El planeta Tierra alberga multitud de especies vegetales y animales y entre estas últimas se encuentra la especie humana; la única que, gracias al proceso de humanización, es capaz de pensar y ser capaz de ser cada vez más humano. La Tierra es patrimonio de todos los miembros de la especie humana. Algunas personas hablan de procomún, otras prefieren que se hable de ciudadanos del mundo, etcétera.
Garrett Hardin, profesor de ecología de la Universidad de California en Santa Bárbara en 1968 publicó un ensayo, en la revista Science, titulado «La tragedia del procomún». En ese ensayo, Hardin planteó la situación hipotética de unos pastos «abiertos a todos», donde cada miembro de la comunidad se beneficia de apacentar en ellos todas las vacas que puede. Pero si todos hacen lo mismo y apacientan todas las que pueden para optimizar sus beneficios, los pastos se acabarán agotando, la tierra se irá erosionado y la competencia entre los pastores irá en aumento porque todos intentarán maximizar su beneficio hasta que los pastos desaparezcan.
En palabras de Hardin: «Ahí reside la tragedia. Cada hombre encerrado en un sistema que lo impulsa a aumentar su rebaño sin límite en un mundo que es limitado. La ruina es el destino hacia el que todos se apresuran, cada uno mirando por su propio interés».
El sistema al que se refiere Hardin es el actual capitalismo. Y la ruina es la desaparición de la especie humana en el planeta Tierra. La guerra de Ucrania y otras bastantes guerras (de las que se ha hablado menos) están relacionadas con ese mismo terco sistema en que insistía Hardin en contra de «un mundo (el planeta Tierra) limitado», y, como igualmente aseguraba: «la ruina es el destino hacia el que todos se apresuran, cada uno mirando por su propio interés».
Unos años más tarde, Elinor Ostrom, economista y profesora de la Universidad de Indiana y de la Universidad Estatal de Arizona, publicó The Governing of Governing of the Commons, calificado por Jeremy Rifkin como un análisis económico y antropológico exhaustivo de la historia del procomún –el primero-, que abarca mil años. He leído que su trabajo deslumbró a la comunidad intelectual y al mundo económico. Su agudo análisis de las razones por las que el procomún había triunfado y fracasado en el pasado, y sus pragmáticas propuestas para garantizar el éxito de su gestión en el futuro, le valieron el Nobel de Economía de 2009, siendo la primera mujer en recibir este honor.
Desde mi punto de vista, aunque puedan ser interesantes las propuestas de Ostrom, en estos momentos me basta con lo que se llama «ciudadanos del mundo» para los cuales el planeta Tierra es nuestro «hogar». No obstante, me parece interesante la opinión de Hardin, Ostrom y Rifkin en relación con lo que está sucediendo en la guerra de Ucrania: el apoyo a uno de los combatientes por gran número de los actuales políticos, que están demostrando una gran ignorancia. Ello puede conducir a una gran tragedia.
Fuentes: Jeremy Rifkin, La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo. (2014, ed. Paidós)