Conan Doyle se ven enredados en el asesinato del consorte de un príncipe y el robo de su tesoro. De allí, se nos conduce, treinta años después, a la calle Baker. La hija de Neville St. Claire, Irene (bellísima Susannah Harker), contrata al veterano detective Sherlock Holmes —que sigue enganchado a la cocaína— y a su colega Watson, para que traten de esclarecer el misterio que se cierne sobre su padre, que junto a Ross, robó la parte de su compatriota, Jonathan Small (Clive Wood), y ahora parecen verse envueltos en una extraña venganza: la maldición que pesa sobre los diamantes y los rubíes que los dos hombres tanto codiciaron.
Cuando los investigadores e Irene llegan a la casa del mayor Ross, ya que St. Clair ha desaparecido, encuentran al primero convertido en un cínico inválido y al padre de Irene transformado en un adicto al opio. St. Claire ha recibido una carta con un extraño signo en cruz dibujado en sangre. Así pues, entre los dimes y diretes de si será una venganza del traicionado Small o, por otra parte, algo que se escapa a los ojos del gran detective, va fluyendo la narrativa de esta sinpar pero, sin duda, jamás igualada adaptación de El Signo de los Cuatro. Mejor, desde luego, que la de Peter Cushing en la BBC, el hierático Ian Richardson en 1983, o la tan extraña de Jeremy Brett para la Granada Television.
Desde luego, el espectador debe preguntarse: ¿Es sabia la elección de un norteamericano que fue Ben Hur, Moisés y hasta un policía mexicano, como el muy británico Holmes? ¿Cómo le sentarán a Heston el gorro de cazador y la capa? Sin embargo, lo que el viejo Charlton Heston hace con el personaje no es ni más ni menos que recordar sus coqueteos con el teatro de Shakespeare –ámbito en el que era más bien experto- y aparentemente disfrutar en su tentativa de interpretar a Holmes sin que suene a cowboy de Illinois. Pese a su voz familiar, resonante, no parece tener ningún problema con los acentos (hablamos de la versión original, por supuesto). Nada como pronunciar una vocal inglesa en vez de una americana y ablandar las erres finales, para quedar neutral, si no directamente británico. Y es que, al igual que otros actores entrenados en el teatro, como Gregory Peck, el acento norteamericano del actor nunca fue muy exagerado.
De hecho, el Holmes al que da vida el actor es especialmente hestoniano, salvo en el momento en que decide disfrazarse –algo a lo que el detective era aficionado- de proveedor oriental de opio. Este es uno de los momentos más divertidos de todas las interpretaciones que haya podido hacer el norteamericano, aunque es constante el recital de sapiencia actoral que da Heston, de principio a fin. Sin lugar a dudas, complementado a la perfección con el Watson elegido. En cuanto al resto, la producción no escatima en gastos, y pese a que en ocasiones adolezca de un montaje algo convencional —que denota su origen teatral—, está realizada e interpretada con nobleza hacia la obra de Conan Doyle. Por ejemplo, hay referencia obligada al coqueteo de Holmes con la drogadicción, y una historia de amor, aunque decepcionante, para Watson. La escena del asesinato de Ross resulta eficaz y espectacular, pues tiene lugar en la oscuridad, con la luz de la luna brillando en extrañas formas, a través de las puertas de estilo francés que tiene el viejo inválido en su casa. Resuenan en toda esa parte de la película los ecos del mejor cine británico de terror.
La reconstrucción que hace Holmes del crimen, que tiene lugar en el mismo espacio –la habitación- sólo a la luz de las velas, es particularmente tétrica, y la película se mantiene en esa tesitura en la parte final —la persecución por el Támesis de los detectives y el torpe inspector Lestrade (por cierto, divertido Simon Callow en el papel)— ayudada por las magníficas fotografía y banda sonora de Robin Vidgeon y Carl Davis, respectivamente. En definitiva, puede que The Crucifer of Blood no sea la revolución que las mentes postmodernas esperan, pero a buen seguro el mitómano clásico logrará ver saciada su sed cuando los créditos del final dan comienzo, a la shakespeariana voz de «The game is afoot».
Ficha técnica
Referencias
↑1 | Como aquel nefasto The Hound of the Baskervilles (Barry Crane, 1972) y que fue rodado entre decorados, con actores como William Shatner o Anthony Zerbe doblados o pugnando penosamente por disimular su acento yankee y canadiense. También, por cierto, con un Stewart Granger que se mueve a duras penas como para encarnar al ágil detective. |
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↑2 | Aunque en España se la haya traducido como «El Crucifijo de Sangre», realmente «a crucifer» es una persona encargada de llevar la cruz en las procesiones |
↑3 | Que substituyen a Sholto y a Morstan, como se les conoce en la novela de Conan Doyle |