Hay alguien el bosque está dividida en tres partes, el documental de la mano de Teresa Turiera-Puigbò, la obra de teatro de Anna Maria Ricart y la exposición fotográfica de Oriol Casanovas.
La obra de teatro, Hay alguien en el bosque, que en estos momentos se encuentra en el Teatro de La Abadía de Madrid, dentro de la programación de Ellas Crean, está dirigida por Joan Arquè, y cuenta con las interpretaciones de Ariadna Gil, Montse Esteve, Òscar Muñoz, Magda Puig, Judit Farrés, Pep Pascual y Erol Ileri.
Una simulación de un bosque, unas sillas, unos personajes y unos instrumentos lo son todo para expresar la crudeza y los actos que narra Hay alguien en el bosque, las violaciones cometidas en durante la guerra de Bosnia a más de 25.000 mujeres.
Pausadas son las interpretaciones de los personajes, de las víctimas, tanto violadas como de los hijos frutos de las mismas. Todo desde la resignación, y qué no decir, desde el miedo que tuvieron y el dolor que mantienen. También han insertado las declaraciones de los agresores de su irreal visión de los hechos, y negación de los mismos. Todo a golpe de realidad que en estos momentos se vuelve a repetir en Ucrania.
Hay dolor en cada palabra, en cada plano representada con sobriedad y respeto, manteniendo la seriedad del documental en palabras, dejando que las propias protagonistas hablen en el texto, sin necesidad de alterar nada para poder calar en el espectador.
No es solo teatro, hay grabación dentro del escenario una cámara de la mano de los actores recoge el semblante del resto de compañeros mientras actúan, dando mucho más énfasis en sus relatos, todo proyectado en una gran pantalla encima de ese escenario de un bosque a veces repleto, a veces vacío pero siempre completo de historias importantes que contar.
La música es otro elemento más que potencia la obra, porque da un paréntesis y abre historias, que acompaña en momentos duros y en otros que intenta bajar el volumen emocional, pero realmente es imposible hacerlo, solo da un respiro al espectador para asimilar todo.
En la primera parte de la obra se abre un paréntesis para que cada actor cuente lo que hacía en ese mismo año con su vida, casi todos ajenos a lo que ocurría en Bosnia, centrados en sus vidas y en la euforia de Barcelona 92. Ariadna Gil es la que más presente tiene esos días, sobre todo porque perdió a un amigo en esa guerra, un fotógrafo destinado a cubrir los hechos. Por eso no dudo entrar en el proyecto que se inició gracias a Cultura i Conflicte, que se formó para llevar este proyecto con las tres aristas de documental, obra de teatro y exposición fotográfica.
Ariadna Gil tiene el papel de Nevenka, una mujer violada en esos momentos y que posteriormente lo fue por su marido, un dolor y un miedo que mantiene viviendo en ese bosque, alejada de la ciudad, pero cerca de quienes atentaron contra su integridad física y emocional. Alguien que no quiere recordar, pero habla para que se sepa lo que hay dentro. Lo mismo pasa con el resto de testimonios de las víctimas, necesidad de hablar, pero desde el pudor de lo ocurrido, como si la culpa fuera suya.